jueves, 9 de febrero de 2012

CAPÍTULO 1

Me desperté sobresaltada, intentando contener las lágrimas.
De nuevo aquel sueño tan horrible, en el que un hombre de aspecto corpulento no paraba de perseguirme en medio de la oscuridad de una noche de tormenta. No sabía adónde ir, sólo corría, intentando abrirme paso entre las personas que transitaban las calles sin fijarse en mi existencia, en mi pánico. Sabía que no podría escapar. Que me cogería, y que no podría hacer nada por evitarlo, pero no podía dejar de correr, de intentar salvarme. Cada vez estaba más cerca. Cuando noté su aliento en mi nuca y sus dedos rozando mi fina chaqueta, me desperté.
Como las otras noches, ese hombre no se cansaba de perseguirme, ni yo de huir de él. ¿Por qué no podría darme la vuelta y enfrentarme a él?
Me levanté suspirando y abrí las cortinas. El cielo nublado hizo que el nudo en mi estómago se acentuara, los días como aquel no me solían gustar, pero ahora todavía menos. Echaba de menos el sol, el calor, el cielo despejado y la sensación de libertad. Con la lluvia me sentía acorralada, insegura.
Me sacudí la cabeza con la idea de dejar todos esos pensamientos de lado. Era sólo lunes, no podía empezar la semana de una forma tan negativa. Cogí la ropa que había preparado la noche anterior y me dirigí a la ducha.
Tras vestirme bajé a desayunar.
-Mamá, por favor, deja que me vaya. Sabes perfectamente que voy a llegar tarde. Y no me gusta nada desayunar corriendo.
Mi hermano mayor, Jorge de 19 años, intentaba escabullirse del desayuno.
-Me da igual que no tengas hambre tienes que comer algo y lo sabes. Y si llegas tarde es por qué te pasas media hora en la cama más de la cuenta, así que no te vale ese argumento.
-Pero mamá…
-Está bien, vete. Pero que no se te olvide el bocadillo.
No pude evitar reírme, a pesar de que era el mismo espectáculo de todos los días, o por lo menos de casi todos.
-Que dramático eres, Jorge. -Mi madre, Marta, me miró con cara de pocos amigos, sin duda pensando que eso terminaría en una discusión. Sin embargo Jorge, mostrando su madurez, después de coger la mochila de su universidad me sacó la lengua a lo que le respondí con el mismo gesto.
-Adiós mamá. Adiós microbio. -Nos despedimos de él y oímos como la puerta se cerraba.
En cuanto terminé  de desayunar y arreglarme cogí la mochila y salí corriendo, hoy tenía un examen de historia y quería repasar antes de hacerlo.
Llegué a mi clase, saludé a mis amigos y me senté a repasar. Pero enseguida llegó Sofía con ganas de fastidiar a alguien, y como no, esa era yo. Empezó a reírse de mí mientras tiraba mis cosas al suelo. Ya no la aguantaba más. Todas las mañanas lo mismo. Era una de las pocas personas que consideraba insoportables, lo mejor de todo era que no la había echo nada, más bien todo lo contrario, la mitad de la clase intentábamos ignorarla, pero conmigo eso no funcionaba.
-Por favor, por favor, que se tropiece con algo y se caiga al suelo de una forma ridícula. -Lo pensé sin darme cuenta, pero deseando que pasara con todas mis fuerzas y…pasó. Se cayó delante de los presentes, que no pudieron evitar reírse con todas sus ganas. Al principio me reí como la que más, pero luego empecé a preocuparme, ¿cómo había podido pasar algo así justo después de que lo deseara? Normalmente tenía un gran equilibrio, pero esta vez parecía que ni siquiera lo había visto venir, no había tenido tiempo ni de intentar frenar la caída. No tuve mucho más tiempo de pensar, ya que llegó la profesora y nos entregó el examen. Un total de 12 preguntas, todas largas y complicadas. Saqué mi bolígrafo y empecé a escribir, aún sin poder dejar de pensar en qué había podido suceder. Decidí que no podía haber sido por mí y seguí con el examen. A la hora del recreo todavía había quién se reía y Sofía estaba más enfadada que de costumbre pero, raro en ella, no se metía con nadie. Al volver a clase, entró la primera y se sentó enseguida sin mirar a nadie.
Cuando por fin llegó la hora de volver a casa salí enseguida, no había dejado de pensar en lo que podría haber pasado. ¿Habría sido por mí? No parecía posible, pero aun así... En el suelo no había nada con lo que se hubiese podido tropezar. Cuando llegué a casa subí a mi habitación, cerré la puerta y me tumbé en la cama con los ojos cerrados.
En seguida bajé a comer. La verdad es que no tenía nada de hambre, lo único que quería era encerrarme en mi habitación y tumbarme en mi cama. Y eso hice en cuanto terminé. Recogí mis platos, los llevé a las cocina y subí a mi cuarto. Había empezado a llover y el ruido que provocaba al caer contra la ventana me relajaba, haciendo que por un instante olvidara la extraña mañana que había pasado. Sin darme cuenta me quedé dormida. Abrí los ojos por los insistentes golpes que alguien estaba dando contra mi puerta. Antes de poder levantarme a abrir, mi hermano ya había entrado como un huracán a mi habitación.
-¿Por qué has tardado tanto en abrir? ¿Qué has hecho con mi móvil?
-Nada, no sé de qué estás hablando.
-Ya claro...lo que tú digas. ¿Te crees que soy tonto? Sé que lo has cogido tú. Dámelo, quiero llamar a Isa.-
¿Y para qué podría querer yo su móvil? Sin decir nada y sin dejarle decir nada más a él, le llevé hasta la puerta y la cerré deseando que lo encontrara.
No pasaron ni 5 minutos y ya estaba dando golpes, más suaves ahora y pidiéndome perdón.
-No pasa nada, pero por favor, ahora déjame sola. –Tras oír sus pisadas alejándose respire tranquila, por fin.
Me puse a pensar y llegué a la conclusión de que todo lo que deseaba se hacía realidad, por mucho que me costara creerlo. Decidí probar con algo fácil. Crucé los dedos, cerré los ojos y deseé que mi habitación estuviera recogida. Cuando los abrí estaba todo en su sitio. ¡Era  increíble! Me eché a reír ante la posibilidad de desear algo y que se cumpliera. ¡Cuántas cosas podría ahorrarme!
Mi vida se presentaba perfecta, sin nada que fuera imposible conseguir.
-Deberías ponerte a hacer los deberes. –La voz de mi madre me sacó de mis pensamientos. ¿Deberes? ¿Estudiar? ¿Quién podría pensar en eso ahora?
-Mañana no tengo clase, además ya están hechos. Están encima de la mesa, puedes verlos si quieres.
-No me hace falta. Tú sabrás si es verdad lo que has dicho o no.
No me dio tiempo a responder, cuando giré la cabeza para hacerlo ya no estaba.
El resto de la tarde la pasé en el salón, viendo películas con mi hermano. Tras cenar, me fui a la cama, con el único pensamiento en mente de lo que cambiaría mi vida a partir de entonces.
Al día siguiente me desperté con la sensación de que todo lo ocurrido había sido un sueño, uno maravilloso, pero solo eso. Pero en el momento en el que levanté la mirada y vi el resto de mi habitación me di cuenta de que definitivamente todo era real.
Después de ducharme y desayunar pensé en dar una vuelta por ahí. Sentía que no hubiera nada que fuera capaz de pararme, que sería capaz de tocar la Luna con mis propios dedos. Cuando iba a salir por la puerta me llamó mi madre:
-Laura, ¿a dónde vas?
-A dar un paseo.
-Por si no te acuerdas hoy en es el cumpleaños de tu abuela Elvira. Vamos a pasar el día a su casa. Nos vamos en 20 minutos, tu padre y tu hermano ya están cambiados, date prisa.
-¿Y tengo que ir? Mamá tengo 16 años y no me apetece nada ir, a la abuela no le va a molestar que no vaya hoy. La veo prácticamente todos las semanas, ¿recuerdas?
- Me da igual. Arréglate, vamos a llegar tarde.
Me fui a cambiarme con la sensación de que aún con mi don no podría parar a mi madre. Y eso desmotivaba un poco pero bueno, aunque fuera a ser muy aburrido no me apetecía discutir por lo que seguí andando sin decir ni una sola palabra. Cuando entré a mi habitación pensé que si iban mis primos la cosa cambiaría. Siempre me lo pasaba genial con ellos. Volví a salir al pasillo.
-Mamá oye, ¿van a venir los tíos?
-Sí, claro.- No pude evitar alegrarme, la verdad era que me apetecía mucho verlos. Subí a cambiarme, me maquillé un poco y bajé.
Cuando llegamos mis tíos ya estaban ahí, pero mis primos no.
-Tía, ¿dónde están Rebeca y Alberto?
-Tenían el cumpleaños de una amiga de Rebeca, después de comer iré a por ellos.
Genial, ahora ahora sí que iba a ser un aburrimiento…No era justo, ¿por qué todo el mundo parecía poder librarse del cumpleaños menos yo? En ese momento apareció mi abuela y me arrepentí de haber pensado eso… ¿cómo podía ser tan egoísta? Era su cumpleaños y no pensaba en otra cosa más que en cómo divertirme. Hoy era su día e iba a intentar que lo disfrutara al máximo. Después de comer mi tía fue a por mis primos. Cuando volvieron sacaron una tarta, le cantamos el cumpleaños feliz y después le dimos los regalos: una bonita bufanda azul con unos guantes a juego y un abrigo largo mis padres y mis tíos y una cartera mi abuelo. Mientras los abría no dejaba de sonreírnos a todos y me di cuenta de que sí, había sido muy egoísta. La verdad, aunque no hubieran estado mis primos todo el tiempo me lo había pasado genial. Cuando llegó la hora de irnos me despedí con hasta un poco de pena, me hubiera quedado ahí hasta más tiempo, y pensar que me quería librar…Menos mal que no se me ocurrió desear algo para poder hacerlo.
Mientras volvíamos a casa me pareció ver una sombra entre dos casas. Al mirar mejor, pude ver a un hombre que me miraba fijamente. Me sentí mareada por un instante, y bajé la mirada. Al volver a subirla, el hombre ya había desaparecido. Y todo estaba como si nunca hubiera estado ahí. Miré a mi alrededor confusa, pero nada. Se había desvanecido.

Me convencí a mí misma de que habían sido solo imaginaciones mías y seguí andando como si nada, aunque parte de mí sentía aún esa mirada encima mía, como si pudiera atravesarme.


Y así fue como todo empezó.

2 comentarios:

  1. Acabo de terminar el primer capitulo y ya quiero ponerme con el segundo, esta muy entretenido, engancha mucho :D

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ay que majo :') Muchas muchas gracias, y me alegro mucho mucho :DD jajaja

      Eliminar