domingo, 3 de marzo de 2013

CAPÍTULO 20 :D


Después de dar muchas vueltas me levanto de la cama, saco de la maleta que me he traído una pequeña mochila, que dejo sobre la cama, mi bolsa de aseo y voy en busca de un baño. Tengo suerte y es la primera puerta que encuentro. Me quito la coleta y me cepillo el pelo mientras contemplo mi reflejo en el cristal. Estoy pálida y ojerosa. Mis ojos, que normalmente son alegres, hoy no transmiten nada más que cansancio y tristeza. Sé que es solo el primer día, que apenas llevaré aquí cinco horas, pero ya echo de menos la Tierra y todo lo que he dejado atrás.
Suspiro y empiezo a hacerme una trenza. Cuando ya casi la he acabado me doy cuenta de lo sucio que parece estar mi pelo, por lo que voy a mi habitación, cojo ropa limpia y vuelvo al baño para ducharme.
Después de la ducha me siento mejor, al menos se me ha quitado el sueño y empiezo a ser consciente de donde estoy. Me seco el pelo y me lo quito como puedo de la cara con una pinza.
Empiezo a dar vueltas por la casa. Subo a la planta de arriba, que es como una buhardilla, llena de libros y con un sofá en un lado con una mesa baja y una tele de plasma. “No está nada mal.”. El techo tiene dos grandes ventanas, por lo que la habitación es bastante luminosa.
Bajo las escaleras e investigo la segunda planta. Tiene tres habitaciones, la mía es la más grande y desde mi punto de vista, la más bonita y completa.
Tiene una cama de matrimonio, un escritorio largo y estrecho con una silla que parece bastante cómoda, una mesilla de noche con una lámpara y una pared con una gran ventana, que tiene como vistas un extenso prado lleno de unas extrañas y bonitas flores azules y verdes.
 Me dirijo hacia la mochila que me traje con las pocas cosas que podrían serme útiles aquí.
Un cuaderno, mi móvil, mi amuleto de la suerte, regalo de Lucía cuando teníamos 12 años, varios libros, desgastados de tanto leerlos y tres fotos, con mis amigos, mi familia y por supuesto, con Alberto. Creo que para enfrentarme a todo lo que se me viene encima necesitaré a estas personas a mi lado en todo momento, aunque solo pueda ser de esta manera. Y teniendo lo demás en mi habitación, siento que no he dejado tan atrás mi antigua vida. Cojo el amuleto de Lucía, una muñeca irlandesa vestida de verde que sujeta un trébol de cuatro hojas mientras lo mira y sonríe, dejando entrever unos dientes pequeños y muy muy blancos. Le quito un poco el polvo que tenía de estar en la mochila, y lo pongo encima de la mesilla de noche. Mirándolo, es como estar con mi mejor amiga de nuevo.
Lucía…como la echo de menos. Tantos años juntas y ahora nos tenemos que separar por esto…Y casi ni me pude despedir de ella, porque la idea de Alistar para todo esto es que un doble me sustituya, para que nadie pueda notar mi ausencia. Se supone que cuando vuelva todo lo que ha vivido ella pasará a formar parte de mis recuerdos, pero claro…eso será si vuelvo. El doble tiene una copia de todos los míos, para que no haga nada raro en mi ausencia, como irse con Rubén o ser amable con quién no debe. O simplemente, irse de la lengua y decir algo extraño, como que tengo un don. La verdad es que a mi esto del doble no me convence demasiado, pero no ha sido idea mía y no pensaba llevarle la contraria a nadie.
Saco el móvil y sonrío al ver el fondo. Una foto con Alberto y mis tres amigas el día de la fiesta de Lucía.
Lo dejo encima de la mesa y empiezo a sacar lo demás. Voy a sacar las fotos cuando noto algo. Parece un sobre. Lo cojo y veo que he acertado. Es un sobre azul y cuadrado, hecho a mano. Qué raro. No recuerdo haber metido esto en la maleta, de hecho no lo he visto antes. Lo abro y saco una carta cuidadosamente doblada.

“Hola cariño.
Supongo que esta carta te habrá sorprendido, pero quería decirte una vez más lo mucho que te quiero y lo mucho que te querré, a pesar de que estés tan lejos. No hay minuto del día en el que no piense en ti y me invadan unas ganas terribles de estar contigo. Lo único que me consuela es pensar que en algún momento podremos volver a estar juntos y podré decirte a la cara todo lo que este tiempo me es imposible.
Por favor, solo quiero pedirte dos cosas.
Una, no olvides que estaré esperándote todo el tiempo que sea necesario.
Y la otra, regresa. Me da igual si no salvas el mundo, lo que necesito es que vuelvas a mi lado sana y salva.
Te quiero.”

Doblo la carta cuidadosamente y la guardo en el primer cajón del escritorio mientras sonrío
y las lágrimas caen despacio.
Encontrarme la carta de Alberto ha hecho que se produzcan en mí dos sentimientos opuestos.
Por una parte, la alegría de tener a una persona tan maravillosa como es él a mi lado, cuidándome y recordándome así lo mucho que me quiere y la suerte que tengo de que esté junto a mí.
Por otra, la tristeza de que no pueda estar cerca suya. Solo quiero que nos separen como mucho 10 centímetros, y en lugar de eso estamos a 7.529.000.000 kilómetros.
¿Cómo vamos a soportarlo?
En ese momento, oigo un ruido que proviene de la otra punta de la casa.
Asustada, ando hacia donde creo que proviene, pero no veo nada. Me encojo de hombros y pienso que es una tontería, cuando lo oigo otra vez, esta vez ha tenido que ser en una habitación cercana.
En ese mismo pasillo está la cocina, entro y veo una sombra extraña.
Temblando, entro y veo a alguien de espaldas. Parece estar buscando algo, o a alguien.
Cojo lo primero que encuentro, un jarrón bastante feo y me acerco a él, cuando voy a darle un golpe, se gira y me quedo muda por la sorpresa.
Yo le conozco.
Bueno, conozco a la persona a la que se parece y rezo porque sea como él solo físicamente.

Porque hasta aquí, a tantos kilómetros, Ismael me persigue.

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