viernes, 2 de marzo de 2012

Capítulo 5 :) "Te quiero"

Al día siguiente estuve hasta las cinco y media contando las horas, minutos y segundos que quedaban para ir a la fiesta. 
Cuando eran tan solo las cuatro y cuarto empecé a arreglarme. Me duché y me empecé a peinarme. Me lo alisé, lo recogí en un moño, en una trenza, en dos coletas, me lo solté, lo ricé, lo volví a alisar…Nada. Ninguno me convencía. 
Decidí renunciar al peinado y empecé con la ropa, como ya la tenía elegida de antes no tardé mucho. Un vestido rosa claro de tirantes con un cinturón negro a juego, unos zapatos de tacón, un collar largo, unos pendientes y pulseras, todo negro también. 
Eran las cinco en punto y todavía me quedaba el asunto del pelo. 
Volví a hacerme todos los peinados anteriores, pero nada me convencía. Quizás el moño o rizado…No conseguía aclararme. En ese momento me acordé del que me había hecho en Año nuevo. Me ondulé algunos mechones y los dos primeros de cada lado me los recogí con dos pinzas negras. Miré el reloj. Las cinco y veinticinco pasadas. Ya no llegaba, su casa estaba a diez minutos andando rápido. Había decidido no usar mi don más de lo necesario pero no quería llegar tarde. Cerré los ojos, crucé los dedos y deseé estar en su calle. Cuando abrí los ojos a los dos segundos estaba en su casa. Al transportarme había sentido algo extraño. No sabría explicarlo. Era como si me estuvieran haciendo cosquillas muy rápido por todo el cuerpo, aunque mucho más agradable.  
Llamé al timbre y al momento Lucía abrió y me abrazó tan fuerte y con tanto entusiasmo que casi nos caemos al suelo. Cuando pude separarme de ella entramos en su casa. 
Vivía en un chalet enorme, en una de las zonas más lujosas de la ciudad. Sus padres no estaban en casa, por lo que tendríamos su casa libre hasta el domingo. Nada más quitarme el abrigo empezó a chillar como una posesa.
-¡Pero Laura! ¿Cómo puedes ser tan preciosa? Mírate. ¡Estás espectacular! Que es mi cumpleaños, ¡no el tuyo!
-Jajaja ¡Que exagerada eres! Tú que si vas guapa. 
-Sí, vamos…si ni me he arreglado aún. Bueno, vamos a empezar a colocar las cosas. Sube el abrigo a mi habitación. Te espero en el salón. 
Subí despacio, pensando en Alberto. Me moría de ganas de verle. Durante todo el día había pensado varias veces en llamarle o enviarle un sms pero nunca había llegado a hacerlo, incluso me había conectado al tuenti para ver si estaba y hablar con él, pero nada. La verdad, era mejor así. Quería hablar con él, cara a cara y a solas, al ser posible. 
Cuando bajé Lucía ya había empezado a organizarlo todo. Me quité los tacones y fui a ayudarla. 
A las seis y media ya habíamos terminado y Lucía todavía tenía que arreglarse, por lo que subimos a su habitación medio corriendo las dos entre risas y empujones. 
Ya tenía decidido lo que iba a ponerse así que al poco tiempo solo le quedaba peinarse y maquillarse. Se rizó el pelo con la plancha y se maquillo poco, igual que yo. 
Eran las siete en punto cuando sonó el timbre. Me puse los tacones, me retoqué un poco el pelo y los ojos y bajamos las dos a abrir. 
-¡Hola chicas!
-¡Hola Ana, que puntual!
Nada más llegar al salón alguien llamó otra vez. Esta vez fui a abrir yo y nada más hacerlo me arrepentí. Alberto. Cuando me vio, se quedo blanco, igual que yo, y ninguno supo que decir. 
Al final, hablé, no soportaba más ese silencio. 
-Ho…Hola, Alberto. 
-Hola, Laura.- Su voz sonó fría y medio enfadada. Fueron solo dos palabras, pero me hicieron un nudo en la garganta. Aunque lo raro hubiese sido que no hubiera estado enfadado. Después de aquel estúpido sms…
-Bueno, ¿puedo pasar?
-Sí, claro. Están en el salón.- Ni siquiera me miró al pasar a mi lado. Me quedé ahí quieta, mirando como iba al salón. 
-¿Laura? ¿Qué haces ahí parada? -Me giré y vi a María.
-Ah, hola. Nada, solo estaba pensando. Están el salón, vamos.
Me miró de reojo cuando pasó y supe que no me había creído. Iba a tener que empezar a disimular un poco más mis emociones. Cuando entramos, Alberto estaba hablando con Lucía y al parecer de algo muy divertido, ya que los dos se reían mucho. Ana estaba buscando un CD apropiado y cuando lo encontró, uno de Simple plan, lo puso y conectó los altavoces. 
“I’m sorry, but I can`t be perfect…”
Que razón llevaba. Ni me acercaba a serlo. Y últimamente menos. 
Eran las siete y cuarto, y todavía faltarían mínimo 15 personas más. Al momento, como respondiendo a mis pensamientos, llamaron a la puerta. 
De nuevo, fui a abrir. Entraron de golpe las personas que faltaban. Cuando llegaron al salón se sacó la comida, se subió la música, ahora más de fiesta y empezaron a bailar todos menos Alberto y yo. 
Le miré y vi que el también tenía los ojos clavados en mí y parecía incapaz de apartarlos. Al final, bajé yo la mirada y me di la vuelta. 
A las siete y media llamaron a la puerta otra vez. Lucía y yo nos miramos las dos a la vez, no creíamos que faltara nadie. Nos levantamos, fuimos a abrir y lo que vimos nos dejo sin habla. 
Estefanía y su sequito de lameculos. 
Arrancha, Sofía y Raquel. 
-Perdonar, pero… ¿quién os ha invitado?- No podía creerlo. Se había presentando ahí como si nada, sin ser invitadas. 
-Bueno, hemos pensado que sin nosotras esta fiesta sería demasiado aburrida. Hemos venido a arreglar un poco las cosas. 
-No os necesitamos, gracias. Podéis volver por donde habéis venido. -Por lo menos Lucía no se andaba con rodeos. Solté una risilla y Estefanía me miró enfadada, lo que me hizo reírme aún más. 
-¿De que te ríes?
-Mmmm no sé. De ti, a lo mejor. De que tienes la cara dura de presentarte aquí sin invitación, y encima hacerte la graciosa. Ya que lo eres tanto, según tú, podías irte a un circo. Quizás ahí consigas algo, además seguro que no necesitas maquillaje, tu cara ya provoca risa. 
No pude evitarlo. Lo solté todo y la cara de Estefanía se puso roja del enfado. No estaba dispuesta a aguantarla más, así que me concentré y deseé que cambiara de opinión y se fuera. Al momento se fue junto a las demás sin decir ni una palabra.
-¡Eso ha sido increíble, Laura!- Lucía me miraba con asombro, era la primera vez que me enfrentaba a Estefanía así, y que además, ella se iba sin decir nada. Aunque claro, Lucía no sabía que mi don había tenido mucho que ver. 
-Bah, no ha sido para tanto. Venga vamos, que nos estarán esperando.
Cuando entré al salón la canción era lenta, y casi todos estaban bailando por parejas. Me fui a sentar, con la mala suerte de que Ana, que pasaba por ahí con una bandeja para dejarla en la mesa se chocó conmigo, y toda la comida fue a parar a mi vestido. Por un momento, todo el mundo se quedó mirándome y empezó a reírse. No podía estar pasándome esto. Miré a Alberto y vi que él se estaba riendo. Fue más de lo que podía soportar. Salí corriendo, dejando atrás las disculpas de Ana, las risas y a Lucía ofreciéndome una servilleta. 
Ir había sido una mala idea. Intenté desear que mi vestido estuviera como nuevo, pero no funcionó. No conseguía concentrarme. No quería irme así sin más, así que me senté en el césped del jardín de Lucía y mientras las lágrimas por toda la tensión acumulada se derramaban una tras otra, intenté limpiarme.  Después de un rato frotando mejoró un poco, aunque no hizo que me sintiera mejor. Alberto. Se estaba riendo. No había cambiado nada. ¿Cómo podía haber sido tan ingenua? Me quité los tacones y me puse las manos sobre los ojos. Las estúpidas lágrimas no hacían más que caer y no podía pararlas. Todo lo vivido en estos últimos días, todo el estrés que había estado acumulando se estaba liberando. Cuando ya estaba consiguiendo relajarme vi una mano que me ofrecía un pañuelo. Me giré y vi a Alberto, que me miraba con un gesto de disculpa. 
No quería hablar con él. 
No quería verle. 
¿Por qué no me dejaba en paz? No era tan difícil. Me levante como pude, pero al estar tiempo sentada los pies se me habían dormido y si no fuese por Alberto me hubiese caído. 
Sin darle las gracias, me incorporé y seguí andando. 
-Laura…
-Me voy.
-No por favor quédate
.
-¿Por qué?
-Tengo que hablar contigo, por favor...
-¿Sobre qué ¿Ya has hecho bastante no crees?
-Si, y lo siento...pero quiero que sepas que es realmente lo que siento, lo que siempre he sentido.-
 Uf. Aunque no quería verle, algo dentro de mí sabía que realmente no estaba de acuerdo con irme.
-Te escucho, pero date prisa.
-Si, bueno veras, el caso es que yo...
-¡Vamos!
-Te quiero. Sí, se que suena ridículo y que no me creerás después de todo lo que hemos pasado. Nos conocemos desde hace mucho y de pequeños éramos muy buenos amigos, pero crecí, y me volví un
inbécil o eso creías, pero lo que realmente me paso es que me enamore de ti. Y no me di cuenta. No comprendía lo que me estaba pasando, y no quería comprenderlo. Supongo que siempre lo supe, aunque no lo quise reconocer. Y todo empezó hace dos meses. Un día en clase te giraste y me sonreíste, después de mucho tiempo. Fue solo una décima de segundo, pero tu mirada, la forma en la que sonreíste, como te quitaste el pelo de la cara, para que al momento volviera a su forma inicial, y volvieras a colocártelo, no sé, provoco algo. Y desde entonces cada vez que te veía, que oía tu voz, sentía lo mismo que aquella vez. Una y otra vez y no sabía el por qué. Hasta que una tarde cuando me enteré de que estabas con el memo de Ismael me di cuenta de lo que era esa sensación. Me estaba empezando a gustar mi mejor amiga de pequeños, esa persona con la que me había peleado una y otra vez por las series de dibujos animados, por el cubo y la pala, por elegir juego. En otras palabras, tú. Durante estos dos meses te he ido queriendo cada día más y más, me he enamorado de ti. Porqué eres la persona mas increíble que conozco, porque no sé, eres tú. No puedo evitar sentirme así. Como si quererte fuera una obligación y no la pudiera evitar por mucho que lo intentara. Y lo he hecho, te lo seguro. Pero no hay marcha atrás y si no puedo evitarlo lo que si que puedo hacer es intentar que sientas lo mismo. Por eso fui al cine con mi hermana, la idea fue suya. Pensó que si íbamos juntos los dos, quizás podría conseguir algo. Tenía que conseguir que te fijaras en mí. Y estoy completamente seguro de que yo soy para ti, de que nunca podría querer a otra, y que tú eres para mí. Por que puedo hacerte feliz Laura. Y tú a mí. Llevo así demasiado tiempo. Pensé que si empezábamos de cero las cosas cambiarían, pero no ha sido así. No quiero que seas mi amiga. Quiero que seas mi novia. Por favor, di que sí.
Me quedé ahí, quieta, no era capaz de moverme. Sentía como mis latidos aumentaban el ritmo a dos mil por hora, parecía que el corazón se me iba a salir del pecho y que en cualquier momento empezaría a bailar de la alegría.
Quería abrazarle, besarle, decirle que yo sentía lo mismo, que no sabía lo feliz que me acababa de hacer pero mi cuerpo no reaccionaba.
-¿Laura?
Por fin conseguí hablar.
-Alberto, la verdad es que yo. . .
-¿Qué?
-Que te creo, y que lo del cine funcionó.
-¿Qué quieres decir?- Por favor, no era tan difícil. Sus ojos, que hasta entonces habían estado fijados en el suelo se levantaron de golpe y se fijaron en los míos, lo que me dificultó un poco la concentración.
-Pues eso…Que lo siento, pero estoy enamorada.
-¿De quién? No será de Ismael, ¿verdad?- Y lo diría en serio. No podía creerlo. ¿Necesitaría un cartel o algo?
Le sonreí y me miró confundido.
-Pues…no, precisamente. Es de otra persona.
-¿De quién? No me dejes así.
-De ti, tonto. -Antes de que pudiese reaccionar, me encontré con sus labios sobre los míos. Al principio, no podía moverme de la felicidad. Era curioso como en apenas tres días podía haber empezado a quererle tanto. Supongo que siempre fue así, solo que me empeñé en evitarlo. No sé por qué pero vino a mi cabeza un recuerdo de los dos de pequeños. Estábamos en un parque de enfrente de mi casa los dos junto con nuestros hermanos. Tendríamos nueve años como mucho. De pronto, Alberto se fue corriendo sin decir nada y le seguí. Cuando le alcancé, le pregunté el por qué de salir corriendo así sin más y no me contestó, solo me ofreció una hoja doblada. Cuando la abrí me fijé en que estaba rota por el centro y formaba un corazón. Entonces  la miré, ambos sonreímos a la vez y me dio un beso en la mejilla. No recordaba nada más, pero la sensación fue la misma. Por aquel entonces y aunque yo era muy joven como para darme cuenta, no era un simple amigo. Cuando volví a la realidad, Alberto despegó sus labios de los míos y me estrechó entre sus brazos mientras sonreía con esa maravillosa sonrisa.
-Sí, yo también lo recuerdo.
Me separé de él sorprendida, pero cuando nuestras miradas de cruzaron supe que él también lo había recordado. No dije nada, no hizo falta. Di un paso y me protegí entre sus brazos de nuevo. Nos quedamos así, abrazados los dos sin decir nada, oyendo únicamente los latidos del corazón del otro.

6 comentarios:

  1. Muy buena historia y sobre todo muy bonita

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  2. Es una historia con la que sueñan muchos jóvenes. Sigue escribiendo. Espero que subas el próximo capítulo pronto

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    1. Muchas gracias!:D
      Eso voy a hacer :)
      El proximo viernes sin falta ;D

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  3. Muy buena historia con la que sueñan muchos jóvenes. Sigue escribiendo así. Espero que subas pronto el próximo capítulo

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