¿Qué hacía en mi casa?
-Hola, Laura. Me he cruzado
con tus padres por la calle y me han invitado a comer. Espero que no te
importe. –Increíble. Estaba segura de que
no le importaba ni yo, ni lo que pensara sobre él, solo ese estúpido
cofre. Y mis padres ni le conocían. Alistar me había estado vigilando mucho
tiempo, por lo que le habría descrito como eran y dónde podía encontrarlos. Un
repentino odio me llenó por completo. Odio hacia él, hacia Rubén, hacia mi don,
y todo lo relacionado con él. Hasta a mi abuelo, por ser un mago. Si él hubiera
sido normal, ahora yo también lo sería. Al momento me arrepentí de haber
pensado así. Estaba claro que mi abuelo no tenía la culpa. Había sido muy
egoísta al pensar algo así. Era yo la que estaba montando un drama de todo
esto, él había sido capaz de tener una vida normal, dejando su don aparte. Y yo
también podría hacerlo. No quería que el hecho de ser una maga, por decirlo de
alguna manera, me destrozara la vida. Aunque claro, no toda la culpa era mía,
Rubén era el que lo había empeorado todo. Él y
Alistar. Y no iba a continuar así. No iba a darles el gusto de ver como me
amargaban.
Apreté los dientes y me forcé
a mi misma a sonreír con amabilidad. Mis padres no sabían nada, y quería que
siguiera siendo así.
-Claro que no. ¿Qué hay para
comer, mamá?
-Arroz a la cubana con pollo.
Si hubiera sabido que iba a venir a comer, habría hecho otra cosa, pero ya no
tengo tiempo…- Se lo dijo a Rubén y me enfadé aún más. Si no le gustaba que se
aguantara,
nadie le había invitado.
-No hay problema.
-Mamá, voy a cambiarme.
Cuando esté la comida avísame, por favor. – Necesitaba alejarme de Rubén. Si
seguía a su lado, corría el riesgo de no poder controlarme y usar mi don contra
él. Y eso no me convenía, porque podría
lanzarme un hechizo aún más fuerte. Fui a mi habitación, me cambié de
ropa y bajé las escaleras. Mi padre y mi hermano estaban ya sentados en la mesa
con Rubén. Mi madre estaba llevando cosas a la mesa. En ese momento, me entró
curiosidad por saber algo sobre mi abuelo. Miré a mi madre entrando en la
cocina, y pensé que siendo su padre, seguramente le habría ocultado que era un
mago. Y además, si intentaba sonsacarle alguna cosa,
me haría un montón de preguntas que no podría
contestar. A mi padre, tampoco. Se lo terminaría contando a mi madre, así que
no me convenía, y aparte, ¿por qué iba a
saber él algo?
Solo me quedaba mi hermano.
Cuando yo era pequeña, él y Adolfo habían estado muy unidos. Podía saber algo y
confiaba en él. Si le decía que no se lo contara a nadie no lo haría., estaba
segura.
Me acerqué a la mesa y me
senté a su lado.
-Jorge… ¿Podemos hablar un
momento?
-¿De qué?
-Vamos a tu habitación. –Le
miré y pareció comprender que no podía saberlo nadie más. Tras pensar unos
instantes, asintió y nos levantamos los dos a la vez. Subimos las escaleras sin
hablar ni mirarnos. Al abrir la puerta de su habitación me senté en su silla y
él en la cama.
-Bueno, ¿de qué querías
hablarme?
-Esto…Del abuelo.
-¿Fernando?
-No…Adolfo- su expresión me
transmitió una profunda tristeza, aunque duró solo un momento, ya que enseguida
volvió a ser la misma de siempre.
-¿Por?
-Simple curiosidad.
-Si, si... Laura, no me lo
cuentes si no quieres, pero sé que no es solo curiosidad. Si fuera así, me
habrías preguntado hace mucho. –Bajé la cabeza con
vergüenza, me había pillado.
-La verdad es que hay algo
más que curiosidad, sí.
-¡Lo sabía!- Se rio con ganas
y me miró con satisfacción.
-Bueno…No te lo puedo contar,
lo siento, pero necesito que me cuentes
la verdad. Es importante.
-De acuerdo. Puedes contar
conmigo.
-Pues…Verás… ¿Alguna
vez…notaste algo raro respecto al abuelo?
-¿A qué te refieres con algo
raro?
-Pues a eso…Algo raro, fuera
de lo común…
-Laura, sé perfectamente qué
significa raro. –Muy gracioso. Me crucé de brazos y se volvió a reír. Empezaba
a dudar se preguntarle a él había sido una buena idea.
-¿Podemos ser serios? Por
favor.
-De acuerdo. La verdad es que
no lo sé, Laura. Cuando murió yo era pequeño, tenía 14 años, hace 6 años.-Pues
vaya. ¿Cómo nos podía haber ocultado algo así a todos?
-Bueno, pues nada.
Empecé a andar hacia el
pasillo, y cuando fui a abrir la puerta, me llamó.
-Espera, Laura…Sí que hay
algo. Es tan solo un sueño, pero… me parece que debo contártelo. Tenía 14 años.
Fue dos semanas después de que muriese. Estaba en mi cama, leyendo un libro que
él me había regalado, cuando apareció, sentado en una silla. Me puse de pie de
inmediato, asustado.
Sabía que él había muerto. Y
parecía tan real…Me dijo que no me asustara. Antes de que le pudiera contestar,
me dijo que prestara atención, que tenía poco tiempo, y lo que iba a decirme
era importante. Asentí con la cabeza y me dispuse a escuchar lo siguiente.
“Llegará un momento en el que
Laura te pregunté por mí. Debes decirle todo esto, palabra a palabra. No se te puedo olvidar nada, es muy
importante.
Las cosas no son lo que
parecen. El pasado queda oculto en medio de los recuerdos, si quieres descubrir
algo sobre ellos, busca aquello que haga
que sean eternos. Nunca intentes huir del pasado, debes afrontarlo porque al
igual que lo pasado no se puede cambiar, el futuro está en tus manos. Es una
hoja en blanco, lista para que la escribas. Elije bien cada palabra que vayas a
usar y sobretodo, por lo que quieres que te recuerden.” Me quedé quieto, pensando en lo que me
acababa de decir. Cuando levanté la cabeza para preguntarle por su significado,
había desaparecido. Y en ese momento me desperté. No volví a soñar con él, y
tampoco se lo conté a nadie. Pero siento que este es el momento.
No tenía sentido. Mi abuelo
me había dejado un mensaje a través de mi hermano. ¿Por qué no decírmelo a mí
directamente? ¿Y si no le hubiera preguntado? Nunca lo habría sabido. Aunque él
parecía tener muy claro que de alguna manera me enteraría. “El pasado está
oculto entre los recuerdos...” ¿Qué quería decir? “Busca entre ellos…”
-¿Laura? Venga, despierta.
Tenemos que ir a comer ya. –La voz de mi hermano me
llegó de lejos, un susurro que interrumpió el
hilo de mis pensamientos.
-Si…ya voy. –Aunque estaba
deseando investigar sobre el mensaje de mi abuelo,
tenía que bajar. Todavía estaba Rubén ahí,
esperando para comer. Algo mucho más grave y difícil de aguantar que todo lo
relacionado con mi abuelo. Bajé las escaleras detrás de mi hermano, deseando
que acabara pronto.
Cuando llegamos a la
mesa, mi hermano ocupó su anterior sitio, y yo me senté delante de Rubén.
Mi madre trajo enseguida el
primer plato y empezamos a comer. Mis padres no dejaron de hablar con Rubén y
mi hermano y yo nos limitamos a comer en silencio. No nos apetecía decir nada.
Jorge no era demasiado hablador y bueno yo…No tenía intención de hablar
con Rubén más de lo necesario. Cuando acabamos
de comer el primer plato mis padres se levantaron y empezaron a recoger.
Miré a Rubén y vi que él
también tenía su mirada fijada en mí. Y no era una mirada de odio, sino amable.
Sus labios se curvaron en una sonrisa, lo que hizo que se notara más la
cicatriz que tenía en su mejilla. ¿Qué pretendía? Seguramente pensaría que si
era amable conmigo sería más fácil utilizarme. Pues no.
Estaba muy equivocado, no me rendiría sin
luchar. Y mucho menos caería en sus garras. Su mirada cambió. Se volvió dura y
me hizo sentir indefensa. Bajé la mirada, pero al momento me arrepentí. No
quería que pensara que era una debilucha. Volví a fijar mis ojos en los suyos y
le sonreí, con un pensamiento en mente. “Eso es. No le des lo que él espera.”
Pareció sorprendido y enfadado, pero enseguida bajó la mirada. No lo entendí.
¿Por qué no había hecho nada? La respuesta me vino al instante. Mi madre
acababa de entrar en el salón seguida de mi padre. Puso en el centro el segundo
plato, y empezó a servirnos.
Cuando cogió el plato de
Rubén, éste le sonrió y me quedé contemplando la cicatriz. Una pregunta invadió
mi mente. ¿Se la habría echo Alistar o mi abuelo? Era ridículo pensar eso, no
tenía ninguna prueba, pero algo me decía que no me equivocaba. “Bueno, eso
ahora no importa, lo importante es descubrir que pasa con Alistar, Rubén y mi
abuelo. Todo lo demás es secundario.” Seguí comiendo lo más rápido que pude y
cuando terminé me levanté, cogí mi plato y fui a la cocina. Lo dejé en la pila
y me apresuré a subir a mi habitación poniendo como excusa que estaba sonando
mi móvil. Cuando llegué, me tumbé en la cama y me puse a pensar en lo me había
dicho mi abuelo. Bueno, en lo que le había dicho a mi hermano. No se me ocurría
que podía significar. “Busca entre los recuerdos…” ¿Qué significaba eso?
Los recuerdos…Los recuerdos…
¿Cómo iba a buscar entre ellos? ¡Son recuerdos! Aunque claro él no me había
dicho que buscara entre ellos, sino entre lo que hace que sean eternos. ¿Qué
hace que un recuerdo sea eterno? Tú recuerdas algo vivido cuando ves algo
viejo, como un juguete de cuando eras un niño. O una dedicatoria de una amiga
que hace mucho tiempo que no ves…Incluso una prenda de ropa. ¿No podía haber
sido un poco más específico? Justo en ese momento sonó mi teléfono y del susto
pegué un brinco.
-¡Hola! ¿Quién es?
-¡Laaaaaaura! ¿Qué tal?
-Hola, Lucía. Pues muy bien,
¿y tú?
-Igual. Te llamo por qué
estoy un poco aburrida. No molesto, ¿verdad?
-Claro que no. –Me entraron
ganas de preguntarle por el “acertijo” de mi abuelo. A lo mejor ella sabía algo
y ya no me quedaban ideas. Total, por probar no perdía nada…-Lucía oye… ¿Qué
dirías que hace eterno un recuerdo?
-¿Eh? ¿Y esa pregunta?
¿Eterno un recuerdo? No sé… ¿Una foto?- No había pensado en eso. Una foto
plasma un momento de tu vida, lo hace eterno, ya que cada vez que la ves lo
recuerdas. Sí. Podía ser eso. ¿Pero de donde iba a sacar una foto? Tenía que
ser de él, claro. Pero todas sus cosas estaban en su casa…Y quedaba a una hora
en coche desde la mía. Sin coche, una hora y media. Y eso andando deprisa. Y
aparte estaba el asunto de las llaves. Aunque…pensándolo bien, mi madre se
había traído algunas cajas. En ellas había álbumes de fotos, ropa vieja,
muñecas de cuando era pequeña…Quizás en algún álbum encontrara algo.
-¿Hola?- Pobre Lucía, la
había dejado hablando sola después de todo lo que me había ayudado.
-Lo siento mucho y muchas
gracias. Eres la mejor. En serio. –Oí su risa en la otra línea y sonreí. Sin
duda, Lucía era una de las mejores personas que había en mi vida e iba a ser
así mucho más tiempo.
-No te preocupes y de nada,
supongo. No sé en que te he ayudado exactamente pero bueno. ..
No pude evitar una carcajada.
-Ya te lo contaré.
-Vale. Oye, me tengo que ir.
Luego conéctate y hablamos.
-Vale, adiós. Un besito.
Colgué y subí a la
buhardilla. Al momento encontré las cajas de mi abuelo. Las abrí y miré en su
interior. Había de todo. Ropa, dibujos de mi madre cuando era pequeña, algún
que otro juguete…Al fondo estaban los álbumes. Saqué uno
de los tres que había, y empecé a buscar,
aunque no sabía muy bien que iba a encontrar. Nada. Saqué el segundo y de
nuevo, nada. Por último saqué el tercero, pero tampoco estaba lo que andaba
buscando. Justo cuando lo iba a meter, se cayó un sobre de su interior. Era una
carta. Lo abrí con cuidado y tras desdoblar la carta, me apresuré a leer lo que
ponía. No pude evitar soltar un grito de sorpresa. La carta decía lo siguiente:
Querido Adolfo:
Respondiendo a tu pregunta, no, no tienes necesidad de
ocultarle nada a Alodia. Después de todo, ella está al corriente de todo lo
demás. Y al resto…Bueno, preferiría que las cosas siguieran como están, es
decir, que no supieran nada. Lo siento, sé que es duro para ti mentir a tanta
gente. Pero es necesario, y los dos lo sabemos.
Pasemos a lo importante. Llevó dos semanas camuflado,
espiando a Meanet el máximo de horas posible. Se está haciendo muy fuerte.
Parece tener algo en mente que todavía no he descubierto. Cuando lo haga,
seguiré con el plan que ideamos, pero sigo sin estar muy convencido. ¿De verdad
crees que va a creer que quiero ser su
aliado? No te preocupes, lo voy a intentar. No me estoy viniendo abajo.
Te agradecería que me mandaras más información sobre
Laura. Una foto o algo así, es difícil proteger a una persona si no sabes cómo
es.
Te mando un pequeño regalo. Es una foto de nosotros
tres cuando éramos unos niños. Qué tiempos…
Tu amigo,
Alistar.
Tras doblar la carta, miré la
foto. El tiempo había hecho que perdiera calidad, pero podía verse perfectamente
como los tres sonreían. Cuando iba a guardarla, me di cuenta de que tenía algo
escrito por detrás. Me acerqué a una lámpara y empecé a leer.
Espero que encuentres esto pronto y que el mensaje de
Jorge te haya servido. Sé que ahora mismo estrás echa un lío, yo también lo
estaría. Pero debes ser fuerte, Laura. No eres una cría ya.
Eres una maga. Y como tal, tienes unas
responsabilidades determinadas. Me encantaría poder estar ahí para ayudarte,
pero no es posible. No obstante, no necesitas mi ayuda. Lo primero, debes saber
en quién confiar y espero que la carta anterior te haya servido para averiguar
que Alistar no es el enemigo. Y debo decirte que Meanet no es lo único
peligroso de ahí fuera. Yo me di cuenta demasiado tarde y ahora mírame…No soy
nada. Pero tú sí, Laura. Eres la única capaz de resolver todo esto. Cuando
puedas, ve a hablar con Alistar. Llévate esta foto y la carta, te lo explicará
todo. Siento no poder estar ahí contigo,
pero muy pronto nos volveremos a ver, confía en mí.
No sabía que pensar. Entonces…
¿Todo había sido un engaño? ¿Alistar había fingido estar del lado de Rubén para
acercarse a él y poder pararle? ¿Por qué no me lo había dicho?
Bajé las escaleras y comprobé
que ya no estaba Rubén.
Me despedí de
mis padres, salí de casa y me encaminé hasta la papelería de Alistar con la
carta y la foto en la mano.
Necesitaba saber la verdad de
una vez por todas. Al entrar, Alistar me hizo un gesto para que le siguiera. Sorprendida,
le seguí y lo que vi me dejó sin palabras. Cuando por fin pude hablar, una
única palabra consiguió salir.
-¿Abuelo?
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Siento la tardanza, no he tenido casi tiempo de escribir y cuando lo hacía, eran auténticas porquerías.
Sí, sé que más largo de lo habitual, pero una vez tuve la idea, no pude pararla y todo me parecía importante.
Bueno, no os quiero quitar más tiempo. Espero que la espera haya merecido la pena y que este capítulo os guste.
Un beso:)