Me
desperté sobresaltada, intentando contener las lágrimas.
De
nuevo aquel sueño tan horrible, en el que un hombre de aspecto corpulento no
paraba de perseguirme en medio de la oscuridad de una noche de tormenta. No
sabía adónde ir, sólo corría, intentando abrirme paso entre las personas que
transitaban las calles sin fijarse en mi existencia, en mi pánico. Sabía que no
podría escapar. Que me cogería, y que no podría hacer nada por evitarlo, pero
no podía dejar de correr, de intentar salvarme. Cada vez estaba más cerca.
Cuando noté su aliento en mi nuca y sus dedos rozando mi fina chaqueta, me
desperté.
Como
las otras noches, ese hombre no se cansaba de perseguirme, ni yo de huir de él.
¿Por qué no podría darme la vuelta y enfrentarme a él?
Me
levanté suspirando y abrí las cortinas. El cielo nublado hizo que el nudo en mi
estómago se acentuara, los días como aquel no me solían gustar, pero ahora
todavía menos. Echaba de menos el sol, el calor, el cielo despejado y la
sensación de libertad. Con la lluvia me sentía acorralada, insegura.
Me
sacudí la cabeza con la idea de dejar todos esos pensamientos de lado. Era sólo
lunes, no podía empezar la semana de una forma tan negativa. Cogí la ropa que
había preparado la noche anterior y me dirigí a la ducha.
Tras vestirme bajé a
desayunar.
-Mamá, por favor,
deja que me vaya. Sabes perfectamente que voy a llegar tarde. Y no me gusta
nada desayunar corriendo.
Mi hermano mayor,
Jorge de 19 años, intentaba escabullirse del desayuno.
-Me da igual que no
tengas hambre tienes que comer algo y lo sabes. Y si llegas tarde es por qué te
pasas media hora en la cama más de la cuenta, así que no te vale ese argumento.
-Pero mamá…
-Está bien, vete.
Pero que no se te olvide el bocadillo.
No pude evitar
reírme, a pesar de que era el mismo espectáculo de todos los días, o por lo
menos de casi todos.
-Que dramático eres,
Jorge. -Mi madre, Marta, me miró con cara de pocos amigos, sin duda pensando
que eso terminaría en una discusión. Sin embargo Jorge, mostrando su madurez,
después de coger la mochila de su universidad me sacó la lengua a lo que le
respondí con el mismo gesto.
-Adiós mamá. Adiós
microbio. -Nos despedimos de él y oímos como la puerta se cerraba.
En cuanto
terminé de desayunar y arreglarme cogí
la mochila y salí corriendo, hoy tenía un examen de historia y quería repasar
antes de hacerlo.
Llegué a mi clase,
saludé a mis amigos y me senté a repasar. Pero enseguida llegó Sofía con ganas
de fastidiar a alguien, y como no, esa era yo. Empezó a reírse de mí mientras
tiraba mis cosas al suelo. Ya no la aguantaba más. Todas las mañanas lo mismo.
Era una de las pocas personas que consideraba insoportables, lo mejor de todo
era que no la había echo nada, más bien todo lo contrario, la mitad de la clase
intentábamos ignorarla, pero conmigo eso no funcionaba.
-Por favor, por
favor, que se tropiece con algo y se caiga al suelo de una forma ridícula. -Lo
pensé sin darme cuenta, pero deseando que pasara con todas mis fuerzas y…pasó.
Se cayó delante de los presentes, que no pudieron evitar reírse con todas sus
ganas. Al principio me reí como la que más, pero luego empecé a preocuparme,
¿cómo había podido pasar algo así justo después de que lo deseara? Normalmente
tenía un gran equilibrio, pero esta vez parecía que ni siquiera lo había visto
venir, no había tenido tiempo ni de intentar frenar la caída. No tuve mucho más
tiempo de pensar, ya que llegó la profesora y nos entregó el examen. Un total
de 12 preguntas, todas largas y complicadas. Saqué mi bolígrafo y empecé a
escribir, aún sin poder dejar de pensar en qué había podido suceder. Decidí que
no podía haber sido por mí y seguí con el examen. A la hora del recreo todavía
había quién se reía y Sofía estaba más enfadada que de costumbre pero, raro en
ella, no se metía con nadie. Al volver a clase, entró la primera y se sentó
enseguida sin mirar a nadie.
Cuando por fin llegó
la hora de volver a casa salí enseguida, no había dejado de pensar en lo que
podría haber pasado. ¿Habría sido por mí? No parecía posible, pero aun así...
En el suelo no había nada con lo que se hubiese podido tropezar. Cuando llegué
a casa subí a mi habitación, cerré la puerta y me tumbé en la cama con los ojos
cerrados.
En seguida bajé a
comer. La verdad es que no tenía nada de hambre, lo único que quería era
encerrarme en mi habitación y tumbarme en mi cama. Y eso hice en cuanto
terminé. Recogí mis platos, los llevé a las cocina y subí a mi cuarto. Había
empezado a llover y el ruido que provocaba al caer contra la ventana me
relajaba, haciendo que por un instante olvidara la extraña mañana que había
pasado. Sin darme cuenta me quedé dormida. Abrí los ojos por los insistentes
golpes que alguien estaba dando contra mi puerta. Antes de poder levantarme a
abrir, mi hermano ya había entrado como un huracán a mi habitación.
-¿Por qué has tardado
tanto en abrir? ¿Qué has hecho con mi móvil?
-Nada, no sé de qué estás
hablando.
-Ya claro...lo que tú
digas. ¿Te crees que soy tonto? Sé que lo has cogido tú. Dámelo, quiero llamar
a Isa.-
¿Y para qué podría
querer yo su móvil? Sin decir nada y sin dejarle decir nada más a él, le llevé
hasta la puerta y la cerré deseando que lo encontrara.
No pasaron ni 5
minutos y ya estaba dando golpes, más suaves ahora y pidiéndome perdón.
-No pasa nada, pero
por favor, ahora déjame sola. –Tras oír sus pisadas alejándose respire
tranquila, por fin.
Me puse a pensar y
llegué a la conclusión de que todo lo que deseaba se hacía realidad, por mucho
que me costara creerlo. Decidí probar con algo fácil. Crucé los dedos, cerré
los ojos y deseé que mi habitación estuviera recogida. Cuando los abrí estaba
todo en su sitio. ¡Era increíble! Me
eché a reír ante la posibilidad de desear algo y que se cumpliera. ¡Cuántas
cosas podría ahorrarme!
Mi vida se presentaba
perfecta, sin nada que fuera imposible conseguir.
-Deberías ponerte a
hacer los deberes. –La voz de mi madre me sacó de mis pensamientos. ¿Deberes?
¿Estudiar? ¿Quién podría pensar en eso ahora?
-Mañana no tengo
clase, además ya están hechos. Están encima de la mesa, puedes verlos si
quieres.
-No me hace falta. Tú
sabrás si es verdad lo que has dicho o no.
No me dio tiempo a
responder, cuando giré la cabeza para hacerlo ya no estaba.
El resto de la tarde
la pasé en el salón, viendo películas con mi hermano. Tras cenar, me fui a la
cama, con el único pensamiento en mente de lo que cambiaría mi vida a partir de
entonces.
Al día siguiente me
desperté con la sensación de que todo lo ocurrido había sido un sueño, uno
maravilloso, pero solo eso. Pero en el momento en el que levanté la mirada y vi
el resto de mi habitación me di cuenta de que definitivamente todo era real.
Después de ducharme y
desayunar pensé en dar una vuelta por ahí. Sentía que no hubiera nada que fuera
capaz de pararme, que sería capaz de tocar la Luna con mis propios dedos.
Cuando iba a salir por la puerta me llamó mi madre:
-Laura, ¿a dónde vas?
-A dar un paseo.
-Por si no te
acuerdas hoy en es el cumpleaños de tu abuela Elvira. Vamos a pasar el día a su
casa. Nos vamos en 20 minutos, tu padre y tu hermano ya están cambiados, date
prisa.
-¿Y tengo que ir?
Mamá tengo 16 años y no me apetece nada ir, a la abuela no le va a molestar que
no vaya hoy. La veo prácticamente todos las semanas, ¿recuerdas?
- Me da igual.
Arréglate, vamos a llegar tarde.
Me fui a cambiarme
con la sensación de que aún con mi don no podría parar a mi madre. Y eso
desmotivaba un poco pero bueno, aunque fuera a ser muy aburrido no me apetecía discutir
por lo que seguí andando sin decir ni una sola palabra. Cuando entré a mi
habitación pensé que si iban mis primos la cosa cambiaría. Siempre me lo pasaba
genial con ellos. Volví a salir al pasillo.
-Mamá oye, ¿van a
venir los tíos?
-Sí, claro.- No pude
evitar alegrarme, la verdad era que me apetecía mucho verlos. Subí a cambiarme,
me maquillé un poco y bajé.
Cuando llegamos mis
tíos ya estaban ahí, pero mis primos no.
-Tía, ¿dónde están
Rebeca y Alberto?
-Tenían el cumpleaños
de una amiga de Rebeca, después de comer iré a por ellos.
Genial, ahora ahora sí
que iba a ser un aburrimiento…No era justo, ¿por qué todo el mundo parecía
poder librarse del cumpleaños menos yo? En ese momento apareció mi abuela y me
arrepentí de haber pensado eso… ¿cómo podía ser tan egoísta? Era su cumpleaños
y no pensaba en otra cosa más que en cómo divertirme. Hoy era su día e iba a
intentar que lo disfrutara al máximo. Después de comer mi tía fue a por mis
primos. Cuando volvieron sacaron una tarta, le cantamos el cumpleaños feliz y
después le dimos los regalos: una bonita bufanda azul con unos guantes a juego
y un abrigo largo mis padres y mis tíos y una cartera mi abuelo. Mientras los
abría no dejaba de sonreírnos a todos y me di cuenta de que sí, había sido muy
egoísta. La verdad, aunque no hubieran estado mis primos todo el tiempo me lo
había pasado genial. Cuando llegó la hora de irnos me despedí con hasta un poco
de pena, me hubiera quedado ahí hasta más tiempo, y pensar que me quería
librar…Menos mal que no se me ocurrió desear algo para poder hacerlo.
Mientras volvíamos a
casa me pareció ver una sombra entre dos casas. Al mirar mejor, pude ver a un
hombre que me miraba fijamente. Me sentí mareada por un instante, y bajé la
mirada. Al volver a subirla, el hombre ya había desaparecido. Y todo estaba
como si nunca hubiera estado ahí. Miré a mi alrededor confusa, pero nada. Se
había desvanecido.
Me convencí a mí
misma de que habían sido solo imaginaciones mías y seguí andando como si nada,
aunque parte de mí sentía aún esa mirada encima mía, como si pudiera
atravesarme.
Y así fue como todo empezó.
Acabo de terminar el primer capitulo y ya quiero ponerme con el segundo, esta muy entretenido, engancha mucho :D
ResponderEliminarAy que majo :') Muchas muchas gracias, y me alegro mucho mucho :DD jajaja
Eliminar