lunes, 22 de octubre de 2012

CAPÍTULO 18:) (Segunda parte)


-Hola. –Su voz sonaba triste y sentí como se me partía el corazón.
-Hola. ¿Cómo estás? –Esperaba que me dijera que bien, aunque sabía que no iba a ser así.
-Pues…bueno. ¿Y tú?
-Alberto, yo…No sabes como me duele verte así.
-Si, sí que lo sé. Pero no puedo evitarlo. ..¿Has visto mi mensaje?
-Lo vi enseguida. Yo tampoco pude dormir casi. –En cuanto terminé de hablar  me arrepentí de haber dicho eso. Si sabía que estaba mal, se pondría peor.
-Deberías descansar…
-Y tú también. ¿Dormiste algo?
-No demasiado….Cuatro horas, a lo mejor. Bueno, eso no importa. ¿Puedes venir a mi casa? Iría a buscarte yo.
-Sí, nos vemos a las seis.
-De acuerdo.
Se produjo un incómodo silencio. Oí como Alberto suspiraba y me sentí de nuevo la peor persona del mundo por hacer que pasara por todo esto. Pero no sabía que decirle y mucho menos que hacer para evitarlo. Al final, después de los que me parecieron los minutos más largos de mi vida, habló él.
-Bueno, Laura…me tengo que ir. Luego nos vemos. Te quiero.
-Vale, adiós. Te quiero muchísimo.
-Lo sé.
-Alberto, yo…Lo siento.
-Yo también… Adiós, te quiero. –Colgué y empecé a llorar casi sin darme cuenta. Me senté en el suelo de mi habitación y lloré, lloré y lloré. Cuando por fin pude parar me levanté y di varias vueltas por la casa.
La cocina, el baño, el comedor, todas las habitaciones me traían tantos recuerdos…Hasta iba a echar de menos mi casa. Sabía que en algún momento la tendría que dejar atrás, pero nunca me pude imaginar que serían tan pronto, y menos aún por esto.
Oí la puerta de la calle abriéndose y corrí al baño.
-¿Laura?
-Estoy en el baño, mamá, ahora salgo.       
Me lavé la cara y después de comprobar que no parecía que hubiera estado llorando, salí y fui a saludarles.
-¡Hola! ¿Qué tal?
-¿Bien y tú?- La voz de mi madre me llegó desde la cocina, por lo que fui ahí.
-Bien, me he despertado hace poco.
A pesar de que me esforcé por disimular, mi madre me miró y supe enseguida que me había descubierto. Bajé la cabeza y fui al salón. Me senté en un sofá y empecé a “leer” un libro que había encima de la mesa. Solo cuando llevaba cuatro hojas, conseguí centrarme lo suficiente en la lectura como para ser consciente de qué estaba leyendo. Miré la portada y vi que no me equivocaba. “Harry Potter y la Cámara Secreta.”
Mi hermano vino y se sentó a mi lado.
-Hola. –Ni siquiera le miré más de cinco segundos. Comprobé que era él y seguí con mi libro.
-Qué hay.
-Nada.
-Bien.
Así de expresivos y divertidos somos yo y Jorge. Bueno, no siempre, otras veces somos lo más divertido que te puedes encontrar, pero esta vez…No estaba de humor, y al parecer él tampoco.
Encendió la tele y puso una película, aunque casi ni había empezado cuando lo apagó y se levantó. Le seguí con la mirada preguntándome que qué le pasaría. Me levanté y fui tras él. Cuando llegamos a su habitación y se sentó en la mesa, se dignó por fin a hacerme caso.
-¿Porqué me sigues?
-¿Qué te pasa?
-Nada importante.
-Puedes contármelo.
-No, no merece la pena.
-De acuerdo…-Salí de su habitación sabiendo perfectamente que algo le pasaba, aunque no quería contármelo. No le iba a obligar, después de todo yo había sido igual.
Llegó la hora de la comida y comimos en silencio los cuatro. Después Jorge y yo vimos una serie a la que ninguno hizo demasiado caso y empecé a arreglarme a las cinco y media.
 A las seis en punto, Alberto llamó al telefonillo y tras despedirme de mis padres y de Jorge, me fui con Alberto. Como saludo nos dimos un beso y de la mano, empezamos a andar hacia su casa. Ninguno decía nada, y a pesar de que el silencio no era incómodo, me moría de ganas de que lo rompiera, pero hasta que no llegamos a su casa no habló.
-¿Quieres que subamos o prefieres que nos quedemos por aquí?
-Prefiero subir.
-Yo también. –Cogió las llaves y abrió la puerta de su casa. Nada más entrar me di cuenta de que era la primera vez que subía su casa. Cuando era pequeña si había estado, pero desde entonces había cambiado mucho. Después de enseñarme el resto de la casa, fuimos a su habitación. Se sentó en la silla y yo en su cama.
-¿Cuándo te vas a ir? –Estaba claro que no pensaba andarse por las ramas.
-Pues…No lo sé, lo antes posible…-Ya sé que era difícil no hablar de eso, pero si me quedaban dos o tres días a su lado, quería aprovecharlos lo mejor posible.
-Entiendo…-¿Entiendo? ¿No tenía otra cosa que decir?
-La verdad es que no lo sé. Cuánto tiempo me quede aquí más fácil será despedirme luego.
-Si tienes razón. Se levantó se la silla y se sentó a mi lado. Me acerqué a él y puse mi cabeza en su hombro. Noté como su cuerpo se estremecía.
-Te voy a echar muchísimo de menos. –Lo dije casi sin pensar.
-No.- Tardé unos instantes en reaccionar.
-¿Cómo que no?
-Pues eso, que no. No vas a poder echarme de menos. –Cada vez le entendía menos. ¿Cómo que no iba a poder? ¿A qué se refería?
-¿Cómo que no voy a poder?
-Sí, no vas a poder. Lo he pensado mucho. Quizás sea una locura. Pero sé que es una locura sin que la que no podría ser feliz.
-No te entiendo.
-Laura, es muy sencillo. No pienso dejar que te enfrentes tú sola a todo esto. Voy contigo, quieras o no. Aunque no tenga ningún don, te protegeré de todas las maneras posibles. Eres mi novia y te quiero más que a cualquier otra persona en el mundo, no pienso separarme de ti por esto. ¿Qué vas a Plutón, Marte o a dónde sea? De acuerdo, pero conmigo.

domingo, 21 de octubre de 2012

CAPÍTULO 18 :D (Pirmera parte)


Me desperté en medio de la oscuridad y miré a mi alrededor desorientada. Estaba en mi habitación, tumbada en la cama, pero por mucho que pensaba no recordaba como había llegado hasta ahí. Miré el despertador y vi que eran las cuatro y cuarto de la madrugada. Poco a poco iba recordando que había pasado y deseaba no haberlo hecho. Antes de volver a echarme a llorar, me levanté y vi que todavía estaba vestida.  Nada más llegar a casa debí irme a mi habitación y dormirme. Tenía hasta los zapatos puestos. Sin hacer ruido fui al baño, me lavé la cara y me recogí el pelo como pude. . Fui hasta mi habitación y me senté en la silla del escritorio. Cogí mi móvil y vi que tenía un mensaje de Alberto de hacía media hora. ¿Porqué estaba despierto? Lo abrí nerviosa.
“Hola, cariño. Supongo que estarás durmiendo,  pero yo no podía. No dejo de pensar que tarde o temprano tendré que decirte adiós. Y eso me está destrozando. Quiero que mañana hablemos,  te espero a las seis en mi casa. Te amo.”
Lo leí varias veces antes de responder. Iba a darle a enviar cuando me di cuenta de la hora. Aunque antes estaba despierto a lo mejor había conseguido dormirse y no quería despertarle. Guardé el mensaje en borrador, me levanté y me fui a la cama, sintiéndome la peor persona del mundo por hacer que se sintiera así. Me tumbé en la cama y cerré los ojos. Me puse en una postura, en otra, di varias vueltas, pero no conseguía dormirme. No dejaba de pensar en Alberto y en todas las demás personas que dejaría atrás.
Así iba a ser imposible dormirme….Me levanté y fui a la cocina sin hacer ruido. Me serví un vaso de agua que bebí a sorbitos y miré el reloj.  Las cinco menos cuarto. ¿Qué podía hacer despierta a esa hora?
Volví a mi habitación y cogí el móvil con los cascos. Me tumbé en la cama, puse música y cerré los ojos. A los cinco minutos me quité los cascos y suspiré. Al parecer lo de dormir iba a ser más un imposible que otra cosa. Dejé el móvil en la mesa y me volví a tumbar. Al poco tiempo oí como la puerta de mi habitación se abría. Cerré los ojos con fuerza como reflejo y me hice la dormida. Noté como alguien se sentaba en mi cama y me llamaba. Abrí los ojos y vi a Jorge.
-¿Qué haces aquí?
-Llevo un rato escuchándote y no me puedo dormir ya. Ya que me has despertado podrías decirme que te pasa, ¿no crees?
-Lo siento…-Me incorporé y me senté a su lado.
-No pasa nada, pero dime, ¿qué te pasa? –Le miré sin saber que decir. No sabía si podía saber algo, aunque claro, antes o después se terminaría enterando y necesitaba desahogarme. Pero, ¿qué podía contarle? ¿Que los magos existían y yo podía ser uno de ellos? Y no solo eso, también que me iba a Plutón para vencer a un poderoso y malvado mago al que ya se habían enfrentados otros magos, entre ellos nuestro abuelo. Si le decía todo eso podían ocurrir dos cosas. Una, que creyera que me lo estoy inventando todo y me considerara una loca y otra que con mucha suerte confiara en mí y me supiera decir que era lo mejor. Aunque conociendo a mi hermano, lo más posible es que no se lo creyera hasta que no se lo demostrara y no me apetecía demasiado y menos aún a esas horas.
-No me pasa nada, tranquilo. Vete a la cama. –Me miró con cara de incredulidad pero no quiso insistir más, se levantó y se fue. Después de todo era mi hermano y me conocía, sabía que si no se lo había contado ya, no se lo iba a contar por mucho que insistiese.
Miré de nuevo el reloj. Las seis menos cuarto. Me tumbé en la cama y cerré los ojos. Aunque no me fuera a dormir, no tenía nada mejor que hacer a esa hora que volver a intentarlo. Sorprendentemente, lo conseguí. Me desperté a las once y diez, por la luz que entraba en mi habitación. Me incorporé y vi que la almohada estaba mojada. Debía de haber estado llorando en sueños. Genial. Me levanté y me froté los ojos varias veces. Me escocían bastante. No quise ni mirarme al espejo, me daba miedo la pinta que pudiera tener. Baje a la cocina arrastrando los pies.  Pegada en la nota había una nota que ponía que mis padres y mi hermano habían salido y volverían a la hora de comer. Genial, toda la mañana sola. Me preparé la leche con cola-cao y cogí un croissant de chocolate. Me senté en la mesa para empezar a desayunar pero fui incapaz de comer algo. Mi estómago parecía haberse cerrado. Dejé cada cosa en su sitio y subí a mi habitación. Cogí el móvil y vi que tenía una llamada perdida de Alberto. Le llamé y en seguida me lo cogió.

lunes, 17 de septiembre de 2012

CAPÍTULO 17:) (parte 2)


Cogí el móvil para llamarle, pero antes de que sonara una vez el pitido, colgué. No quería hablar con él así, necesitaba hacerlo en persona. Fui hasta su casa y llamé al telefonillo. Mientras esperaba a que contestaran, miré al cielo y comprobé con sorpresa que ya era noche cerrada. Contemplé la Luna y pensé si en Plutón la podría ver. Hasta eso iba a echar de menos, mirar la Luna por la noche. Siempre me habría transmitido paz. Incluso ahora, conseguía tranquilizarme. La voz de Alberto me devolvió a la realidad.
-¿Quién es?
-¿Alberto? Soy yo, Laura. Por favor ¿puedes bajar un momento? Necesito hablar contigo…-
-Ahora mismo estoy ahí. –Debió de notar algo raro en mi voz, porqué no había pasado ni un minuto y ya estaba en la puerta. Salió del portal y fui directa a abrazarle.
-¿Qué te pasa?-Me envolvió con sus brazos y apoyé la cabeza en su hombro. Por un instante, olvidé todo, y no pude pensar en nada que no fuera él. Me sentía tan bien, tan protegida…Pero en cuando nos separamos y me miró a los ojos, fui perfectamente consciente de que mientras yo estuviera aquí, él más que nadie estaría en peligro., Meanet ya había intentado atacarle una vez.
-Alberto, yo…Yo…
-Espera, vamos a otro sitio. –Me cogió la mano y me llevó a un pequeño parque.  Estaba en una zona en la que no había mucha luz, y la luz de la Luna nos alumbraba débilmente. Nos sentamos en un banco y me puso un brazo sobre los hombros.
-¿Qué te pasa, Laura?-Antes de contestar, pensé en cómo iba a explicárselo, en como iba a decirle que me iba y que quizás hasta dentro de bastante tiempo no volveríamos a vernos. Las lágrimas amenazaron con salir otra vez, pero esta vez me aguanté las ganas de llorar, suspiré y empecé a hablar.
-Verás, Alberto… ¿Tú sabes que Meanet va a por mí no? –Asintió con la cabeza y me animó a continuar.
-Pues…he hablado con Alistar y me ha dicho que…
-¿Qué te ha dicho?
-Que debo irme de aquí. –Me miró confuso y me apresuré a explicarme. –Me voy a Plutón para poder derrotar a Meanet junto con Alistar y otros magos. –Por fin lo había soltado. Debería haberme sentido aliviada pero en lugar de eso,  me di cuenta de que realmente iba a alejarme de él,  por no sé cuánto tiempo y noté que algo me oprimía el pecho cada vez más fuerte. Su brazo se tensó y vi como se levantaba sin darme tiempo a evitarlo. Me levanté al segundo y me puse a su lado.
-¿Porqué? ¿Por qué tienes que irte? Tu sitio está aquí, junto a mí y a tu familia. –Tenía razón y lo sabía, pero no podía abandonar a Alistar así, después de todo.
-Lo sé, pero tienes que entenderlo. Dio un paso y apretó los puños con furia.
-¡No, no lo entiendo! Lo siento…Pero no lo entiendo. ¿Y cuándo vas a volver?-Se me hizo un nudo en la garganta.
-No…No lo sé. Puedo tardar una semana o incluso un año…-No quise decirle que a lo mejor ni volvía. Alistar no me lo había dicho, pero sabía que existía esa posibilidad.
-Un año…-Me acerqué a él y le puse una mano en el hombro. Seguía sin mirarme.
-Alberto… Yo… Lo siento muchísimo. No quiero irme, desearía quedarme aquí contigo, pero sé que no puedo…Si no, os hará daño a todos…Y no pienso permitirlo. -Me cogió la mano y se giró.
 Le miré una vez más. Así, con el pelo revuelto, los ojos brillantes por la emoción y la luz de la Luna, estaba más guapo que nunca. Me acerqué y sin darle tiempo a rechazarme le besé. Sabía que aquello estaba mal, que en apenas unas horas me iría de su lado y ni siquiera sabía si iba a volver. ¿Cómo podía estar pasándonos esto? Nos separamos y me giré para limpiarme las lágrimas. No quería que lo pasara aún peor por mi culpa y si me veía llorando, las cosas no mejorarían.
-No te vayas... Si te quedas aquí te ayudaré a luchar contra él, juntos lo venceremos.- Mis ojos se clavaron en los suyos y rojos e hinchados por las lágrimas, hicieron que el nudo de mi garganta se hiciera aún mayor y no pudiera hablar. Cuando lo conseguí, las palabras salieron en un susurro & no me expliqué como pudo oírlo, pero sin duda lo hizo, porque me contesto, esta vez sin ocultar las lágrimas.
-No me queda más opción, lo sabes...
-¿Y qué pasa conmigo?- ¿Qué pasa con él? Pues que iba a seguir queriéndole igual. Aunque estuviera a miles de millones de kilómetros, le iba a querer igual. No podía ser de otra manera.
-Siempre te voy a querer. Siempre. Estando a diez, veinte, mil kilómetros. ¿No lo entiendes?
-Sí, pero aun así sigo sin querer que te vayas. Te necesito aquí, no lejos de mi lado. -Las lágrimas le empezaron a caer una tras otra, no podía evitarlo. Me abrazó y aspiré su aroma una vez más. Cerré los ojos y apoyé la cabeza en su hombro, como otras tantas veces.
-Te quiero.
-Y yo.
-Siempre, ¿de acuerdo?
-No lo dudes.  

CAPÍULO 17:) (PARTE 1)


 Nos terminamos los sándwiches y nos sentamos en el césped.  El sol empezaba a ocultarse entre las montañas que teníamos delante,  por lo que calculé que debían ser las ocho y algo. Miré el reloj y como había pensado, eran las ocho. En ese momento caí en que me había ido esta mañana y le había dicho a mi madre que llegaría en poco tiempo. Cogí el móvil temiéndome lo peor. Diez llamadas perdidas, todas del mismo número, mi madre. Bueno, no, todas no. Había una de Ismael de las siete y media. ¿Qué querría? Me dio igual, ahora lo importante era mi madre y la bronca que me echaría al llegar a casa. Por no hablar de lo preocupados que estarían todos. Marqué su número y esperé mordiéndome las uñas a que lo cogiera. En cuando lo hizo, me apresuré a disculparme.
-Hola, mamá. Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento. Perdona, he pasado todo el día con Alberto. No me he dado cuenta de la hora, debería haberte llamado.
-Hola, no pasa nada. No te preocupes. A mediodía llamó la madre de Alberto y dijo que ibas a pasar el día con él. –No supe que contestar. ¿En serio había llamado Luisa? Bueno, me había ahorrado muchos problemas. Sentí una inmensa gratitud hacia ella.
-¿Te parece bien si voy a las nueve? –Crucé los dedos para que me dejara. No quería que este día con él acabara nunca.
-Vale, pero no más tarde. A las nueve y media vienen los tíos a cenar.
-Bueno, a las nueve estoy ahí. Adiós.
-Adiós.
Cuando al colgué no pude evitar soltar un suspiro de alivio.
-Era mi madre. Creía que me iba a echar una bronca increíble por llegar tan tarde y sin avisar, pero al parecer tu madre ha llamado para decirle que estaba pasando el día contigo.
Albero me miró sorprendido.
-¿Mi madre ha dicho eso? Si ni siquiera sabe que estoy contigo. Le he  dicho solo que pasaría el día fuera.
-¿De verdad?- No tenía sentido. Entonces, ¿cómo le había dicho eso a mi madre?-¿Estás seguro?
-Claro. Te aseguro que sé lo que digo.
-Pues no sé, pero vamos, que da igual.  No me ha castigado y punto. Eso es lo importante,
-La verdad es que sí. ¿Vamos a dar una vuelta? Estamos bastante lejos de tu casa y si tienes que estar ahí a las nueve, lo mejor es que nos vayamos ya.
-Lo que tú digas, aunque la verdad es que no me apetece nada moverme. Quiero quedarme contigo.
-Y yo contigo,  pero si llegas tarde no habrá nadie para salvarte de la condena que te impondrá tu madre, y no me gustaría tener que secuestrarte para verte si te castigan.
Nos reímos los dos y nos levantamos. Llevábamos poco andando cuando vimos una parada de autobús. Decidimos ir así hasta mi casa, llegaríamos antes y no tendríamos que darnos todo el paseo. A los cinco minutos pasó el que teníamos que coger. Nos montamos atrás y me cogió la mano. Al momento empecé a sentirme mareada. Oía la voz de Alistar en mi cabeza, cada vez más alto, llamándome. Una y otra vez.
-¿Laura? –Alberto me cogió la mano pero al momento pasó algo increíble, inexplicable. Mi mano pasó a través de la suya. Todo mi cuerpo se estaba volviendo transparente y la voz de Alistar no dejaba de llamarme. Mi cabeza daba vueltas. Todo mi cuerpo parecía estar dando vueltas. Cerré los ojos y apoyé la cabeza en mis manos, deseando que todo esto parase. Cuando los volví a abrir, el dolor había cesado, pero ya no me encontraba en el mismo lugar que antes. Miré a mi alrededor asustada, a pesar de conocer ese sitio, no entendía porque había aparecido ahí de pronto. Había pasado de estar en un autobús con Alberto a estar en la papelería de Alistar en un instante. ¿Y porqué estaba ahí? Estaba claro que Alistar era quién me había llevado ahí mediante un hechizo. Pero, ¿dónde estaba él? Me puse de pie y fui a la entrada a ver si estaba ahí. Y en efecto, ahí estaba, inclinado en una mesa en la que se encontraban unos papeles.
-¿Alistar?–Se giró, hizo una mueca extraña, como de enfado, tristeza y sorpresa a la vez.
-Te he llamado porque tengo que hablar contigo. Cuando Meanet se presentó aquí, me di cuenta de algo.
-¿De qué? ¿Y no tenías otra manera de hacerme venir hasta aquí, una que no fuera raptándome? ¿Y si me ha visto la gente del autobús?
-No, es urgente. Y no te ha visto nadie, porque para el resto del mundo, sigues en el autobús. –Le miré boquiabierta.
-¿Cómo es eso? –Me dirigió una mirada que claramente significaba “Mira que eres ingenua.”
-Es muy fácil. Un simple hechizo de copia. En el autobús, al lado de Alberto hay una copia perfecta de ti. Nadie se dará cuenta de que no eres tú.
-¿Y no hubiera sido más fácil decirme que viniera?  Así no te hubieras tenido que complicar tanto.
-No estaba seguro de que fuera a venir y es muy importante. Cuánto antes lo sepas mejor. –Terminó la frase y se dio la vuelta.
-¿Muy importante? ¿Qué pasa, Alistar? –Me miró y tras suspirar, me contestó con voz débil.
-Me he dado cuenta de que mientras estemos aquí, mientras tú estés aquí, no nos dejará en paz. Y me temo que a tu novio, Alberto, creo, tampoco. –Le miré sorprendida. ¿Mientras estuviera aquí? ¿Y dónde iba a estar si no?
-¿Qué quieres decir?-Se dio la vuelta y buscó una silla, que me ofreció para que me sentara. Le hice un gesto para que se sentara él y tras sentarse y soltar un suspiro, empezó a hablar.
-Pues quiero decir que aquí no puedes estar mucho más tiempo. Meanet no va a dudar en ir a por ti y a por tu familia, a por tus amigos incluso. No puedes estar aquí mucho más tiempo.
-Pero, ¿y dónde voy a estar si no?
-Conmigo en mi planeta. Es lo más seguro. Además, te necesitamos para derrotar a Meanet. –Noté como palidecía, mi cabeza daba vueltas y necesitaba sentarme. Alistar pareció darse cuenta, ya que se levantó y me dio la silla. La cogí con la mano temblando y me senté.
-¿Cuándo? –No quería mirarle a los ojos. Bajé la cabeza y fijé la mirada en mis zapatos.
-Lo antes posible. Mañana, en una semana como mucho. Debemos conducirle a nuestro planeta lo antes posible, para poder vencerle definitivamente. Y para eso, como antes he dicho, necesitamos tu ayuda.
-Pe…Pero, ¿cómo voy a irme? Aquí tengo a toda mi familia, a todos mis amigos, toda mi vida ha sido aquí. No puedo irme así porque sí…
-No te voy a obligar, Laura. No tengo el más mínimo derecho a hacerlo. Pero piensa que si no lo haces, Meanet podrá hacer daño a todas las personas que tú quieres. A todas. Si te vas, no las verás en un tiempo, pero cuando vuelvas, todos tus problemas habrán desaparecido. -¿Qué debía hacer? Tenía que salir de ahí, pensarlo con tranquilidad. Me levanté y tras despedirme rápido de Alistar, salí de la tienda. No sabía a dónde ir, pero tampoco me importaba demasiado en ese momento. ¿Qué podía hacer? ¿Debía irme? ¿Qué sería lo mejor? Y si me iba, ¿Qué pasaría con todas las personas que quería? ¿Por qué todo era de pronto tan difícil? Antes de darme cuenta, estaba llorando otra vez. Paré de andar y me sequé las lágrimas, aunque no servía de mucho, ya que no dejaban de caer. Al momento me rendí y seguí andando, sin mirar a nadie, sin un solo pensamiento en mente que no fuera como iba a separarme de todo lo que quería, en cómo decirles adiós a todos. Porque sabía que  lo que debía hacer era irme con Alistar para que todo esto terminara. Cuando levanté la mirada, vi que había llegado a mi casa. No podía entrar y ver a mi familia. Quería hablar con alguien y desahogarme antes y sabía quién era la persona adecuada. Alberto. 

viernes, 31 de agosto de 2012

Hola!:D

¡Hola a todos!:D Lo primero de todo quiero disculparme. Llevo sin subir capítulo un montón, pero no hay una razón, sino varias. Desde el primer momento, antes de irme de vacaciones, pensé en llevarme mi ordenador para poder escribir los capítulos y subirlos, pero hubo dos inconvenientes. El primero, la pantalla del ordenador se me rajó al segundo día y me daba cosa usarlo por si se rompía más, al final me resigné y hasta que lo lleve a arreglar, lo usaré, porque no puedo retrasar más la historia...-.-El segundo, estuve en tres camping diferentes y en los dos primeros había wi-fi, iba un poco mal pero haber había, el problema es que casi ni había empezado el capítulo y en el tercero, directamente ni había y me pasaba los días fuera, así que no tuve ni tiempo para sentarme a pensar y escribir algo que me gustase tanto como para dejarlo definitivamente en la historia. Cuando llegué a mi casa, hace seis días, lo primero que hice esa misma noche fue ponerme a escribir, pero no me salía nada. Las ideas están en mi cabeza desde hace mucho, pero no logro expresarme bien y este capítulo va a ser tan importante en la historia, que quiero que quede lo mejor posible y aparte, porque después de tanto tiempo, si es un capítulo malo....en fin, que parece que por fin vuelvo a centrarme desde ayer, así que lo estoy escribiendo y espero poder tenerlo para el lunes, de hecho, prometo que como muy muy tarde, lo subiré el LUNES 3. 
Como no escribo esta entrada solo para contaros eso, también es para poneros al día con las novedades de la historia,& aquí están. Primero, he decidido dividir el libro en tres partes. La primera, terminará con el próximo capítulo y con una decisión tomada por Laura que lo cambiará TODO, por lo que tendrá 18 capítulos. La segunda, la contaré en presente, y tendrá aproximadamente 16 capítulos y la tercera, también contada en presente, con epílogo incluido, tendrá 10 capítulos más o menos. Espero que en navidad haya terminada la segunda parte, y en semana santa la tercera y por lo tanto, el libro. Hablar de esto cuando aún queda tanto es un poco tontería, porque luego dios sabe lo que me pasará este año y si podré hacerlo como quiero, pero desde luego, estos son mis propósitos. Y la otra novedad es que habrá muchos más personajes en estas dos partes, espero que os gusten tanto como los actuales. Bueno, ya os dejo.
Un beso & a disfrutar lo poco que nos queda de verano^^

viernes, 3 de agosto de 2012

Capítulo 16:)



Así, abrazada a él, tumbada en un precioso parque y observando las nubes que invadían el cielo azul, me parecía estar en un sueño. Y realmente si así era mi realidad, soñar no me servía de nada, jamás superaría este momento a su lado.
-¿En que piensas?-Una amplia sonrisa se extendió por su cara. 
-En que cuando estoy contigo es como estar en un sueño, y cuando no, tengo que enfrentarme a la “dura” realidad. Es como si estuviera entre la espada y la pared, entre el sueño y la realidad.
Me quedé pensando en lo que acababa de decir, cuando él rompió a reír y me abrazó más fuerte. La verdad es que sonaba un poco absurdo. ¿Entre el sueño y la realidad? Que tontería.
-¿Y que le pasa a tu realidad?
-Pues…es agobiante. Quiero decir, por todo eso de Alistar, Rubén y mi abuelo…Siento que estoy en medio de una lucha, por decirlo de alguna manera. Confío en Alistar, pero no sé cómo puedo ayudarle y eso es lo peor. Que él también confía en mí. Y mi abuelo igual. Y está Meanet, quiero decir Rubén, que no sé que piensa hacer. Y pff,  siento que algo falla, que estoy pasando por alto algo importante…
-No te preocupes. Ya verás pronto te das cuenta de que es. Y bueno, no sé muy bien de que va todo esto, pero estoy seguro de que serás capaz de hacerle frente, yo estaré a tu lado para apoyarte.
Nos incorporamos los dos a la vez y paso un brazo por mis hombros.
-No te preocupes, ¿vale? Además, ahora estás conmigo, no pienses en nada más.
-Vale.
-Venga, vámonos. Todavía queda el sitio sorpresa. –Le miré y sonreí.
-Solo una pregunta, ¿está muy lejos?
Se rió y me ayudó a levantarme.
-Bueno, si salimos ahora, en unas dos horas estaremos ahí.
-¿En serio? No, ¿verdad?
-No, claro que no. Una vez que salgamos del parque, está a un cuarto de hora, creo. Llevo mucho sin ir.
-Bueno, podría ser peor.
-Pues sí, además estás conmigo. ¿Eso no mejora algo las cosas?
-Eso las mejora del todo. Venga, pongámonos en marcha. –
No había dado ni dos pasos cuando me puso las manos en la cintura y me empujo suavemente contra él. Cuando nuestros labios se encontraron, como otras tantas veces en ese día, sentí como un torbellino de felicidad recorría mi cuerpo.
Empezamos a andar y cuando llegamos a la puerta del parque  me tapó los ojos con un pañuelo.
-¿Y esto?
-Es una sorpresa. No puedes ver ni por dónde vamos.
-¡Pero no voy a ver nada!
-En eso consiste.  No te preocupes, yo seré tu guía.
-De acuerdo…Pero dame la mano, no me vaya a chocar contra algo, o peor aún, contra alguien.
Nos reímos los dos y noté su mano aferrada a la mía. La apreté fuerte y empezamos a andar.
-¿Queda mucho? –No tenía problema en andar, pero con los ojos tapados. ..Me sentía muy incómoda sin poder ver por donde pisaba, a pesar de tener a Alberto a mi lado guiándome.
-¡Que quejica eres!
-No…es que me resulta raro andar sin ver por dónde piso.
-No te preocupes. Yo te llevo, ¿crees que iba a dejar que te chocaras con algo?
-Claro que no, pero es una sensación extraña. Lo ves todo negro y sabes que no es así, que a tu alrededor hay farolas, semáforos, gente paseando, carreteras y demás,
-¿Quieres que te vaya describiendo todo lo que veo?- Al principio creí que lo decía en broma, pero su tono era serio.
-No, no hace falta. Tampoco es eso. –Oí como reía y esbocé una sonrisa.
-Vale, Laura. Ahora, cuando te diga gira hacia tu derecha, ¿vale?
-Vale. –Bajé un poco el ritmo y extiendí una mano intentando tocar algo. Al momento  noté como algo me agarraba, pero antes de que pudiera gritar o hacer cualquier otra cosa, Alberto me tapó la boca.
-Tranquila. Gira a la derecha.
Lo hice con cuidado, tanteando lo que había a mi alrededor. Cuando giré, me cogió de la otra mano y seguimos andando.
-A partir de aquí todo es en línea recta. Ya casi estamos.
El resto del camino fue en silencio. No dejaba de pensar en qué podía ser ese sitio sorpresa. Ni siquiera tenía una ligera idea. Las adivinanzas nunca fueron lo mío. Seguimos andando durante diez minutos aproximandamente, en los que intenté adivinar algo por lo que oía a mi alrededor. Me pareció que nos alejábamos del ruido de la ciudad. Poco a poco, estábamos dejando a atrás el ruido de la gente y los coches circulando por las calles.
Sí. Definitivamente, nos estábamos alejando. Intenté recordar que había a las afueras, pero solo recordaba la salida que más cerca estaba de mi casa y desde luego, por esa no podíamos salir. Suspiré y abandoné definitivamente la idea de averiguar a dónde íbamos antes de llegar. Cerré los ojos y me dejé llevar.
Cuando paramos, Alberto me quitó la venda de los ojos y tras pestañear varias veces, miré a nuestro alrededor. Delante nuestra había una gran casa antigua. Las paredes eran beis y el tejado era de tejas azul oscuro. La puerta era grande y marrón. Tenía en la fachada principal dos ventanas, las dos con balcón. En la parte de detrás parecía haber un jardín.
Me giré y miré a Alberto.
-Es la antigua casa de mis abuelos. Hace unos años de mudaron a un piso, pero no quisieron vender esta. ¿Te gusta?
-Sí, es preciosa. Pero, ¿por qué me has traído aquí?
-Ahora lo verás. Venga, vamos a entrar. –Me dio la mano y abrió la puerta con una vieja llave que tenía en su bolsillo. Entramos y me llevó hasta la cocina-comedor. Era una habitación grande, con el suelo marrón y las paredes de un blanco roto. Había una única ventana, por lo que no había demasiada luz en la habitación. Estaban todos los muebles propios de una cocina y al fondo, una pequeña mesa con dos sillas y una tele. Fue hasta la nevera y sacó una pequeña cesta de picnic.
-¿Quieres ver el resto de la casa?
-Sí, si no te importa. Me gusta mucho. –Me sonrió y me llevó a las distintas habitaciones de esa planta. Había un baño pequeño, una habitación con una cama de matrimonio y otra más pequeña, con dos camas y un escritorio. En la planta de arriba había otras dos habitaciones, la dos que tenían balcón y otro baño, mucho más grande que el anterior. Sin duda, era una casa preciosa.
-Me encanta.
-¿Sí? De pequeño me gustaba mucho investigar todas las habitaciones. Me metía debajo de las camas, en los armarios, iba al jardín y me imaginaba que en algún momento viviría aquí.
Bajó la mirada y antes de que pudiera decir nada, me cogió de la mano y bajamos para ir al jardín. Era grande, todo cubierto de césped verde. En una esquina había un pequeño pozo y en otra un gran pino. En el centro, había una mesita y dos sillas.
-¿Nos sentamos?
-Vale.
Dejó la pequeña cesa de picnic en la mesita y la abrió. Sacó dos coca-colas, una light y una normal, dos vasos y unos sándwiches.
-Perdona la comida…No he tenido tiempo de preparar…-Le corté antes de que pudiera terminar.
-No pasa nada. Es perfecto. Me encanta este sitio. –No podía pedirle más. Estaba a su lado y eso era todo lo que quería en ese momento. 

jueves, 12 de julio de 2012

Capítulo 15 (:


Salir de ahí no era un problema. Igual que habíamos llegado podríamos irnos. Me levanté y ayudé a Alberto a que se levantara el también. Aunque aparentemente estaba bien, no quería que hiciera ningún esfuerzo innecesario. Le cogí de la mano y empezamos a andar, aunque al poco tiempo paramos.
-Cierra los ojos. –Me puse enfrente de él y le cogí la otra mano.
-¿Por qué? –Me miraba con curiosidad.
-Es más cómodo si cierras los ojos. –Por la expresión de su cara me di cuenta de que no estaba entendiendo nada. –Nos vamos a transportar al parque que hay cerca de tu casa mediante mi don, y aunque no hace falta, es mejor que cierres los ojos. En un segundo estaremos ahí. Confía en mí.
-Confío en ti. –Le sonreí y cerramos los dos los ojos. Deseé estar en el parque con todas mis fuerzas y cuando los abrí ya estábamos en él.
-Ya puedes abrirlos. –Los abrió y pestañeó varias veces.
-Guau… ¡Esto es increíble! Hace un momento estábamos ahí, y ahora, ¡estamos aquí!
Me reí y le conduje hasta un pequeño banco que había enfrente de nosotros.
-Laura, oye…no recuerdo muy bien lo que ha pasado pero…Me has salvado, ¿verdad? –No pude evitar dar un respingo al acordarme.
-Bueno, podría decirse que si…Aunque es culpa mía.
Me miró sin comprender.
-¿Qué es culpa tuya?
-Todo…Si no tuviera este don, si no te hubiera hablado de él,  no habrías ido a la papelería de Alistar y no te habría pasado nada. –Lo último lo dije sin fuerzas, en apenas un susurro. Solo de recordar lo que podría haberle pasado…Todo mi cuerpo se estremeció y un nudo me oprimió la garganta con fuerza.
-Pero estoy bien, Laura. No lo pienses más. –Me puso un brazo sobre los hombros y me colocó la cabeza en su pecho. Aunque no quería, empecé a llorar. Llevaba todo el día llorando, que persona más triste.
-Tranquila, Laura. No pasa nada.
-¿Cómo que no pasa nada? ¿Pero, y si hubiera pasado? ¡No me lo perdonaría! Necesito que estés bien. No puedo dejar que corras ningún riesgo. –No pude seguir hablando. Aunque él tampoco me dejó ya que puso un dedo sobre mis labios mandándome callar.
-Laura, mírame. –Levanté la  cabeza y nuestras miradas se encontraron. Me tranquilicé al instante. -¿Me ves? Estoy bien. Perfectamente. Deja de preocuparte por algo que ya ha pasado. –Me dio un pañuelo y me limpié las lágrimas.
-Si…tienes razón.
-Lo sé. –Se rió y de nuevo puso mi cabeza en su pecho. –Bueno, princesa, ¿quieres que vayamos a alguna parte?
-Vale, pero no sé dónde. Estamos cerca de tu casa y no conozco mucho esto.
-Entonces seré tu guía. Vamos. –Nos levantamos y me besó. Cuando nos separamos, después de un par de minutos, aunque a mí no me pareció más de un segundo, me rodeó la cintura con su brazo y empezamos a andar. Paramos enfrente de un café-bar y entramos.
-Esta es solo nuestra primera parada. Cogemos un par de bocadillos y nos vamos. ¿De qué lo quieres?
-Me da igual. Confío en tu buen gusto. Aquí dentro hace mucho calor, ¿te importa si te espero fuera?
-No, tranquila. En un momento salgo. Invito yo, ¿vale?
-No, de eso nada. Tú ya me invitaste a palomitas  el día del cine, ahora me toca a mí. ¿Con quince euros bastará para coger también bebidas?
-De sobra. Espérame fuera.
-Vale, toma los quince euros. -Los saqué de mi bolso, se los di, salí fuera y me senté en un banco que había al otro lado de la calle. No habían pasado ni cinco minutos cuando Alberto salió. Me levanté y crucé la calle. Cogí la bolsa que me tendió y miré de que era mi bocadillo.
-¡Ala, es de tortilla de patatas y cebolla!. ¡Me encanta! Muchas gracias, cariño.
-De nada. Ya sabía que te iba a gustar. –Me guiño un ojo y empezamos a andar de nuevo.
-Bueno, ¿y a dónde vamos?
-Cerca de aquí hay un parque por el que pasa un río. Hay sitio donde poder sentarse , había pensado ir ahí a comer y luego a otro sitio, pero ese es sorpresa.
-Uy, suena genial. Vamos.
Andamos poco tiempo, diez minutos, hasta que llegamos al parque. Era precioso, todo lleno de árboles y parecía bastante grande. Entramos y seguimos un camino, aunque pronto empezamos a andar por el césped. El ruido que hacía el río y el viento al mecer las hojas de los robles que nos rodeaban me transmitía tranquilidad. Llegamos al río y nos sentamos en el césped. Sacó los bocadillos y me dio el mío junto a una Coca-Cola light.
-Gracias.
Comimos en silencio, escuchando el sonido del río y del viento. Terminamos de comer casi a la vez y nos tumbamos, él sobre el césped y yo muy cerca suya, con mi cuello sobre  su brazo.
-Te quiero. –Ya nos lo habíamos dicho antes, pero no me cansaba de oírlo. Sonreí y me puse boca abajo, mirándole a los ojos directamente.
-Y yo. Muchísimo. Más que a nadie. –Me incliné y le besé. Y nos seguimos besando durante mucho más tiempo. Poco a poco,  había dejado de oír y de sentir la hierba sobre la que estaba apoyada y al viento meciéndome suavemente. Solo le sentía a él, y en todas partes. ¿Cómo podía quererle tanto?  La respuesta me vino enseguida. No separamos y le abracé.
-Gracias. –Lo dije en un susurro y si no hubiéramos estado tan cerca no me habría oído.
-¿Por?
-Porque eres tú quién me ha salvado a mí.
-¿Así? ¿Y de qué?
-De todo. Sin ti no sería capaz de aceptar todo esto que me está pasando. Nadie más que tú podría entenderlo y mucho menos ayudarme tanto sin proponérselo. Cuando estoy contigo lo olvido todo,  nada es tan importante como tú. Puedo ser yo misma, Laura, sin más, no me siento como la Laura que tiene un don que no sabe usar y con el que no causa más que problemas. Me siento cómoda. Antes mi vida me gustaba, no me podía quejar,  a lo mejor era un poco monótona pero estaba acostumbrada. Ahora que estoy contigo, cada día es distinto. Me despierto sonriendo y me acuesto igual. Me siento afortunada de tenerte a mi lado. –Por fin lo había dicho. Bajé la mirada con timidez y la fijé en una mariquita que se había posado en mi mano derecha.
-Entonces tú también me salvaste a mí. –En cuanto terminó de hablar le besé. Por todos los otros besos, por cada abrazo, por todos los días que habíamos pasado juntos, por cada sonrisa, por cada momento, por todo, pero sobretodo, por que le quería y porque en ese momento la felicidad que sentía era tan grande que pensé que a partir de entonces las cosas mejorarían. Que equivocada estaba. 

miércoles, 4 de julio de 2012

CAPÍTULO 14:)

-Por favor, despierta…Abre los ojos…-Su  pulso seguía siendo muy débil. Las lágrimas no dejaban de caer y casi no podía ver. Me las sequé como pude con las manos, pero no sirvió de nada. Siempre  supe que la frase “tengo el corazón echo añicos” era solo una metáfora, pero realmente me sentía así. “Por favor, por favor…deseo que se recupere…necesito que esté bien…”Todo siguió como antes de pedir mi deseo.
-¡¿De qué sirve tener un don sino puede ayudarme cuando más lo necesito?!- Sabía que no había nadie que pudiera oírme, pero me daba igual. Me sequé las lágrimas de nuevo y me levanté. No podía permitir que le pasara algo a Alberto por mi culpa. No. Teniendo un don o no, conseguiría que se pusiera bien. En ese momento miré por primera vez a mí alrededor. Yo ya había estado antes ahí. No sabía cuándo, ni porqué, ni siquiera terminaba de saber exactamente dónde estaba. Pero aun así, tenía la sensación de que ya había estado en ese lugar. Me giré y vi una luz a lo lejos. Sin pensarlo, me puse delante de Alberto. Nadie más volvería a hacerle daño por mi culpa. La luz se fue acercando cada vez más, y cuando estaba a apenas diez metros,  fue tomando la forma de una persona. Di unos pasos para atrás y me quedé a apenas 2 centímetros de Alberto. Cuando pude ver quién era con claridad, creí que estaba soñando. Me froté los ojos varias veces, esperando ver como desaparecía, pero siguió ahí, acercándose cada vez más. De forma involuntaria, di un paso al frente. Cuando estuvimos a apenas un metro, le miré a los ojos, aunque quizás debería decir que me miré a los ojos, porque esa persona (aunque no sabía  si era eso exactamente) era igual que yo. Los mismos ojos grandes y marrones, el pelo largo y castaño, los mismos labios pequeños y ligeramente sonrosados, incluso la misma ropa, lo único diferente era su mirada y por eso mismo me sentí intimidada. Me miraba con dureza y seriedad, casi parecía estar reprochándome algo.
-¿Qué haces ahí quieta?
Su voz me pilló por sorpresa. No era el mismo tono que el mío. El suyo, sin duda, estaba lleno de furia, y como había pensando, de reproche
-¿Co...Cómo?
-Tu, bueno, nuestro novio se está muriendo y estás aquí sin hacer nada. ¿Eso es lo que le quieres? Porque yo no recuerdo haberme sentido así. –Al instante las lágrimas acudieron de nuevo a mis ojos sin ser llamadas y sentí como el sentimiento de angustia me recorría todo el cuerpo.
-No sé que puedo hacer… ¿Qué te crees, que me gusta verle así? Tú, siendo yo, deberías saber como me siento. –La angustia pasó a ser enfado.  No me lo podía creer. Me estaba volviendo loca, no le encontraba otra explicación. ¿Porque qué sentido tenía que yo, bueno, mi otro yo, me estuviera regañando? En mi cabeza se estaba formando un auténtico remolino, Alberto, Alistar, Rubén, el hecho de estar hablando conmigo misma, todo daba vueltas, y nada parecía tener una explicación. Necesitaba estar sola. Aislada del mundo, sola en compañía en Alberto. Necesitaba ser feliz a su lado sin ninguna preocupación estúpida. Me eché a llorar sin poder evitarlo. Me senté al lado de Alberto y sin mirar a mi alrededor, sobretodo a mi “otro yo” me cubrí la cabeza con las manos. Noté como una mano se posaba en mi hombro derecho con un ademán tranquilizador, pero no me moví. Quería salir de ahí.
-Laura…-Un silencio incomodo nos envolvía a las dos, lo único que lo perturbaba era el sonido de la respiración agitada de Alberto. –Laura…Yo…Bueno, estoy aquí porque…lo que quiero decir es que…En fin, Laura, que eres, somos, una persona fuerte. No dejes que tu don te domine, aprende a utilizarlo. Puedes curar a Alberto, si no fuera así yo no estaría aquí. Tienes mucho más poder del que tú crees. Bueno, me tengo que ir. Confía en ti.
Cuando levanté la cabeza, ya se había ido. Pero me había devuelto las ganas de luchar por lo que quería. Podía hacer que Alberto se pusiera bien, estaba segura. Me puse de rodillas a su lado, sujeté su mano entre las mías y deseé con todas mis fuerzas que estuviera bien, esta vez sabiendo que podría conseguirlo.
Al principio no ocurrió nada, pero no paré, y poco a poco noté como un calor salía de mis manos y envolvía su cuerpo. Su cara volvía a tener su color habitual y su respiración cada vez era menos agitada, hasta que fue normal. Poco a poco, intentó abrir los ojos pero no le dejé.
-Shh…No te muevas. Tranquilo. –Sus labios se curvaron en una sonrisa. –Te quiero.
-Y yo. –Le abracé con fuerza y me eché a llorar, esta vez de alegría. Lo había conseguido después de todo, aunque todavía había algo por resolver. Teníamos que salir de ahí.

jueves, 24 de mayo de 2012

CAPÍTULO 13:D

“No puede ser. No puede estar aquí.” Me froté los ojos varias veces, esperando que desapareciera, que fuera un producto de mi imaginación, pero no. Seguí ahí y parecía tan real como yo. Me acerqué despacio y él sonrió tristemente. Cuando estaba a apenas unos centímetros me di cuenta de que no era real, sino solo una proyección. Muy real, eso sí. Miré sorprendida a Alistar y él pareció saber lo que estaba pensando.
-Es solo una imagen. Lamentablemente, tu abuelo no esta aquí.
-Sí, me he dado cuenta.
-Laura…
-¿Qué pasa?-No podía evitar estar enfadada. No entendía porque no me lo había explicado todo desde el principio. Me hubiera ahorrado bastantes cosas.
-Te entiendo. -¿Qué? ¿Qué quería decir? ¿Cómo que me entendía? No, no lo hacía. No tenía ni idea. Él había sido siempre  un mago, su vida había sido siempre la misma. No sabía lo que era ver como tu mundo cambiaba sin que lo pudieras evitar. Él no tenía un estúpido don. Él tenía lo que quería, podía elegir, y yo no.
-No.
-¿Cómo que no? –Parecía enfadado.
-Pues eso, que no.
-Estás muy equivocada, Laura. ¿Qué piensas? ¿Qué eres tú la única víctima de todo esto? –Sí, se había enfadado. –Por si no lo sabes, yo perdí a mi mejor amigo, era como mi hermano. Y también mi vida. Si no se hubiera ido, hubiera vivido en mi mundo, con mis amigos y mi familia. Me hubiera casado y hubiera vivido lo que siempre deseé. Pero no fue así. ¿Y ves que me queje? No, aquí estoy. No me he rendido, porque este es mi deber. Y hasta que no consiga atrapar a Rubén y saber que planea hacer contigo no me rendiré.
No supe que decir. No me había dado cuenta de eso. Por una vez, me puse en su lugar. Me imaginé viendo como Lucía se convertía en mi enemiga y mi misión era atraparla para llevarla a una prisión. Me imaginé luchando contra ella sin ninguna otra opción, sabiendo que si la hacía daño no me lo podría perdonar. Y por último, me imaginé estar en un planeta desconocido sola, lejos de todo lo que quería junto a mí.
Pff. Y yo decía de mí…Bajé la cara con vergüenza. 
-Lo siento, Alistar…
-No pasa nada. Por una parte te entiendo.-Le miré a los ojos con sorpresa. –Sí. De una u otra manera, yo ya sabía lo que pasaría tarde o temprano y disfruté al máximo con Meanet y Alodia. Tú no tenías manera de saber lo que te esperaba y de un día para otro tu vida ha cambiado.
-Además, cuando te oí hablando con Meanet y dijiste que me estabas utilizando fue horrible. Me sentí fatal, porque confiaba en ti y me habías fallado, y claro…
-¿Qué? ¿Me oíste hablar con él?
-Sí…
-Pero, ¿cómo?
-Tuve un sueño bastante raro. Quería contártelo y por eso vine a la papelería. Cuando llegué te oí hablar con alguien, y aunque la voz me sonaba, no llegaba a identificarla. Abrí la puerta y te vi hablando con él. Le dijiste que yo era la única capaz de conduciros hasta un cofre y que debía apartarse de tu camino, porque si no no lo conseguirías. También os oí hablar de mi abuelo.
-¿Y eso te llevó a averiguarlo todo sobre Adolfo?
-Si…
-Supongo que por eso estás aquí, buscando una explicación.
-Sí. ¿Vas a decirme ya la verdad?
-Lo siento pero no…
Antes de que pudiera contestar, volvió a hablar.
-…¡No seas impaciente! La vas a saber, pero no porqué yo te la vaya a contar. Ese no es mi trabajo.
En ese momento lo entendí todo. Me giré y miré a mi abuelo. Él asintió y me hizo un gesto para que fuera hacia él.
-Bueno, Laura…Es hora de que conozcas la verdad. –Sin saber porque me puse nerviosa, y noté como todo me cuerpo temblaba. -¿Estás preparada?
Después de varios intentos, logré balbucear un tímido “sí.”
Alistar me trae una silla y tras sentarme, miré a mi abuelo, que enseguida empezó a hablar.
-Desde mi tatarabuelo, ha habido magos en la familia. Él se llamaba Lilés. Nació en Plutón, pero cuando sus padres y su hermana murieron en un accidente, vino a este planeta. No sabía que iba a encontrar aquí, pero quería olvidarse de todo lo que le había atado a su mundo. Cuando llevaba aquí apenas una década y su aspecto era de un joven de 25 años, conoció a alguien. Mi tatarabuela, Maribel. Se enamoró de ella y se casaron, pero antes de eso le contó su secreto, es decir, que era un mago. A Maribel no le importó. Quería a Lilés por encima de cualquier otra cosa. A los pocos años tuvieron un hijo, mi bisabuelo. Éste heredó los poderes de su padre y cuando  tuvo 50 años, bajo otra apariencia, volvió a Plutón. Allí pasó el resto de su vida, y se casó con otra maga, con la que tuvo dos hijos, una niña, Silea, y un niño, Atalis. Solo él heredó los poderes de sus padres y deseoso de conocer el lugar en el que su abuelo había encontrado a su mujer, viajó a aquí. Y se enamoró de este planeta, tanto que no volvió al suyo. Formó una familia, y tuvo a mi abuelo, quién con 15 años se casó con mi abuela, Isabel. Éste murió muy joven, con 30 años, y no tuvo nunca ningún don. Mi padre, Juan, tampoco. Durante un período corto, se creyó que la magia había desaparecido de nuestras vidas para siempre, pero eso duró poco, ya que yo nací  siendo mago. Mis padres lo celebraron y me mandaron  a Plutón para que pudiera aprender a usar mis poderes solo, aun que sabían que a pesar de no ser magos, podrían vivir ahí. De hecho, en Plutón hay mucha gente que no es mago.
En poco tiempo completé mis estudios, volví aquí y me encontré con Alistar. Él estaba buscando a Meanet. Le ayudé y juntos intentamos descubrir dónde se encontraba, pero fue imposible. Hasta que tú naciste. En ese mismo instante, se dejó ver y no solo eso, fue a ver a Alistar para hablarle de ti. Alistar, por supuesto, no le dijo nada de ti y Meanet se enfadó. Le dijo que podías suponer un peligro para todos, y que tenías que estar vigilada. Alistar no le hizo caso y le ordenó que se fuera. Él  desapareció y no volvimos a verle hasta que tú viniste aquí y le hablaste a Alistar de él. Desde ese momento le tenemos localizado, pero seguimos sin saber que se trae entre manos. –
Estaba dándole vueltas a todo lo que acababa de decir, cuando la puerta se abrió de golpe.
-¡Alistar! –Nos giramos los tres a la vez, y ahí estaba. Meanet. Alistar y mi abuelo parecían no poder articular palabra, por lo que lo hice yo.
-¿Qué haces aquí?-Di un paso al frente y me empujó hacia tras. Si mi abuelo hubiera estado ahí de verdad, no me habría caído pero no fue así y me di contra una estantería. Antes de que pudiera levantarme, Alistar se puso delante de mí e impidió que Meanet volviera a ir a por mí. Mi abuelo había desaparecido y al darme cuenta, un único pensamiento cruzó mi mente. “Cobarde”.  Meanet y Alistar estaban luchando, y al parecer, Alistar no iba demasiado bien. No sabía que hacer. Cuando todo iba mal, la puerta se abrió, y pareció que la tienda entera se había congelado. Alistar y Meanet dejaron de luchar, yo me quedé quieta, y objetos que volaban por el aire volvieron a su sitio original.
-¿Laura?- Tenía que estar soñando. No. Esa no podía ser su voz. Alberto. ¿Qué hacia él aquí? Menos mal que estábamos en una sala que no se veía a simple vista, para ver la puerta había que entrar en la tienda  y para entrar a la habitación, apartar una mesita pequeña. Pero claro, dudaba que Meanet hubiera cerrado la puerta, por no hablar de  colocar la mesilla mediante un conjuro. Me giré y comprobé que, como pensaba, estaba abierta. Deseé con todas mis fuerzas que se cerrara, no podía permitir que nada malo le sucediera, y estaba segura de que si entraba aquí, no iba a salir bien. No llegué a tiempo. Cuando quise cerrarla, Alberto ya había puesto un pie en la habitación y tenía los ojos clavados en mí. Meanet le vio en seguida y le reconoció. Todo fue muy rápido. Se libró de Alistar empujándole contra una pared y éste quedó inconsciente por el golpe. Meanet avanzó hacía nosotros con furia reflejada en sus ojos. En sus manos se acumulaba magia, que sin duda iba a dirigir hacia uno de los dos. En un principio, pensé que la usaría contra mí, pero en el último momento se giró hacia Alberto. Empecé a correr lo más rápido que pude hacia él, no le iba a tocar. No se lo permitiría. Nos lanzó el rayo cuando estaba delante de Alberto. “Por favor. Por favor. Deseo que estemos en un lugar seguro. ” Abracé a Alberto y desaparecimos en seguida, pero pude notar el impacto del golpe en mi espalda y aunque intenté evitarlo, dio también a Alberto, que soltó un grito de dolor. Cerré los ojos y al abrirlos, comprobé que estábamos a salvo. Sonreí aliviada, pero ver a Alberto en el suelo tumbado, con los ojos cerrados, me hizo darme cuenta de que la pesadilla no había terminado aún.
-¡Alberto!-Me arrodillé y puse su cabeza en mis piernas. Le sacudí los brazos, pero no ocurrió nada.. No reaccionaba. Le tomé el pulso y supe de que seguía vivo, aunque su corazón latía muy despacio. Las lágrimas empezaron a caer una tras otra en sus mejillas. No nos podía estar pasando esto. No. Tenía que estar soñando.

sábado, 5 de mayo de 2012

Capítulo 12:)

¿Qué hacía en mi casa?
-Hola, Laura. Me he cruzado con tus padres por la calle y me han invitado a comer. Espero que no te importe. –Increíble. Estaba segura de que  no le importaba ni yo, ni lo que pensara sobre él, solo ese estúpido cofre. Y mis padres ni le conocían. Alistar me había estado vigilando mucho tiempo, por lo que le habría descrito como eran y dónde podía encontrarlos. Un repentino odio me llenó por completo. Odio hacia él, hacia Rubén, hacia mi don, y todo lo relacionado con él. Hasta a mi abuelo, por ser un mago. Si él hubiera sido normal, ahora yo también lo sería. Al momento me arrepentí de haber pensado así. Estaba claro que mi abuelo no tenía la culpa. Había sido muy egoísta al pensar algo así. Era yo la que estaba montando un drama de todo esto, él había sido capaz de tener una vida normal, dejando su don aparte. Y yo también podría hacerlo. No quería que el hecho de ser una maga, por decirlo de alguna manera, me destrozara la vida. Aunque claro, no toda la culpa era mía,  Rubén era el que lo había empeorado todo. Él y Alistar. Y no iba a continuar así. No iba a darles el gusto de ver como me amargaban.
Apreté los dientes y me forcé a mi misma a sonreír con amabilidad. Mis padres no sabían nada, y quería que siguiera siendo así.
-Claro que no. ¿Qué hay para comer, mamá?
-Arroz a la cubana con pollo. Si hubiera sabido que iba a venir a comer, habría hecho otra cosa, pero ya no tengo tiempo…- Se lo dijo a Rubén y me enfadé aún más. Si no le gustaba que se aguantara,  nadie le había invitado.
-No hay problema.
-Mamá, voy a cambiarme. Cuando esté la comida avísame, por favor. – Necesitaba alejarme de Rubén. Si seguía a su lado, corría el riesgo de no poder controlarme y usar mi don contra él. Y eso no me convenía, porque podría  lanzarme un hechizo aún más fuerte. Fui a mi habitación, me cambié de ropa y bajé las escaleras. Mi padre y mi hermano estaban ya sentados en la mesa con Rubén. Mi madre estaba llevando cosas a la mesa. En ese momento, me entró curiosidad por saber algo sobre mi abuelo. Miré a mi madre entrando en la cocina, y pensé que siendo su padre, seguramente le habría ocultado que era un mago. Y además, si intentaba sonsacarle alguna cosa,  me haría un montón de preguntas que no podría contestar. A mi padre, tampoco. Se lo terminaría contando a mi madre, así que  no me convenía, y aparte, ¿por qué iba a saber él algo?
Solo me quedaba mi hermano. Cuando yo era pequeña, él y Adolfo habían estado muy unidos. Podía saber algo y confiaba en él. Si le decía que no se lo contara a nadie no lo haría., estaba segura.
Me acerqué a la mesa y me senté a su lado.
-Jorge… ¿Podemos hablar un momento?
-¿De qué?
-Vamos a tu habitación. –Le miré y pareció comprender que no podía saberlo nadie más. Tras pensar unos instantes, asintió y nos levantamos los dos a la vez. Subimos las escaleras sin hablar ni mirarnos. Al abrir la puerta de su habitación me senté en su silla y él en la cama.
-Bueno, ¿de qué querías hablarme?
-Esto…Del abuelo.
-¿Fernando?
-No…Adolfo- su expresión me transmitió una profunda tristeza, aunque duró solo un momento, ya que enseguida volvió a ser la misma de siempre.
-¿Por?
-Simple curiosidad.
-Si, si... Laura, no me lo cuentes si no quieres, pero sé que no es solo curiosidad. Si fuera así, me habrías preguntado hace mucho. –Bajé la cabeza con  vergüenza, me había pillado.
-La verdad es que hay algo más que curiosidad, sí.
-¡Lo sabía!- Se rio con ganas y me miró con satisfacción.
-Bueno…No te lo puedo contar,  lo siento, pero necesito que me cuentes la verdad. Es importante.
-De acuerdo. Puedes contar conmigo.
-Pues…Verás… ¿Alguna vez…notaste algo raro respecto al abuelo?
-¿A qué te refieres con algo raro?
-Pues a eso…Algo raro, fuera de lo común…
-Laura, sé perfectamente qué significa raro. –Muy gracioso. Me crucé de brazos y se volvió a reír. Empezaba a dudar se preguntarle a él había sido una buena idea.
-¿Podemos ser serios? Por favor.
-De acuerdo. La verdad es que no lo sé, Laura. Cuando murió yo era pequeño, tenía 14 años, hace 6 años.-Pues vaya. ¿Cómo nos podía haber ocultado algo así a todos?
-Bueno, pues nada.
Empecé a andar hacia el pasillo, y cuando fui a abrir la puerta, me llamó.  
-Espera, Laura…Sí que hay algo. Es tan solo un sueño, pero… me parece que debo contártelo. Tenía 14 años. Fue dos semanas después de que muriese. Estaba en mi cama, leyendo un libro que él me había regalado, cuando apareció, sentado en una silla. Me puse de pie de inmediato, asustado.
Sabía que él había muerto. Y parecía tan real…Me dijo que no me asustara. Antes de que le pudiera contestar, me dijo que prestara atención, que tenía poco tiempo, y lo que iba a decirme era importante. Asentí con la cabeza y me dispuse a escuchar lo siguiente.
“Llegará un momento en el que Laura te pregunté por mí. Debes decirle todo esto, palabra a  palabra. No se te puedo olvidar nada, es muy importante.
Las cosas no son lo que parecen. El pasado queda oculto en medio de los recuerdos, si quieres descubrir algo sobre  ellos, busca aquello que haga que sean eternos. Nunca intentes huir del pasado, debes afrontarlo porque al igual que lo pasado no se puede cambiar, el futuro está en tus manos. Es una hoja en blanco, lista para que la escribas. Elije bien cada palabra que vayas a usar y sobretodo, por lo que quieres que te recuerden.”  Me quedé quieto, pensando en lo que me acababa de decir. Cuando levanté la cabeza para preguntarle por su significado, había desaparecido. Y en ese momento me desperté. No volví a soñar con él, y tampoco se lo conté a nadie. Pero siento que este es el momento.
No tenía sentido. Mi abuelo me había dejado un mensaje a través de mi hermano. ¿Por qué no decírmelo a mí directamente? ¿Y si no le hubiera preguntado? Nunca lo habría sabido. Aunque él parecía tener muy claro que de alguna manera me enteraría. “El pasado está oculto entre los recuerdos...” ¿Qué quería decir? “Busca entre ellos…”
-¿Laura? Venga, despierta. Tenemos que ir a comer ya. –La voz de mi hermano me  llegó de lejos, un susurro que interrumpió el hilo de mis pensamientos.
-Si…ya voy. –Aunque estaba deseando investigar sobre el mensaje de mi abuelo,  tenía que bajar. Todavía estaba Rubén ahí, esperando para comer. Algo mucho más grave y difícil de aguantar que todo lo relacionado con mi abuelo. Bajé las escaleras detrás de mi hermano, deseando que acabara pronto.  Cuando llegamos a la mesa, mi hermano ocupó su anterior sitio, y yo me senté delante de Rubén.
Mi madre trajo enseguida el primer plato y empezamos a comer. Mis padres no dejaron de hablar con Rubén y mi hermano y yo nos limitamos a comer en silencio. No nos apetecía decir nada. Jorge no era demasiado hablador y bueno yo…No tenía intención de hablar  con Rubén más de lo necesario. Cuando acabamos de comer el primer plato mis padres se levantaron y empezaron a recoger.
Miré a Rubén y vi que él también tenía su mirada fijada en mí. Y no era una mirada de odio, sino amable. Sus labios se curvaron en una sonrisa, lo que hizo que se notara más la cicatriz que tenía en su mejilla. ¿Qué pretendía? Seguramente pensaría que si era amable conmigo sería más fácil utilizarme. Pues no.  Estaba muy equivocado, no me rendiría sin luchar. Y mucho menos caería en sus garras. Su mirada cambió. Se volvió dura y me hizo sentir indefensa. Bajé la mirada, pero al momento me arrepentí. No quería que pensara que era una debilucha. Volví a fijar mis ojos en los suyos y le sonreí, con un pensamiento en mente. “Eso es. No le des lo que él espera.” Pareció sorprendido y enfadado, pero enseguida bajó la mirada. No lo entendí. ¿Por qué no había hecho nada? La respuesta me vino al instante. Mi madre acababa de entrar en el salón seguida de mi padre. Puso en el centro el segundo plato, y empezó a servirnos.
Cuando cogió el plato de Rubén, éste le sonrió y me quedé contemplando la cicatriz. Una pregunta invadió mi mente. ¿Se la habría echo Alistar o mi abuelo? Era ridículo pensar eso, no tenía ninguna prueba, pero algo me decía que no me equivocaba. “Bueno, eso ahora no importa, lo importante es descubrir que pasa con Alistar, Rubén y mi abuelo. Todo lo demás es secundario.” Seguí comiendo lo más rápido que pude y cuando terminé me levanté, cogí mi plato y fui a la cocina. Lo dejé en la pila y me apresuré a subir a mi habitación poniendo como excusa que estaba sonando mi móvil. Cuando llegué, me tumbé en la cama y me puse a pensar en lo me había dicho mi abuelo. Bueno, en lo que le había dicho a mi hermano. No se me ocurría que podía significar. “Busca entre los recuerdos…” ¿Qué significaba eso?
Los recuerdos…Los recuerdos… ¿Cómo iba a buscar entre ellos? ¡Son recuerdos! Aunque claro él no me había dicho que buscara entre ellos, sino entre lo que hace que sean eternos. ¿Qué hace que un recuerdo sea eterno? Tú recuerdas algo vivido cuando ves algo viejo, como un juguete de cuando eras un niño. O una dedicatoria de una amiga que hace mucho tiempo que no ves…Incluso una prenda de ropa. ¿No podía haber sido un poco más específico? Justo en ese momento sonó mi teléfono y del susto pegué un brinco.
-¡Hola! ¿Quién es?
-¡Laaaaaaura! ¿Qué tal?
-Hola, Lucía. Pues muy bien, ¿y tú?
-Igual. Te llamo por qué estoy un poco aburrida. No molesto, ¿verdad?
-Claro que no. –Me entraron ganas de preguntarle por el “acertijo” de mi abuelo. A lo mejor ella sabía algo y ya no me quedaban ideas. Total, por probar no perdía nada…-Lucía oye… ¿Qué dirías que hace eterno un recuerdo?
-¿Eh? ¿Y esa pregunta? ¿Eterno un recuerdo? No sé… ¿Una foto?- No había pensado en eso. Una foto plasma un momento de tu vida, lo hace eterno, ya que cada vez que la ves lo recuerdas. Sí. Podía ser eso. ¿Pero de donde iba a sacar una foto? Tenía que ser de él, claro. Pero todas sus cosas estaban en su casa…Y quedaba a una hora en coche desde la mía. Sin coche, una hora y media. Y eso andando deprisa. Y aparte estaba el asunto de las llaves. Aunque…pensándolo bien, mi madre se había traído algunas cajas. En ellas había álbumes de fotos, ropa vieja, muñecas de cuando era pequeña…Quizás en algún álbum encontrara algo.
-¿Hola?- Pobre Lucía, la había dejado hablando sola después de todo lo que me había ayudado.
-Lo siento mucho y muchas gracias. Eres la mejor. En serio. –Oí su risa en la otra línea y sonreí. Sin duda, Lucía era una de las mejores personas que había en mi vida e iba a ser así mucho más tiempo.
-No te preocupes y de nada, supongo. No sé en que te he ayudado exactamente pero bueno. ..
No pude evitar una carcajada.
-Ya te lo contaré.
-Vale. Oye, me tengo que ir. Luego conéctate y hablamos.
-Vale, adiós. Un besito.
Colgué y subí a la buhardilla. Al momento encontré las cajas de mi abuelo. Las abrí y miré en su interior. Había de todo. Ropa, dibujos de mi madre cuando era pequeña, algún que otro juguete…Al fondo estaban los álbumes. Saqué uno  de los tres que había, y empecé a buscar, aunque no sabía muy bien que iba a encontrar. Nada. Saqué el segundo y de nuevo, nada. Por último saqué el tercero, pero tampoco estaba lo que andaba buscando. Justo cuando lo iba a meter, se cayó un sobre de su interior. Era una carta. Lo abrí con cuidado y tras desdoblar la carta, me apresuré a leer lo que ponía. No pude evitar soltar un grito de sorpresa. La carta decía lo siguiente:

Querido Adolfo:
Respondiendo a tu pregunta, no, no tienes necesidad de ocultarle nada a Alodia. Después de todo, ella está al corriente de todo lo demás. Y al resto…Bueno, preferiría que las cosas siguieran como están, es decir, que no supieran nada. Lo siento, sé que es duro para ti mentir a tanta gente. Pero es necesario, y los dos lo sabemos.
Pasemos a lo importante. Llevó dos semanas camuflado, espiando a Meanet el máximo de horas posible. Se está haciendo muy fuerte. Parece tener algo en mente que todavía no he descubierto. Cuando lo haga, seguiré con el plan que ideamos, pero sigo sin estar muy convencido. ¿De verdad crees que va a creer  que quiero ser su aliado? No te preocupes, lo voy a intentar. No me estoy viniendo abajo.
Te agradecería que me mandaras más información sobre Laura. Una foto o algo así, es difícil proteger a una persona si no sabes cómo es.
Te mando un pequeño regalo. Es una foto de nosotros tres cuando éramos unos niños. Qué tiempos…
Tu amigo,
Alistar.

Tras doblar la carta, miré la foto. El tiempo había hecho que perdiera calidad, pero podía verse perfectamente como los tres sonreían. Cuando iba a guardarla, me di cuenta de que tenía algo escrito por detrás. Me acerqué a una lámpara y empecé a leer.

 Espero que encuentres esto pronto y que el mensaje de Jorge te haya servido. Sé que ahora mismo estrás echa un lío, yo también lo estaría. Pero debes ser fuerte, Laura. No eres una cría ya.
Eres una maga. Y como tal, tienes unas responsabilidades determinadas. Me encantaría poder estar ahí para ayudarte, pero no es posible. No obstante, no necesitas mi ayuda. Lo primero, debes saber en quién confiar y espero que la carta anterior te haya servido para averiguar que Alistar no es el enemigo. Y debo decirte que Meanet no es lo único peligroso de ahí fuera. Yo me di cuenta demasiado tarde y ahora mírame…No soy nada. Pero tú sí, Laura. Eres la única capaz de resolver todo esto. Cuando puedas, ve a hablar con Alistar. Llévate esta foto y la carta, te lo explicará todo.  Siento no poder estar ahí contigo, pero muy pronto nos volveremos a ver, confía en mí.

No sabía que pensar. Entonces… ¿Todo había sido un engaño? ¿Alistar había fingido estar del lado de Rubén para acercarse a él y poder pararle? ¿Por qué no me lo había dicho?
Bajé las escaleras y comprobé que ya no estaba Rubén.  Me despedí de mis padres, salí de casa y me encaminé hasta la papelería de Alistar con la carta y la foto en la mano.
Necesitaba saber la verdad de una vez por todas. Al entrar, Alistar me hizo un gesto para que le siguiera. Sorprendida, le seguí y lo que vi me dejó sin palabras. Cuando por fin pude hablar, una única palabra consiguió salir.
-¿Abuelo?
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Siento la tardanza, no he tenido casi tiempo de escribir y cuando lo hacía, eran auténticas porquerías.
Sí, sé que más largo de lo habitual, pero una vez tuve la idea, no pude pararla y todo me parecía importante.
Bueno, no os quiero quitar más tiempo. Espero que la espera haya merecido la pena y que este capítulo os guste.
Un beso:)