Cogí
el móvil para llamarle, pero antes de que sonara una vez el pitido, colgué. No
quería hablar con él así, necesitaba hacerlo en persona. Fui hasta su casa y
llamé al telefonillo. Mientras esperaba a que contestaran, miré al cielo y
comprobé con sorpresa que ya era noche cerrada. Contemplé la Luna y pensé si en
Plutón la podría ver. Hasta eso iba a echar de menos, mirar la Luna por la
noche. Siempre me habría transmitido paz. Incluso ahora, conseguía
tranquilizarme. La voz de Alberto me devolvió a la realidad.
-¿Quién
es?
-¿Alberto?
Soy yo, Laura. Por favor ¿puedes bajar un momento? Necesito hablar contigo…-
-Ahora
mismo estoy ahí. –Debió de notar algo raro en mi voz, porqué no había pasado ni
un minuto y ya estaba en la puerta. Salió del portal y fui directa a abrazarle.
-¿Qué
te pasa?-Me envolvió con sus brazos y apoyé la cabeza en su hombro. Por un
instante, olvidé todo, y no pude pensar en nada que no fuera él. Me sentía tan
bien, tan protegida…Pero en cuando nos separamos y me miró a los ojos, fui
perfectamente consciente de que mientras yo estuviera aquí, él más que nadie
estaría en peligro., Meanet ya había intentado atacarle una vez.
-Alberto,
yo…Yo…
-Espera,
vamos a otro sitio. –Me cogió la mano y me llevó a un pequeño parque. Estaba en una zona en la que no había mucha
luz, y la luz de la Luna nos alumbraba débilmente. Nos sentamos en un banco y
me puso un brazo sobre los hombros.
-¿Qué
te pasa, Laura?-Antes de contestar, pensé en cómo iba a explicárselo, en como
iba a decirle que me iba y que quizás hasta dentro de bastante tiempo no
volveríamos a vernos. Las lágrimas amenazaron con salir otra vez, pero esta vez
me aguanté las ganas de llorar, suspiré y empecé a hablar.
-Verás,
Alberto… ¿Tú sabes que Meanet va a por mí no? –Asintió con la cabeza y me animó
a continuar.
-Pues…he
hablado con Alistar y me ha dicho que…
-¿Qué
te ha dicho?
-Que
debo irme de aquí. –Me miró confuso y me apresuré a explicarme. –Me voy a
Plutón para poder derrotar a Meanet junto con Alistar y otros magos. –Por fin
lo había soltado. Debería haberme sentido aliviada pero en lugar de eso, me di cuenta de que realmente iba a alejarme
de él, por no sé cuánto tiempo y noté
que algo me oprimía el pecho cada vez más fuerte. Su brazo se tensó y vi como
se levantaba sin darme tiempo a evitarlo. Me levanté al segundo y me puse a su
lado.
-¿Porqué?
¿Por qué tienes que irte? Tu sitio está aquí, junto a mí y a tu familia. –Tenía
razón y lo sabía, pero no podía abandonar a Alistar así, después de todo.
-Lo
sé, pero tienes que entenderlo. Dio un paso y apretó los puños con furia.
-¡No,
no lo entiendo! Lo siento…Pero no lo entiendo. ¿Y cuándo vas a volver?-Se me
hizo un nudo en la garganta.
-No…No
lo sé. Puedo tardar una semana o incluso un año…-No quise decirle que a lo
mejor ni volvía. Alistar no me lo había dicho, pero sabía que existía esa
posibilidad.
-Un
año…-Me acerqué a él y le puse una mano en el hombro. Seguía sin mirarme.
-Alberto…
Yo… Lo siento muchísimo. No quiero irme, desearía quedarme aquí contigo, pero
sé que no puedo…Si no, os hará daño a todos…Y no pienso permitirlo. -Me cogió
la mano y se giró.
Le miré una vez más. Así, con el pelo
revuelto, los ojos brillantes por la emoción y la luz de la Luna, estaba más
guapo que nunca. Me acerqué y sin darle tiempo a rechazarme le besé. Sabía que
aquello estaba mal, que en apenas unas horas me iría de su lado y ni siquiera
sabía si iba a volver. ¿Cómo podía estar pasándonos esto? Nos separamos y me
giré para limpiarme las lágrimas. No quería que lo pasara aún peor por mi culpa
y si me veía llorando, las cosas no mejorarían.
-No te vayas...
Si te quedas aquí te ayudaré a luchar contra él, juntos lo venceremos.- Mis
ojos se clavaron en los suyos y rojos e hinchados por las lágrimas, hicieron
que el nudo de mi garganta se hiciera aún mayor y no pudiera hablar. Cuando lo
conseguí, las palabras salieron en un susurro & no me expliqué como pudo
oírlo, pero sin duda lo hizo, porque me contesto, esta vez sin ocultar las
lágrimas.
-No me queda
más opción, lo sabes...
-¿Y qué pasa
conmigo?- ¿Qué pasa con él? Pues que iba a seguir queriéndole igual. Aunque
estuviera a miles de millones de kilómetros, le iba a querer igual. No podía
ser de otra manera.
-Siempre te voy
a querer. Siempre. Estando a diez, veinte, mil kilómetros. ¿No lo entiendes?
-Sí, pero aun
así sigo sin querer que te vayas. Te necesito aquí, no lejos de mi lado. -Las
lágrimas le empezaron a caer una tras otra, no podía evitarlo. Me abrazó y
aspiré su aroma una vez más. Cerré los ojos y apoyé la cabeza en su hombro,
como otras tantas veces.
-Te quiero.
-Y yo.
-Siempre, ¿de
acuerdo?
-No lo
dudes.