viernes, 24 de febrero de 2012

CAPÍTULO 4 ^^

A la mañana siguiente me desperté tarde y sin ganas. Había vuelto a soñar con Alistar y su tienda. No dejaba de preguntarme cosas y para ninguna de ellas encontraba una respuesta a la que poder aferrarme. Necesitaba saber más, encontrar un porqué. Mientras luchaba delante del espejo con la maraña que ese día era mi pelo, decidí que iba a ir a su tienda y a preguntarle unas cuantas cosas. No podía seguir así. Bajé las escaleras de dos en dos, lo que hizo que más de una vez estuviera a punto de tropezarme con apenas treinta escalones. Salí corriendo, después de intentar dar una buena explicación a mi madre de a donde iba sin mucho éxito. En cuanto volviera me iba a caer una bronca increíble pero no importaba, tenía que hablar con él. Y no mañana o pasado. Tenía que ser en ese mismo instante. Abrí la puerta de la calle y empecé a andar en dirección a la papelería, notando como me ponía cada vez más nerviosa. Al llegar al muro volvió a pasar exactamente lo mismo que la última vez lo que por algún extraño motivo hizo que me tranquilizara. Con paso más firme y decidido, entré en la tienda. Alistar se encontraba de espaldas, colocando unos libros en una estantería de color baobab que recorría toda la tienda. Al oír el ruido de la puerta al cerrarse se giró sorprendido. Eran las diez y media de la mañana, seguramente no esperaba encontrar clientes tan temprano. Aunque la verdad era que yo no podía ser considerada un cliente normal, no iba con la intención de comprar algo.
-Hola, Alistar. Necesito hacerle unas preguntas.
-Ah, hola Laura. Espera un momento.
-No, lo siento. No puedo esperar más o me voy a terminar volviendo loca. Necesito respuestas ya. ¿Cómo es que el muro de la entrada aparece y desaparece? No, mejor aún. ¿Qué hace aquí esta calle? Hace apenas dos días no estaba. ¿Y su tienda? ¿Por qué reaccionó así al oír el nombre de Rubén? ¿Y como sabía que tengo un hermano, que además se llama Jorge? No entiendo nada. No puedo entender nada.
-Vaya, si que tienes curiosidad.
-No es solo eso. Usted no lo entiende. Tengo 16 años, hace mucho que dejé de creer en los cuentos de hadas y en todo lo que sale en ellos. Y ahora resulta que son reales, y no solo eso, sino que yo estoy participando en uno de ellos. Estoy viviendo en un mundo que hasta hace poco consideraba inexistente. Tengo un extraño don, que hace que todo lo que deseo se cumpla y, ¿porqué? No lo sé. Realmente no sé nada y no puedo, ni quiero seguir así. Necesito una explicación y sé que usted puede dármela. Por favor…
-Verás, Laura…Yo soy un… ¿como lo llamáis aquí? ¿Hechicero? ¿Mago? Sí, un mago.
Esa es la definición que más se acerca, aunque hay diferencias entre vuestra idea de mago y lo que yo soy. No tengo varita, mi magia surge de mis dedos. De todo mi cuerpo, en realidad. No soy inmortal, vivo más que los humanos gracias a un hechizo que nos aplican cuando somos pequeños. Gracias a eso, alcanzamos fácilmente los 500 años. Yo tengo 230, por lo que soy medianamente joven todavía. Bueno, no me enrollo, que si empiezo no paro. El muro que separa la calle en dos es una barrera mágica, un conjuro mío para que no entre quién no debe. Pero aparte, esta calle en si es invisible. Solo pueden verla determinadas personas que como yo, tienen el don de la magia. En realidad, era solo una trampa para atrapar a alguien.
-Espere un momento…No lo entiendo. Si la calle esta protegida… ¿Porqué poner una barrera para esconder esta parte en especial?  Y esa persona… no será Rubén, ¿verdad?
-Pues por que como te he dicho, es una trampa. Si por algún motivo esa persona que efectivamente es Rubén viera la papelería en seguida sabría que soy yo, mientras que al ocultarla, es más fácil atraparle.
-¿Y que pasa con Rubén? ¿Por qué quiere atraparle?
-Verás….resulta que él es un mago. Su verdadero nombre es Meanet.
-¿¿¿¿¿¿Qué?????? ¿Lo dice en serio?
-Sí, y uno de los más poderosos además. Deja que te cuenta la historia…Verás cuando yo nací, en ese mismo instante, nació otro mago. Ambos estábamos destinados a hacer grandes cosas, aunque completamente opuestas. Mientras su destino era destruir nuestro mundo, el mío era establecer de nuevo la paz. Ambos crecimos juntos y se convirtió en mi mejor amigo.
-¿Crecisteis juntos? No puede ser. Si él parece mucho más joven que tú. De hecho, dijeron que acababa de terminar la universidad.
-No seas tan inocente, Laura. Eso no es más que un simple hechizo. No es tan difícil de hacer y mucho menos para él. Sigo y por favor, no me interrumpas más.
Por aquel entonces ninguno sabíamos el que sería nuestro destino, y éramos felices. Aunque pronto empezaron a notarse nuestras diferencias, era cada vez más avaricioso, quería saber más y más hechizos, ser el más poderoso. Cuando cumplimos cien años se marchó, sin dejar ni una sola señal. Después de numerosas investigaciones, de búsquedas por todas partes, le encontramos aquí, en tu planeta. Me mandaron a mí para traerle de vuelta, ya que era el único capaz de hacerlo. Yo era joven, estaba sediento de aventuras, creía que seria algo fácil y estaba completamente equivocado. Cuando nos encontramos, luchamos y me ganó, me dejó por los suelos, intentando tragarme las lágrimas por haber sido tan ingenuo. Se había vuelto muy poderoso, más de lo que pensaba, mucho más. Ni podía ni quería volver a mi mundo, no así. Busqué una cueva y estuve en ella cien años preparándome, estudiando más hechizos para fortalecerme, ser así igual de poderoso que él y poder vencerle. No volvería a derrotarme. Cree una máquina capaz de localizar la magia que hubiera en cualquier parte del mundo y esperé pacientemente hasta que le encontré. En este pueblo. Pero no solo apareció una marca por su magia, tan bien apareció una por ti aunque claro, en ese momento no lo sabía. Soy un mago, tengo mi edad, pero aún así, soy muy curioso. No pude evitarlo y te estuve vigilando de cerca desde que naciste esperando que hicieras algo mágico. Pero aunque mi máquina te había detectado no ha sido hasta ahora cuando has utilizado tu don. He estado dieciséis años viendo como crecías, esperando que hicieras algo mágico. Y un día, por fin paso. Deseaste que tu compañera se cayera al suelo y lo hizo.
-Espere un momento… ¿¡Cómo que ha estado vigilándome todos estos años!? ¿Con qué permiso cree que puede hacerlo?
-Tranquilízate Laura. No te estaba vigilando las veinticuatro horas del día, ni mucho menos. Cada mes te observaba durante tres días. Siempre tres días. Como verás son solo 36 días al año. No es tanto, además nunca te has dado cuenta.
-Pero, ¡aun así! No puede hacer eso. -Increíble. Ese hombre me había estado vigilando durante toda mi vida, esperando a que desarrollara un estúpido don que no iba a causarme más que problemas. Lo que me faltaba por oír.
-Venga, Laura. No te enfades por algo así. Además, tengo algo más que decirte.
-¿El qué?
-¿Tú conoces a Rubén, no? Es muy probable que al igual que yo, él sepa que tiene poderes mágicos. ¿Has notado algo extraño en él respecto a ti?
-Bueno…la verdad es que no lo sé. El primer día de clase me miró como si pudiera leerme el pensamiento…pero aparte de eso nada. ¿Cree que podría haber sido de verdad?
-Es lo más probable. La mayor parte de los poderes de Rubén son con la mente.
-Pero entonces…lo sabrá todo sobre mí.
-Sí, no cabe duda de eso. Seguramente rastreo las mentes de toda la clase, aunque solo en la tuya encontró lo que esperaba. Me duele decirlo, pero nos lleva un poco de ventaja. Además, conociéndole, estará furioso de haber encontrado a alguien que también tienes poderes y que no solo eso, sino que es más fuerte que él.
-¿Cómo? ¿Yo soy más fuerte que él?
-Sin ninguna duda, Laura. Su poder tiene limitaciones, el tuyo no. Todo lo que deseas puede hacerse realidad. Hasta ahora solo has deseado cosas pequeñas, que fácilmente podrían haberse realidad sin la magia, pero tu poder llega mucho más lejos. Si desearás que la Luna fuera rosa, lo sería. O que no existiera esta ciudad. Absolutamente todo. Rubén no puede hacer eso. Eres mucho más fuerte que él y que yo. Y por eso mismo para él eres tan importante. No dudo en que intentará ir a por ti en cuanto pueda.
-No lo creo. Sí tiene limitaciones, cuando Rubén está cerca no funciona. Me parece que ya se lo he dicho antes.
-No seas ingenua. Basta con que desees cuando no estés cerca suya poder desear lo que quieras, cuando quieras, en cualquier situación. Así su hechizo se cancelaría. Aunque no sé, es un hechizo un tanto ridículo. No tiene sentido que haya hecho eso, en cualquier momento podría desaparecer, y de hecho, lo va a hacer. Basta con un simple hechizo, tanto tuyo como mío. No lo entiendo, pero bueno, que más da. Un momento.
-Vale, ¿pero un momento para qué?
-Para anularlo. Ya está.
-¿Ya? ¿No hay palabras mágicas, no dices nada?
Tss. Menudo mago. Claro que no es igual a los de las historias, esos molan más.
-Sí. No hace que formules un hechizo. Cuando estás en un combate sí, pero ahora no. Además, ¿para qué quieres oír el conjuro si a ti no te hace falta utilizarlo?
Pues por que sí. Por Quería ver si eran iguales a los de las películas y demás, si decía Abra Cadrava y esas cosas. Soso.
-Curiosidad. Es una de las características más comunes en los humanos, ¿no lo sabías?
-Sí. ¿Te has dado cuenta de que has dejado de llamarme de usted?
-Sí. Me cuesta tener tanto respeto a alguien que ha estado vigilándome- Lo decía de broma, pero hasta cierto punto. No me parecía bien que hiciera eso.
-¿Sigues enfadada? Eres un poco rencorosa, ¿verdad?-Encima. Como si la culpa fuera mía.
-No, pero es que…No sé, no me lo esperaba. Eso es todo. Que un mago haya estado vigilándome…Aunque a estas alturas no debería sorprenderme por nada. Después de todo, yo también tengo un don. No muy útil pero bueno.
-¿No muy útil? Laura, aún no lo entiendes. No te buscaba solo por ver cómo eras. Te buscaba por qué creo que puedes ayudarme con Rubén. No te haces una idea de lo útil que es tu don-
¿Útil? Sí, seguro. Bueno, alo mejor tenía razón. Aunque seguía sin saber que podía hacer yo con mi don, si él era un mago. Que había estudiado magia durante toda su vida. Y no me quedaba tiempo para hacerle más preguntas, mi madre a esas alturas tendía un enfado increíble. Uf.
-Bueno, me tengo que ir. Cuando pueda vengo y seguimos hablando. Tengo aún muchas preguntas, que conste. Adiós.
-Adiós, Laura.
Cuando llegué a la calle de mi casa me encontré a Alberto. Últimamente estaba en todas partes. Y cada vez me alegraba más el hecho de que lo hiciera. Iba con unos vaqueros ajustados, con una camiseta verde y azul y una americana vaquera encima. Sus preciosos ojos brillaron felices al verme. Cuando llegó a mi lado me saludó sin dejar de sonreír. Dios. Enseguida sonreí yo también, no hacerlo era algo imposible. Sería capaz de alegrar hasta a un sauce llorón.
-Hola. Te estaba buscando.
-¿Y eso?
-Si bueno…quería preguntarte si dabas una vuelta conmigo. Es que quería hablarte de algo.
-¿Ahora? Es casi la hora de comer…-Qué estupidez. Daba igual la hora que fuera, me moría de ganas de hablar con él. Pero no me podía gustar. Ya había terminado mal con otros chicos antes. Cuando el último, el que yo creía que sería el de verdad, me dejo por Estefanía, lo pasé fatal. No quería tener que volver a pasar por eso de nuevo. Y además, con Alberto….
-Sí, pero es importante. Venga, Laura. Es solo un momento.
-Bueno…Vale.
Miré el reloj disimuladamente. La una y cuarto. Mi madre estaría preocupada, aparte de enfadada. Pero me daba igual. Ante su sonrisa no podía negarme.
-La fiesta de Lucía… ¿Vas a venir?
-Sí, ya te lo dije en el cine.
-Bien…Pues, me preguntaba si…no sé, ¿querías venir conmigo…?
¿Ir con él? ¿A la fiesta? Dios, si, si, sí. Nada me apetecía más. Pero no podía. Me gustaba sí, pero debía olvidarle. Y si iba con él no lo iba a conseguir. Uf. No. No podía y punto.
-Lo siento, Alberto…No puedo. Prefiero ir sola.
-Lo entiendo. Bueno nos vemos en la fiesta.
Lo dijo sonriendo, pero se le notaba triste. Era una sonrisa fingida, estaba claro que no estaba lo que se dice feliz y yo tampoco, pero es lo que debía hacer.
-Bueno, nos vemos en la fiesta.
-Si…-Al menos podría haberlo echo un poco más fácil.
-Adiós, ya nos veremos el lunes.
-Hasta luego.
Empecé a andar sin mirar atrás, si le veía mirándome con esos ojos de cordero degollado me sentiría aún peor y seguramente mi negativa se vendría abajo.
Cuando llegué a casa me fui a mi habitación, no tenía ganas de comer, se me había revuelto todo después de hablar con Alberto. ¿Y si yo también le gustaba?
No, eso no podía ser.
Él, con su metro setenta, con su pelo, ni muy largo ni mi corto y siempre despeinado, con esos ojazos, con su sonrisa maravillosa…con su forma de ser…Amable, cariñoso, inteligente, romántico, con ese toque desenfadado… ¡Dios! Y luego estaba yo. Teniendo a gente como Lucía, la chica diez en todo, y a Estefanía, ¿como se iba a fijar en mí? No tenía posibilidades. 
You're beautiful like a dream come alive, incredible...”
En ese momento sonó mi móvil. No lo quería coger, pero si no, no iba a dejar de sonar. Uf. Me levanté sin ganas y cuando vi el nombre me dieron ganas de borrarlo sin leerlo. ¿Por qué me estaba haciendo esto? 
“¿Por qué no quieres venir conmigo?”
“Por favor, Alberto. No insistas. Somos amigos, ¿no?”
“Si, pero…Pensaba que dirías que sí. Después del cine…”
“Bueno, pero he dicho que no. Ya lo has visto.”
 “Sí, lo he visto. Y quiero saber el porqué. El otro día en el cine contigo me lo pase genial. ”
Y yo…Pero no podía dejar que eso fuera a más. 
“Ya sabes que yo también. Lo siento, tengo mis motivos. Y no puedo decirte exactamente el por qué, no lo entenderías. Por favor, no insistas más.”
Apagué el móvil y me dejé caer sobre la cama. No sabía que hacer ni que pensar. Quería ir con él, pero no creía que fuera lo correcto. 
Uf.  Cerré los ojos y al momento me quedé dormida. Tuve una pesadilla. Estaba encerrada en mi clase y cada vez se encogía más. Las ventanas estaban cerradas con candado, las puertas con llave y no había ningún agujero ni nada con lo que poder hacerlo. De pronto, aparecía Rubén. Cuando lo pedía ayuda, se reía y me miraba con crueldad en sus ojos verdes. Intentaba usar mi don pero no funcionaba. Entonces Rubén se reía más aún y desaparecía, dejándome ahí sola. 
Me desperté sudando, con imágenes aún en mi cabeza. Me levanté y fui al baño. Tenía todo el pelo alborotado y la cara colorada. Me eché agua, me hice una trenza y me volví a mirar. Mucho mejor. Cuando me giré vi la hora. Las doce de la noche. En ese momento lo recordé todo y noté como se me encogía el corazón. 
Grr. Llevaba sin comer desde el desayuno, desde entonces habían pasado trece horas y me estómago protestaba. No me apetecía comer, así que lo ignoré y me volví a acostar. Era la noche del viernes al sábado, y mañana tendría la fiesta de Lucía. Una fiesta a la que no me apetecía ir y en la que además, estaría Alberto. Alberto… ¿Por qué no le dije que sí? Quería decirle que sí. Daba igual que hubiera salido mal con otros chicos. ¿Desde cuándo era yo una cobarde? ¿Cuándo me había rendido tan fácilmente? Jamás. Siempre había luchado por mis sueños, había mantenido mi sonrisa. Siempre. Y ahora no iba a ser distinto. Iría a la fiesta, y Alberto me acompañaría. 

sábado, 18 de febrero de 2012

Continuación capítulo 3:)

Últimamente todo lo que me pasaba era demasiado raro. ¿Sería por mi don? Sí. ¿Y porqué se había puesto así al oír el nombre de Rubén? No tenía sentido.
“Welcome to my life…”
Mi móvil. Lo cogí y mire el nombre en la pantalla. Lucía.
-¡Hola Lu!
-¡Hola! ¿Qué tal? ¿Dónde estás? Te llevo llamando más de media hora y nada. Me salía que lo tenías fuera de cobertura.
-Lo siento. Lo tenía encendido, no sé porque ponía eso. Pues bien, aquí como siempre. ¿Qué pasa?
-Nada, que me aburro. Quería hablar contigo. Pero si estás muy ocupada no pasa nada.
-No, no. Pero no sé que contarte.
-Bueno, te cuento yo a ti. ¿Sabes ya si vas a venir a mi fiesta? Di que sí por favor. Por favor, por favor, por favor. ¡Tienes que venir!
No pude evitar reírme. Como siempre que hablaba con ella. Era imposible no hacerlo.
- Sí, claro que voy. Cuenta conmigo. ¿A qué hora es?
-¡Genial! Ya verás que bien nos lo vamos a pasar. A las siete, aunque si vienes a las cinco y media para ayudarme pues mucho mejor.
-Va. A las cinco y media estoy ahí. Lo siento, pero me tengo que ir ya. Luego hablamos, Lu.
-¡Adiós Laura!
Colgué y seguí andando, más animada. El sábado. Quedaba justo una semana. 
Cuando llegué a mi casa y subí a mi habitación me encontré con mi hermano sentado en la silla de mi escritorio.
-¡Por fin! Llevo esperándote un buen rato. ¿Dónde te habías metido?
“Venga vete, que te está esperando tu hermano, Jorge.”
Alistar. ¿Cómo podía saberlo?
-¿Laura? -Jorge se levantó de la cama y vino hacia mí. -¿Estás bien?
-Eh...si, sí. ¿Qué quieres?
-Esta noche voy a ir al cine con Isa y con su hermano. Si quieres venir…Me parece que va a tu clase.
-¿Cómo se llama?- No pude ocultar mi asombro. ¿Isa tenía un hermano, que además iba a mi clase?
-Sí, se llama…Alberto creo.
¿Qué? ¿Alberto? No puede ser. Me lo habría dicho y si no, de alguna manera me habría enterado. Además cuando éramos pequeños nos íbamos juntos y no recuerdo haber visto nunca a Isa.
-¿Estás seguro? No creo que sea él.
-Sí, bueno la verdad es que no estoy seguro. Jugabas con él cuando eras pequeña.
-Sí, es Alberto. - No me lo podía creer. ¿En serio su hermana era Isa? ¿Quedar con él?
Es cierto que estos últimos dos días estaba bien conmigo pero aun así…Volver a ser amigos a, ir al cine… Aunque la verdad era que me apetecía ver su sonrisa de nuevo.
-Vale, contad conmigo. ¿Y qué película vamos a ver?
-Aún no lo sé. Ahora lo miraré con Isa. Y una cosa, tú te pagas la entrada, ¿eh? No pienses que te voy a invitar.
-Tú tan majo como siempre. Ya lo suponía. Pues ala, fuera de mi habitación, tengo cosas que hacer.
Se fue protestando, pero me dio igual. Me tumbé en la cama y puse música. Everytime We Touch de Cascada
.
“I still hear your voice when you sleep next to me; I still feel your touch in my dreams…”

No dejaba de pensar en Alistar. En él y en su tienda. Bueno… mas bien en todo lo que había sucedido desde que entré en la calle. Estaba segura de que esa calle no llevaba ahí mucho tiempo. Y no podía haber aparecido así porque sí, eso era imposible. Aunque claro, mi don también lo era, y mira. Al final resulta que todos los que decían que nada es imposible tenían razón…Uf. Es que nada de esto tenía sentido. No encontraba una respuesta. Ni para mi don, ni para la calle, ni para el muro, ni para el extraño encuentro con Alistar.
-Laura, vístete. Nos vamos en media hora. Hemos quedado a las siete y media en la puerta de tu instituto y son las siete menos cuarto. Date prisa, si no me voy sin ti. 
-¡Voy!
Me levanté corriendo y abrí mi armario. No sabía que ponerme. ¿Vestido o falda?
¿Pantalón vaquero? Vestido. No, demasiado arreglado, solo iba al cine. Pantalón. Lo llevaba todos los días. Lo mejor sería ponerse una falda. Decidido. La falda blanca cortita con medias rosas, una camiseta a juego ajustada metida por dentro y los tacones nuevos. Perfecto. ¿Y en el pelo? No estaba muy sucio, pero tampoco tan limpio como para llevarlo suelto. Aunque la diadema rosa que me había comprado quedaba tan bien…Fui al baño y me pinté un poco. Lo justo, un poco de sombra de color rosa en los ojos y brillo de labios.
-¡Ya estoy Jorge! ¿Nos vamos?- Entré en su habitación y vi que aún se estaba vistiendo. Iba a tener que esperar como siempre. Y eso que dicen que las chicas tardamos más en arreglarnos. Está claro que eso no se puede aplicar a mi hermano. Fui a su cama y me senté, apartando la montaña de ropa que había dejado encima. Madre mía…mamá le iba a regañar muchísimo al verlo. Mejor recogerlo. Estaba claro que él no lo iba a hacer, y yo tampoco tenía demasiadas ganas. Opté por lo fácil. En  cuanto se fue al baño, deseé que estuviera recogido todo. Aún sin encontrar el porqué, mi don era realmente útil. Sonreí y bajé las escaleras. Jorge me esperaba en la puerta. Nos despedimos de mi madre y salimos medio corriendo, ya que mis tacones no daban para más. Llegábamos un poco tarde, por no decir mucho. Isa y Alberto ya nos estaban esperando. Isa, tan arreglada como siempre, y a su lado, Alberto. Iba en vaqueros y encima de una camiseta blanca lisa, llevaba una camisa negra, con algo escrito que, por la distancia, no lograba ver. Estaba guapo. En seguida deseché ese pensamiento de mi mente. No, no estaba guapo. ¿A quién quería engañar? La verdad es que Alberto era uno de los chicos más guapos que conocía. Y sin ninguna duda, él tenía la sonrisa más bonita.  Cuando llegamos  dónde estaban, mi hermano y Isa se dieron un beso, y Alberto y yo bajamos la mirada al suelo, un poco incómodos. Ninguno sabía que decir. A lo mejor ir no había sido tan buena idea.
-Hola, Laura.
-Hola, Alberto. ¿Qué tal estás?
-Ahora, muy bien. -en cuanto terminó la frase, bajó la mirada con vergüenza, como si hubiera dicho algo que no tenía pensado. No supe muy bien  porqué, pero yo también me puse roja. Uf. Aún así, me sonrió con timidez, y no pude hacer menos que sonreírle yo también. Igual que las otras veces.
-Bueno, chicos, hay que ponerse en marcha o no llegamos. -Mi hermano se rió al vernos así a los dos, y le dijo algo al oído a su novia que no entendí, pero nos miró a los dos y sonrió.
-Sí, vamos. - Empezamos a andar los cuatro. Jorge e Isa delante de la mano. Alberto y yo les seguíamos pero sin acercarnos demasiado, no queríamos molestar.
-Bueno y… ¿al final has encontrado el libro?
-Eh…bueno, sí. En una papelería cerca de la calle principal. Pero no le quedaban más. ¿Y tú?
-Sí, tenía uno mi madre. Se lo dio una amiga suya hace dos meses, pero no sé para qué. Después de andar un montón, resulta que lo tengo en mi casa.
Se rió y yo con él, estábamos un poco más relajados.
-¿Vas a ir a la fiesta de Lucía?
-Claro, recuerda que es mi mejor amiga. No podía faltar. ¿Y tú? Me ha dicho esta mañana que te iba a invitar.
-Sí, me ha invitado. Pero no sé si voy a poder ir. Espero que sí.
-Bueno, pues si vas nos veremos ahí. -No sabía que más podía decir. Hace una semana nos llevábamos fatal, y ahora estábamos yendo al cine junto a nuestros hermanos. Cómo cambian las cosas. Ya quedaba poco para llegar al cine, podíamos ver el edificio.
Nada más entrar me pidió el dinero y se fue a coger las entradas con Isa, mientras que Alberto y yo cogíamos las palomitas. Dulces para los dos. Cuando íbamos a pagar, me acordé de una frase que dijo Lucía hacía tiempo.
“Cuando quedes con un chico, pidáis la misma comida y además sea dulce, es que estáis hechos el uno para otro, así que no lo dudes y bésale antes de que sea demasiado tarde”

Miré a Alberto con timidez. Sin duda, mi amiga estaba loca. ¿Cómo iba a hacer eso? 
La verdad es que Alberto era realmente guapo. Y simpático. Y seguro que besaba genial. Uf. Sentía como me iba poniendo roja, cada vez más y más.
-Alberto…ahora…ahora vengo. Te dejo aquí el dinero. Perdona.
Salí corriendo hacia los baños, antes de que me viera así. ¡Dios! ¿Qué me estaba pasando? Abrí la puerta y me eché agua fría en los brazos y en la cara. Mucho mejor.
Me sequé y salí,  estaba esperándome sentado junto enfrente. Cuando me vio se levanto  y vino hacia mí.
-¿Estás bien? ¿Por qué has salido corriendo tan deprisa?
-Tranquilo, no pasa nada. Estoy perfectamente. Esto es mío, ¿no?
-Sí, toma. ¿Seguro que estás bien?- Parecía preocupado. Pobrecito. Es que a quién se le ocurre salir corriendo así…Estaba claro que solo a mí.
-Sí, sí. Segurísima. -Me miró a los ojos y empecé a ponerme nerviosa. Notaba como los latidos iban aumentando su ritmo. Uf. Y todo por culpa de Lucía y de su comentario.
-Por cierto, toma tu dinero. Te invito yo. -lo dijo sonriendo y me quedé mirándole asombrada. ¿Cómo lo iba a pagar él? Era poco, pero aún así…
-No, no, yo pago lo mío. ¿Por qué me ibas a invitar tú?- Me miró como si me viera por primera vez mientras me contestaba.
-Porque quiero. No irás a protestar, ¿verdad? Ya me invitarás tú más adelante.
¡Já! Que cara más dura tenía. Aunque me había hecho reír otra vez.
-Bueno…Vaaaale. Vamos, ya nos deben de estar esperando desde hace rato.
-Si, tienes razón.
Fuimos a la puerta de nuevo y ahí estaban Jorge e Isa. Habían cogido entradas para una película de acción nueva con una pinta un poco aburrida. Cuando entramos en la sala y nos dieron las entradas nos dimos cuenta de que estábamos en filas diferentes. Unas eran para las diez y otras para la cinco. Los dos subieron a la diez, y a Alberto y a mí nos dejaron en la cinco. Miré de reojo a Alberto, parecía feliz. Nos sentamos en nuestros sitios justo cuando empezaron los anuncios y las luces se apagaron. Vi como se acercaba a mí hasta que entre su brazo y el mío habría como mucho 4 cm. Noté como iba poniéndome cada vez más nerviosa. Esperaba que no se diera cuenta, seguramente estaría roja de nuevo. Uf. ¿Qué me estaba pasando? Necesitaba ir al baño. Me levanté y me dirigía a la puerta cuando noté unos pasos detrás de mí. Me giré y vi a Alberto.
-¿Laura? ¿Qué te pasa? ¿Te encuentras bien?- Empezaba a encontrarme realmente mal. Ya no eran solo los nervios. ¿Y nervios de qué? ¿De estar a su lado?
-No lo sé. Me he mareado un poco, lo siento. -Era verdad. Necesitaba sentarme y tomar el aire.
-Ven, siéntate aquí. -Me llevó hasta un banco que había fuera en la calle. Me senté y él a mi lado. Se le notaba preocupado. -¿Qué tal te encuentras? No tienes muy buen aspecto…-
Claro que no. No sabía porqué me sentía así. Solo éramos amigos, nada más. Y estamos en el cine por nuestros hermanos, eran la única pareja aquí. Alberto no me gustaba, y yo tampoco a él. No había más. Tenía que tranquilizarme. Después de respirar hondo una, dos, tres veces, me sentía mucho mejor. Se lo dije y volvimos al cine. La película ya había empezado. Hasta que terminó no volvimos a hablar pero de vez en cuando nuestras miradas se encontraban y nos sonreíamos. Cuando salimos del cine Isa y Alberto se fueron por su lado y nosotros por el nuestro. No dejaba de pensar en Alberto, y eso me preocupaba. Todavía tenía la sensación de mareo, por lo que nada más llegar me fui a la cama sin cenar. Nada más entrar en mi habitación cerré la puerta, me quité la ropa, me puse el pijama y me hice una coleta alta.
You're beautiful like a dream come alive, incredible...”
Salí del baño andando despacio, arrastrando los pies hasta dónde estaba mi móvil. Un nuevo mensaje. De Alberto. Lo abrí temblando. Tanto, que casi lo borré sin poder leerlo.
“Hola, Laura. ¿Qué tal estás? Espero que mejor. Bueno, quería decirte que esta tarde me lo he pasado muy bien contigo. Otro día repetimos, ¿vale? Pero esta vez sin mareos. Un beso.”
“Hola. Mucho mejor y gracias, en serio. Sí, ha estado muy bien la verdad. Pues cuando quieras. Tú dime cuando puedes y quedamos. Sí, espero que sin mareos jajaja. ”
“No me las des, boba. No he hecho nada como para merecérmelas, es lo que habría hecho cualquiera. Vale, te lo digo en clase o por aquí. ”
“Ya, pero has sido tú, no cualquiera. Y no te las daba por eso solo, es por todo. Por una tarde así. ”
“Aún así. Entonces, gracias a ti también. Sin ti no hubiera sido lo mismo. Un beso.”
Uf. Y sin él. A pesar de todo, de los nervios, del mareo, había sido una tarde genial.
“De nada, pero vamos, que no tienes porque darlas, porque como acabas de decir, no he hecho nada. Y tampoco sin ti. ”
“Has hecho más de lo que tu crees. Bueno, te dejo que no me queda casi saldo. Buenas noches, guapa.”
“Buenas noches y guapo, tú.”
¿Cómo que había hecho más de lo que pensaba? Aparte de marearme como una tonta, no había hecho nada y no sabía cómo pero había pasado a ser algo más que mi amigo. En tan solo unas horas. Y eso no era demasiado bueno, teniendo en cuenta que él no me quería. Quizás como a una amiga, pero nada más. No podía empezara pensar en él como algo más. No, no y no. Pero… ¿Qué hubiera pasado si le hubiera llegado a besar? ¿Se hubiera apartado? ¿O me hubiera devuelto el beso? Que estupidez. Así de repente besarle…pensaría que estaba loca. Y tendría razón, porque para hacer eso…Pero aún así… ¡Basta ya, Laura! Alberto es mi amigo. Solo eso. Un amigo, nada más. No va a llegar a ser más que eso, así que deja de pensar tonterías.
Fue completamente inútil. Por mucho que me repetía lo mismo una y otra vez, me sentía completamente feliz y una sonrisa tonta se había extendido por mi rostro sin que pudiera evitarlo.
No me estaba enamorando, ¿verdad?
No, no llegaba a tanto.
¿O sí?
Esa noche él fue mi último pensamiento.

viernes, 17 de febrero de 2012

CAPÍTULO 3 :)

-Laura, ¡LAURA!- Lucía me sacudió del brazo interrumpiendo el hilo de mis pensamientos.- ¿Me escuchas?
-Perdona es que estaba pensando en otra cosa. ¿Qué decías?
-Ya lo había notado. ¿Y en qué eh, pillina?
-En nada importante, hazme caso.- Los ojos verdes de mi amiga se clavaron en los míos y noté que no me había creído, después de tanto tiempo juntas no podíamos ocultarnos nada y menos algo tan importante para mí. Pero, ¿qué otra cosa podía hacer?
-Seguro…bueno da igual, ya me enteraré. Te decía que si te parecía bien que invitara a Alberto a mi fiesta, ya sabes…como no os lleváis demasiado bien últimamente...si no quieres no pasa nada, ¿vale?
-No, no me molesta tranquila, hazlo si quieres.- Al oír mi respuesta sus ojos se iluminaron y sus labios se tornaron en una sonrisa de agradecimiento. En las siguientes horas intenté pensar lo menos posible en Rubén y mi don. Cuando por fin las clases terminaron recogí mis cosas y salí corriendo, ni quería ni podía estar ahí ni un minuto más o me volvería loca. Al momento de salir del colegio, noté unos pasos detrás de mí. Pensando que sería Rubén me giré temblando pero no fue a él a quien encontré, sino a una persona a la que nunca hubiera esperado encontrar, Alberto.
-¿Qué haces tú aquí?- mi voz sonó mas irritada de lo que quería, pero con el susto que me había dado…
-Solo quería hablar contigo un momento, si no te importa claro.
-No, no me importa pero date prisa.
Noté su desilusión al oír mi respuesta y como se iba poniendo nervioso a medida que pasaba el tiempo.
-Venga habla, perdona por haber sido tan borde, pero me sorprende que me hables después de estas últimas semanas…
-De eso mismo quería hablarte…estas semanas no me he portado muy bien contigo pero tiene su porqué.
-Y supongo que no me lo vas a decir, ¿me equivoco?- Cuando terminé de hablar, soltó una risilla nerviosa y clavó la mirada en el suelo.
-No, no te equivocas, pero es que no puedo decírtelo aún, pero te lo diré lo prometo…mientras tanto, ¿amigos?
-Sí, amigos claro - No pude evitar que se notara el desconcierto en mi voz, pero es que me había sorprendido, parecía una disculpa en serio. Le miré y vi como una gran sonrisa se extendía por su rostro.
-¡Gracias!-nada mas terminar de hablar salió corriendo, dejándome sola. Me convencí a mí misma de que no importaba y que tenía otras cosas más importantes que hacer. Empecé a andar hacia mi casa pensando en mi don, no podía haberse ido así por que sí. Cuando ya estaba entrando en mi calle se me ocurrió una idea. A mi lado había una planta un poco estropeada, podría desear que estuviera bien. Crucé los dos, cerré los ojos y deseé con todas mis fuerzas que se recuperara. Cuando los abrí una hermosa planta se encontraba a mi lado.
-¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiii! Ha funcionado ¡Ha funcionado!- Miré a mi alrededor y vi como toda la gente que había en un radio de quince metros se giraba en mi dirección y me miraba como si estuviera loca. En seguida me puse roja, que vergüenza mas grande…Seguí andando y mirando la punta de mis zapatos hasta que llegué a casa. Dejé la mochila y subí a mi habitación todavía colorada, abrí la puerta, puse música y me tumbé en mi cama, sintiéndome completamente feliz. ¡Tenía mi don! Pero al momento la felicidad fue sustituida por la duda porque de todas maneras algo iba mal, porque con Rubén cerca no funcionaba. Estaba pensando en eso cuando me acordé de que debía encontrar el libro, lo que no parecía demasiado fácil. Bueno…Podía desear tenerlo. Al menos así no tendría que buscarlo. Cerré los ojos, crucé los dedos y deseé que apareciera en mis manos. Nada. No funcionó. ¿Por qué? ¡Hacía un momento había funcionado! Como a otras tantas preguntas no encontré respuesta. Aunque esto no era demasiado importante, realmente daba igual, daría muchas vueltas hasta encontrarlo, pero bueno. Aparte de eso… Fui al baño, me peiné y bajé a la cocina.
-Mamá, necesito dinero.
-¿Para qué?
-Marina se ha puesto enferma- obviamente no la dije que por que yo lo había deseado.- Ha venido un sustituto nuevo y nos ha mandado comprar un libro, dice que el nuestro es una porquería.- Me miro con incredulidad y me preguntó:
-¿Él ha dicho que es una porquería?- Naturalmente, no se lo creía, hasta a mi misma me costaba y eso que estaba delante en ese momento.
-Sí mamá, si fuera mentira no te lo diría, ¿no crees?
-Tienes razón, pero es que no lo entiendo. Pero bueno sí, toma el dinero. ¿Y de que editorial es?
-Facistol. ¿La conoces?- esperaba que dijera que si, así con un poco de suerte me podría decir dónde encontrarlo.
-No lo he oído en mi vida, lo siento. Pero hay varias librerías y papelerías cerca seguro que en alguna lo tienen. –Nada, me iba a tocar ir a todas y perder la tarde.
-Bueno pues nada, me voy. Adiós.- Le di un beso rápido y me fui. La primera a la que iba a ir era la que mas cerca estaba y a la que iba cada vez que necesitaba algo para el instituto. En cuanto entré la dueña, Pilar me saludó con una sonrisa.
-Hola, Laura, ¿Qué necesitas?
-¡Hola! Un libro de Física para 2º de Bachillerato de la editorial Facistol.
-¿Estas segura que de la editorial Facistol? Esos libros dejaron de venderse hace tiempo y los dejamos de traer porque nadie los compraba. No hacían nada más que ocupar sitio. -En cuanto vio mi cara de decepción me dijo fuera a una que estaba en la calle Leonés, que ahí seguro que había. Le di las gracias y salí confiando en que ahí lo encontraría, pero se repitió la misma escena y en las siguientes a las que fui igual. Salía de la última cuando me encontré con Alberto.
-Hola Laura. ¿Qué estas, buscando el libro?- en cuanto lo dijo me di cuenta de que parecía estar tan contento como esta mañana, En cuanto terminó la frase me sonrió y no pude evitar pensar que qué sonrisa tenía y en como podía no haberme fijado hasta ahora. Nos conocíamos desde los 5 años.
-Eh…sí, ¿tú lo has encontrado?- Mientras le contestaba no dejaba de mirarla, era la más bonita qué había visto en toda mi vida.
-No, ya no se ni adónde ir…Menudo sustituto nos ha tocado. Pensaba que todos eran buenos y que ninguno se preocupaba demasiado por dar clase.
-Yo pensaba lo mismo, pero ya ves que no es así. Al parecer nos equivocamos.
-Si…menuda suerte. Bueno, me voy a seguir buscando. Hasta mañana.
-Lo mismo dijo, haber si lo encontramos pronto. –En cuando terminé la frase se fue medio coriendo como esta mañana, dejándome tan asombrada como entonces. Me quedé hay quieta, observando como se alejaba y pensando en como no me había fijado antes en la forma en la que sonreía. Empecé a andar con la esperanza de que me hubiera saltado alguna papelería. Cuando volvía a mi casa me fijé en una calle que nunca antes había visto. Era estrecha y bastante larga y parecía no tener salida. Pero lo que más me llamó la atención fue el nombre de la calle: Facistol. ¿Desde cuándo estaba esta calle aquí? Si solía pasar a menudo por estas calles y siempre me fijaba en todo. No era normal que se me hubiera pasado una calle entera. Entré y me quedé más asombrada aún que antes. Aunque vista desde la calle principal parecía estrecha, apenas cabria dos personas juntas, ahora era mucho mas ancha y además había cosas que antes no había visto, como un pozo en el centro y una hilera de árboles que cubría toda la calle. Al menos había algo que si que era como había pensado, no tenía salida. Había empezado a andar sin darme cuenta, mirando cada casa, cada árbol y cada flor. No había dos iguales. ¡Era increíble! Justo cuando iba a darme la vuelta escuché un ruido a mi espalda. Sobresaltada, me giré y me quedé de piedra al ver que dónde antes había un muro ahora la calle seguía y que no había ni tiendas, ni viviendas ni nada. Solo algo parecido a una papelería. En cuanto empecé a andar y pasé el lugar en el que anteriormente había estado el muro volvió a aparecer. Solté un grito e intenté derrumbarlo pero no conseguí nada, estaba atrapada. Me levanté y entré en la papelería. Las paredes eran de muchísimos colores y cada una tendría al menos veinte cuadros, todos con estilos completamente diferentes. En una de ellas había una mesa y encima, una caja registradora, que parecía tener muchísimos años. Probablemente, sería uno de los primeros modelos.
-Hola. ¿Quieres algo?
Me giré sorprendida al oír la voz y vi  un hombre mayor, de unos sesenta años, quizá más. Era alto, delgado, con el pelo y la barba blancos y unos ojos azules y profundos. Por el tono de su voz parecía enfadado, sin embargo una sonrisa se extendía por su rostro. No sabía por qué, pero me recordó a papa Noel y sonreí sin poder evitarlo.
-Eh…Hola. Su tienda es increíble. ¿Desde  cuándo trabaja usted aquí? No la había visto nunca, aunque si le soy sincera, tampoco la calle…
-¿Cómo te llamas?- se notaba cierto interés en su voz, como si mi nombre fuera algo importante.
-Laura. ¿Y usted?
-Alistar. - menudo nombre. Alistar… Le quedaba bien, la verdad. Pero aun así era un poco raro, a juego con su tienda.
-Bueno señorita, y ¿qué buscaba?- Cierto, ya se me había olvidado el motivo principal de que hubiera entrado en la calle.
-Verá, buscaba un libro de Física para 2º de Bachillerato.
-¿De que editorial?
-Facistol. ¿La conoce?- Esperaba que dijera que sí, no me quedaban más sitios en los que buscar.
-Sí, la conozco. Y no solo eso, si no que también tengo el libro que buscas. Espera un momento.- ¡Por fin! Ya lo tenía. Después de recorrerme la mitad de la ciudad, lo había encontrado.
-Aquí tienes, Laura. ¿Cómo es que ahora buscas un libro? Está a punto de terminar vuestro curso, ¿no?
-Sí, pero ha venido un nuevo profesor y es un poco…especial.
-Jajaja entiendo… ¿y cómo se llama?
-Rubén. Es muy serio, parece que no se ríe nunca. Da un poco de miedo, con esos ojos verdes que parece que te van a hipnotizar y esa cicatriz en la mejilla.
Nada más oír el nombre y cómo era cambio el semblante al completo.-¿Se encuentra bien? Se ha puesto muy pálido.
-No, no, estoy bien…aquí tienes el libro.
-Vale, ¿cuánto cuesta?
-Nada, te lo regalo. Digamos que es un favor. Ya me lo devolverás más adelante. Venga vete, que te está esperando tu hermano, Jorge.
¿Cómo sabía que me estaba esperando mi hermano? Y no solo eso, si no que además sabía que se llamaba Jorge. Ahora la pálida era yo. No tuve tiempo para preguntarle porque sin saber cómo, me encontraba fuera de la tienda, que había cerrado.
 

domingo, 12 de febrero de 2012

CAPÍTULO 2

-¡¡LAURAAA!!- me desperté sobresaltada al oír el grito-¡¡DESPIERTA!!
Me levanté sin ganas, medio dormida, y miré el reloj. Las ocho menos cinco. Tardé poco en reaccionar y darme cuenta de que debería estar despierta hacía casi media hora y que ahora mismo debería estar duchada y desayunando. Estaba pensando en que podía hacer para llegar a tiempo cuando se me ocurrió desear estar arreglada y lista para irme. Funcionó. Bajé para coger el autobús con una enorme sonrisa. Mi madre no pudo evitar abrir los ojos como platos al ver que en menos de 5 minutos me había arreglado cuando normalmente tardaba bastante, no tanto como Jorge, pero aun así mucho tiempo. Antes de que me preguntara como había tardado tan poco salí corriendo por la puerta, no quería tener que inventarme alguna excusa. Cuando me subí al autobús, me di cuenta de que era miércoles y había Física a primera hora, Normalmente no me apetecía nada, pero hoy…menos aún, aparte de ser difícil, me parecía bastante aburrida y lo peor de todo era que se me había olvidado hacer los ejercicios que había mandado hacía una semana. Al entrar en clase pensé si mi extraño don podría hacer que mi profesora de Física podría faltar hoy a clase, de forma que no fuéramos a corregirlos. La verdad, no encontraba ningún motivo por lo que podría no funcionar, así que me senté, me concentré y deseé que Marina estuviera lo bastante enferma como para poder faltar por lo menos tres días. Al cuarto de hora apareció nuestra tutora, Isabel, y nos dijo Marina se había puesto enferma y que no vendría hoy.
-¡Bieeeeeen!- no pude resistirme y toda la clase incluida Isabel se me quedó mirando con cara rara, aunque la suya, mas bien enfadada.
-¡Laura, ven conmigo!- dijo, enfadándose cada vez más. Me levanté de mi sitio temblando, tiré la silla al suelo y todos empezaron a reírse de mí. Un mes antes me hubiera puesto roja como un tomate, y hubiera pensado que ojála me tragara la tierra, pero hoy no. Ahora tenía mi don. Deseé que todos olvidasen lo que había ocurrido, que no recordaran esos últimos 7 minutos, con eso bastaría. Al momento todos se miraban entre sí confusos, sin saber muy bien lo que había ocurrido. Pero miraron mi sitio, me miraron a mí...y empezaron a reírse de nuevo. Isabel, con la cara roja del enfado, gritaba intentando poner orden. Que raro, habían vuelto a recordar lo ocurrido todos menos Isabel… ¿porqué no había funcionado? Había hecho lo mismo de siempre, había cerrado los ojos, cruzado los dedos y pensado en lo que deseaba con fuerza.
Me senté en mi sitio y lo intenté de nuevo.  Pareció funcionar. Si, esta vez sí.
Más tranquila, coloqué mi silla y me senté, como si nada hubiera ocurrido. Isabel siguió hablando de quién sustituiría a Marina los próximos días. Al parecer vendría un sustituto nuevo, ningún profesor tenía la hora libre y tampoco quería pasar mas tiempo con nosotros que el necesario y la verdad, me encanta mi clase pero a veces somos un poco insoportables y me incluyo en esa categoría, hablo mucho y las palabras “más bajo” no las suelo aplicar…Nos explicó un poco como era: se llamaba Rubén y tenía 25 años, acababa de terminar la universidad y seríamos su primera clase, por los que nos tendríamos que portar mejor que nunca. Justo cuando termino de hablar llamaron a la puerta y entró el director, tan serio como siempre seguido de un hombre alto, moreno, con los ojos grandes y verdes. Nada más entrar nos miró y sonrió con una mueca de suficiencia, como si supiera que no le íbamos a dar guerra, como si ya nos tuviera controlados.
Creo que todos echamos de menos a Marina, que a pesar de sus gritos, enfados y castigos, tenía un aspecto mucho mas “humano” que su sustituto, que parecía salido de mi pesadilla de anteayer…Estaba claro que si alguno se había hecho ilusiones por su ausencia, ahora se habían desvanecido. No íbamos a poder hacer nada divertido mientras él estuviera presente y eso sería hasta la semana que viene. Le miré y vi que el también tenía sus ojos clavados en mí, como si pudiera leerme el pensamiento. Aparté la mirada de sus ojos y sonrió de nuevo con esa mueca horrible. Tenía que hacer algo…esto era por mi culpa, porque si no hubiera deseado que faltara a clase ahora estaríamos dando clase y yo tendría una falta y un castigo pero al menos no estaría tan aterrorizada, tanto que ni siquiera me atrevía a usar mi don…Llegó la hora del recreo y salimos al patio en fila de uno en uno, sin hablar ni reírnos. Me senté con mis amigas en un banco y empezamos a hablar del sustituto, parecía que todas teníamos la necesidad de dar nuestra opinión.
-Es horrible- Lucía parecía la más aterrada de todas, a pesar de ser seguramente la mas valiente, impulsiva y loca, lo que la hacía ser también la más divertida y mi mejor amiga.
-No es horrible…es más bien de otra galaxia.
-Vamos a ver Ana… ¿de otra galaxia? ¿De dónde has sacado eso?
-Perdona pero es imposible que un humano sea así...
Ana siempre sacaba un lado espacial a todo, aunque la verdad es que en este caso no le faltaban motivos, no sería difícil de esperar que fuera un extraterrestre de un planeta desconocido.
-¿Y qué hace un extraterrestre en nuestra clase? ¿Comprobar nuestros conocimientos antes de invadirnos? Perdóname pero no, es solo un chiflado.
María era todo lo contrario, era una de esas personas de si-no-lo-veo-no-lo-creo, con los pies en la tierra.
Lucía y yo preferimos no meternos en la “discusión”, después de 5 años juntas habíamos aprendido a no entrar en sus peleas de lógico-no lógico.
Sonó el timbre que marcaba el final del recreo, sin muchas ganas nos levantamos y nos dirigimos hasta nuestra clase. Rubén estaba mandando callar a todos. Al vernos nos ordenó que nos sentáramos y sin rechistar le obedecimos, no nos apetecía enfadarle más aún. Cuando nos callamos todos por fin y estábamos sentados, empezó a hablar:
-Hoy no daréis matemáticas, si no que estaréis conmigo para irnos conociendo. No me importan vuestros nombres, solo vuestros conocimientos, ¿queda claro? Bien, ¿alguno tiene el libro de Física?
Nadie contestó y Rubén me señaló y me pidió que se lo diera. Lo saqué de la mochila y se lo di intentando controlar los temblores que sacudían mi mano. Lo miró por encima y me lo devolvió mientras hablaba:
-Dado que vuestro libro es una auténtica porquería vais a comprar de la editorial Facistol el libro de Física de 2ª de Bachillerato.
Todos nos miramos asombrados, estábamos en 1º, no en 2º…Pero aún así nadie habló, no nos atrevíamos a contradecirle. Bueno nadie…más bien casi nadie, porque de la última fila surgió la voz de Estefanía, tan decidida y cortante como siempre, lo que enfadó aún mas si cabía a Rubén.
-Perdone pero estamos en primero, no en segundo, no podemos dar un temario que no es el adecuado y tampoco nos puede mandar comprar un libro teniendo ya el que llevamos usando todo el año, le recuerdo que usted esta aquí de forma temporal.
-Bien, atención…El libro que les he dicho es el que voy a utilizar en mis clases con ustedes, quién lo tenga podrá seguirme en mis clases o por lo menos podrá intentarlo, y aunque sea solo un sustituto como ha dicho su compañera puedo suspenderles y con el libro podréis aprobar pero sin él les aseguro que no, pero ustedes sabrán me da igual poner 5 que 30 suspensos.
Nada mas terminar de hablar recogió sus cosas y se fue, dejándonos a todos atemorizados… ¿Cómo iba a comprar un libro a estas alturas? ¿Y la editorial? Nunca había oído hablar de ella y estaba segura de que no sería la única. ¿Dónde íbamos a encontrarlo? Y lo peor era que tendríamos que encontrarlo y pronto, porque si no nos suspenderían…tendría que pasarme la tarde entera buscándolo en todas las papelerías que conociera y todo por el sustituto…mejor dicho todo por culpa de mi deseo. Espera… ¡claro! ¿Y si deseaba cancelarlo, volver un día atrás? Podría funcionar y tenía que probarlo por mi clase, por no tener que aguantar como profesor a Rubén. Crucé los dedos, cerré los ojos y lo deseé con todas mis fuerzas. Al abrirlos me encontré exactamente en el mismo sitio, a la misma hora, en el mismo día.… Nada, no había funcionado. La verdad, no tenía muchas esperanzas de que lo hiciera, pero aún así las pocas que tenía se habían roto. ¿Qué iba a hacer ahora? No se me ocurría nada y no podía pedir ayuda porque no me iban a creer…Y tampoco podía hacer una demostración, porque no saldría bien y me tomarían por loca. ¿Y si mi don había desaparecido porque era algo temporal? ¿Y si nunca volvía a tenerlo? Prefería no pensar en eso, por que si así era no podría hacer nada para evitar esto.

jueves, 9 de febrero de 2012

CAPÍTULO 1

Me desperté sobresaltada, intentando contener las lágrimas.
De nuevo aquel sueño tan horrible, en el que un hombre de aspecto corpulento no paraba de perseguirme en medio de la oscuridad de una noche de tormenta. No sabía adónde ir, sólo corría, intentando abrirme paso entre las personas que transitaban las calles sin fijarse en mi existencia, en mi pánico. Sabía que no podría escapar. Que me cogería, y que no podría hacer nada por evitarlo, pero no podía dejar de correr, de intentar salvarme. Cada vez estaba más cerca. Cuando noté su aliento en mi nuca y sus dedos rozando mi fina chaqueta, me desperté.
Como las otras noches, ese hombre no se cansaba de perseguirme, ni yo de huir de él. ¿Por qué no podría darme la vuelta y enfrentarme a él?
Me levanté suspirando y abrí las cortinas. El cielo nublado hizo que el nudo en mi estómago se acentuara, los días como aquel no me solían gustar, pero ahora todavía menos. Echaba de menos el sol, el calor, el cielo despejado y la sensación de libertad. Con la lluvia me sentía acorralada, insegura.
Me sacudí la cabeza con la idea de dejar todos esos pensamientos de lado. Era sólo lunes, no podía empezar la semana de una forma tan negativa. Cogí la ropa que había preparado la noche anterior y me dirigí a la ducha.
Tras vestirme bajé a desayunar.
-Mamá, por favor, deja que me vaya. Sabes perfectamente que voy a llegar tarde. Y no me gusta nada desayunar corriendo.
Mi hermano mayor, Jorge de 19 años, intentaba escabullirse del desayuno.
-Me da igual que no tengas hambre tienes que comer algo y lo sabes. Y si llegas tarde es por qué te pasas media hora en la cama más de la cuenta, así que no te vale ese argumento.
-Pero mamá…
-Está bien, vete. Pero que no se te olvide el bocadillo.
No pude evitar reírme, a pesar de que era el mismo espectáculo de todos los días, o por lo menos de casi todos.
-Que dramático eres, Jorge. -Mi madre, Marta, me miró con cara de pocos amigos, sin duda pensando que eso terminaría en una discusión. Sin embargo Jorge, mostrando su madurez, después de coger la mochila de su universidad me sacó la lengua a lo que le respondí con el mismo gesto.
-Adiós mamá. Adiós microbio. -Nos despedimos de él y oímos como la puerta se cerraba.
En cuanto terminé  de desayunar y arreglarme cogí la mochila y salí corriendo, hoy tenía un examen de historia y quería repasar antes de hacerlo.
Llegué a mi clase, saludé a mis amigos y me senté a repasar. Pero enseguida llegó Sofía con ganas de fastidiar a alguien, y como no, esa era yo. Empezó a reírse de mí mientras tiraba mis cosas al suelo. Ya no la aguantaba más. Todas las mañanas lo mismo. Era una de las pocas personas que consideraba insoportables, lo mejor de todo era que no la había echo nada, más bien todo lo contrario, la mitad de la clase intentábamos ignorarla, pero conmigo eso no funcionaba.
-Por favor, por favor, que se tropiece con algo y se caiga al suelo de una forma ridícula. -Lo pensé sin darme cuenta, pero deseando que pasara con todas mis fuerzas y…pasó. Se cayó delante de los presentes, que no pudieron evitar reírse con todas sus ganas. Al principio me reí como la que más, pero luego empecé a preocuparme, ¿cómo había podido pasar algo así justo después de que lo deseara? Normalmente tenía un gran equilibrio, pero esta vez parecía que ni siquiera lo había visto venir, no había tenido tiempo ni de intentar frenar la caída. No tuve mucho más tiempo de pensar, ya que llegó la profesora y nos entregó el examen. Un total de 12 preguntas, todas largas y complicadas. Saqué mi bolígrafo y empecé a escribir, aún sin poder dejar de pensar en qué había podido suceder. Decidí que no podía haber sido por mí y seguí con el examen. A la hora del recreo todavía había quién se reía y Sofía estaba más enfadada que de costumbre pero, raro en ella, no se metía con nadie. Al volver a clase, entró la primera y se sentó enseguida sin mirar a nadie.
Cuando por fin llegó la hora de volver a casa salí enseguida, no había dejado de pensar en lo que podría haber pasado. ¿Habría sido por mí? No parecía posible, pero aun así... En el suelo no había nada con lo que se hubiese podido tropezar. Cuando llegué a casa subí a mi habitación, cerré la puerta y me tumbé en la cama con los ojos cerrados.
En seguida bajé a comer. La verdad es que no tenía nada de hambre, lo único que quería era encerrarme en mi habitación y tumbarme en mi cama. Y eso hice en cuanto terminé. Recogí mis platos, los llevé a las cocina y subí a mi cuarto. Había empezado a llover y el ruido que provocaba al caer contra la ventana me relajaba, haciendo que por un instante olvidara la extraña mañana que había pasado. Sin darme cuenta me quedé dormida. Abrí los ojos por los insistentes golpes que alguien estaba dando contra mi puerta. Antes de poder levantarme a abrir, mi hermano ya había entrado como un huracán a mi habitación.
-¿Por qué has tardado tanto en abrir? ¿Qué has hecho con mi móvil?
-Nada, no sé de qué estás hablando.
-Ya claro...lo que tú digas. ¿Te crees que soy tonto? Sé que lo has cogido tú. Dámelo, quiero llamar a Isa.-
¿Y para qué podría querer yo su móvil? Sin decir nada y sin dejarle decir nada más a él, le llevé hasta la puerta y la cerré deseando que lo encontrara.
No pasaron ni 5 minutos y ya estaba dando golpes, más suaves ahora y pidiéndome perdón.
-No pasa nada, pero por favor, ahora déjame sola. –Tras oír sus pisadas alejándose respire tranquila, por fin.
Me puse a pensar y llegué a la conclusión de que todo lo que deseaba se hacía realidad, por mucho que me costara creerlo. Decidí probar con algo fácil. Crucé los dedos, cerré los ojos y deseé que mi habitación estuviera recogida. Cuando los abrí estaba todo en su sitio. ¡Era  increíble! Me eché a reír ante la posibilidad de desear algo y que se cumpliera. ¡Cuántas cosas podría ahorrarme!
Mi vida se presentaba perfecta, sin nada que fuera imposible conseguir.
-Deberías ponerte a hacer los deberes. –La voz de mi madre me sacó de mis pensamientos. ¿Deberes? ¿Estudiar? ¿Quién podría pensar en eso ahora?
-Mañana no tengo clase, además ya están hechos. Están encima de la mesa, puedes verlos si quieres.
-No me hace falta. Tú sabrás si es verdad lo que has dicho o no.
No me dio tiempo a responder, cuando giré la cabeza para hacerlo ya no estaba.
El resto de la tarde la pasé en el salón, viendo películas con mi hermano. Tras cenar, me fui a la cama, con el único pensamiento en mente de lo que cambiaría mi vida a partir de entonces.
Al día siguiente me desperté con la sensación de que todo lo ocurrido había sido un sueño, uno maravilloso, pero solo eso. Pero en el momento en el que levanté la mirada y vi el resto de mi habitación me di cuenta de que definitivamente todo era real.
Después de ducharme y desayunar pensé en dar una vuelta por ahí. Sentía que no hubiera nada que fuera capaz de pararme, que sería capaz de tocar la Luna con mis propios dedos. Cuando iba a salir por la puerta me llamó mi madre:
-Laura, ¿a dónde vas?
-A dar un paseo.
-Por si no te acuerdas hoy en es el cumpleaños de tu abuela Elvira. Vamos a pasar el día a su casa. Nos vamos en 20 minutos, tu padre y tu hermano ya están cambiados, date prisa.
-¿Y tengo que ir? Mamá tengo 16 años y no me apetece nada ir, a la abuela no le va a molestar que no vaya hoy. La veo prácticamente todos las semanas, ¿recuerdas?
- Me da igual. Arréglate, vamos a llegar tarde.
Me fui a cambiarme con la sensación de que aún con mi don no podría parar a mi madre. Y eso desmotivaba un poco pero bueno, aunque fuera a ser muy aburrido no me apetecía discutir por lo que seguí andando sin decir ni una sola palabra. Cuando entré a mi habitación pensé que si iban mis primos la cosa cambiaría. Siempre me lo pasaba genial con ellos. Volví a salir al pasillo.
-Mamá oye, ¿van a venir los tíos?
-Sí, claro.- No pude evitar alegrarme, la verdad era que me apetecía mucho verlos. Subí a cambiarme, me maquillé un poco y bajé.
Cuando llegamos mis tíos ya estaban ahí, pero mis primos no.
-Tía, ¿dónde están Rebeca y Alberto?
-Tenían el cumpleaños de una amiga de Rebeca, después de comer iré a por ellos.
Genial, ahora ahora sí que iba a ser un aburrimiento…No era justo, ¿por qué todo el mundo parecía poder librarse del cumpleaños menos yo? En ese momento apareció mi abuela y me arrepentí de haber pensado eso… ¿cómo podía ser tan egoísta? Era su cumpleaños y no pensaba en otra cosa más que en cómo divertirme. Hoy era su día e iba a intentar que lo disfrutara al máximo. Después de comer mi tía fue a por mis primos. Cuando volvieron sacaron una tarta, le cantamos el cumpleaños feliz y después le dimos los regalos: una bonita bufanda azul con unos guantes a juego y un abrigo largo mis padres y mis tíos y una cartera mi abuelo. Mientras los abría no dejaba de sonreírnos a todos y me di cuenta de que sí, había sido muy egoísta. La verdad, aunque no hubieran estado mis primos todo el tiempo me lo había pasado genial. Cuando llegó la hora de irnos me despedí con hasta un poco de pena, me hubiera quedado ahí hasta más tiempo, y pensar que me quería librar…Menos mal que no se me ocurrió desear algo para poder hacerlo.
Mientras volvíamos a casa me pareció ver una sombra entre dos casas. Al mirar mejor, pude ver a un hombre que me miraba fijamente. Me sentí mareada por un instante, y bajé la mirada. Al volver a subirla, el hombre ya había desaparecido. Y todo estaba como si nunca hubiera estado ahí. Miré a mi alrededor confusa, pero nada. Se había desvanecido.

Me convencí a mí misma de que habían sido solo imaginaciones mías y seguí andando como si nada, aunque parte de mí sentía aún esa mirada encima mía, como si pudiera atravesarme.


Y así fue como todo empezó.

PRÓLOGO

¿Alguna vez habéis deseado algo con todas vuestras fuerzas y se ha hecho realidad por muy difícil que pareciera? Bien, pues a mi desde hace dos meses sí. Y aún no entiendo del todo el por qué. A veces puede resultar muy divertido, puede salvarte de una bronca o de un castigo, pero otras veces me pone los pelos de punta, como aquella vez que me enfade y deseé ser hija única. No quiero contar las consecuencias pero os aseguro que no fueron demasiado buenas. Nunca me perdonaré haberlo deseado. Bueno, os voy a contar como empezó todo esto, en un día de mayo.