lunes, 22 de octubre de 2012

CAPÍTULO 18:) (Segunda parte)


-Hola. –Su voz sonaba triste y sentí como se me partía el corazón.
-Hola. ¿Cómo estás? –Esperaba que me dijera que bien, aunque sabía que no iba a ser así.
-Pues…bueno. ¿Y tú?
-Alberto, yo…No sabes como me duele verte así.
-Si, sí que lo sé. Pero no puedo evitarlo. ..¿Has visto mi mensaje?
-Lo vi enseguida. Yo tampoco pude dormir casi. –En cuanto terminé de hablar  me arrepentí de haber dicho eso. Si sabía que estaba mal, se pondría peor.
-Deberías descansar…
-Y tú también. ¿Dormiste algo?
-No demasiado….Cuatro horas, a lo mejor. Bueno, eso no importa. ¿Puedes venir a mi casa? Iría a buscarte yo.
-Sí, nos vemos a las seis.
-De acuerdo.
Se produjo un incómodo silencio. Oí como Alberto suspiraba y me sentí de nuevo la peor persona del mundo por hacer que pasara por todo esto. Pero no sabía que decirle y mucho menos que hacer para evitarlo. Al final, después de los que me parecieron los minutos más largos de mi vida, habló él.
-Bueno, Laura…me tengo que ir. Luego nos vemos. Te quiero.
-Vale, adiós. Te quiero muchísimo.
-Lo sé.
-Alberto, yo…Lo siento.
-Yo también… Adiós, te quiero. –Colgué y empecé a llorar casi sin darme cuenta. Me senté en el suelo de mi habitación y lloré, lloré y lloré. Cuando por fin pude parar me levanté y di varias vueltas por la casa.
La cocina, el baño, el comedor, todas las habitaciones me traían tantos recuerdos…Hasta iba a echar de menos mi casa. Sabía que en algún momento la tendría que dejar atrás, pero nunca me pude imaginar que serían tan pronto, y menos aún por esto.
Oí la puerta de la calle abriéndose y corrí al baño.
-¿Laura?
-Estoy en el baño, mamá, ahora salgo.       
Me lavé la cara y después de comprobar que no parecía que hubiera estado llorando, salí y fui a saludarles.
-¡Hola! ¿Qué tal?
-¿Bien y tú?- La voz de mi madre me llegó desde la cocina, por lo que fui ahí.
-Bien, me he despertado hace poco.
A pesar de que me esforcé por disimular, mi madre me miró y supe enseguida que me había descubierto. Bajé la cabeza y fui al salón. Me senté en un sofá y empecé a “leer” un libro que había encima de la mesa. Solo cuando llevaba cuatro hojas, conseguí centrarme lo suficiente en la lectura como para ser consciente de qué estaba leyendo. Miré la portada y vi que no me equivocaba. “Harry Potter y la Cámara Secreta.”
Mi hermano vino y se sentó a mi lado.
-Hola. –Ni siquiera le miré más de cinco segundos. Comprobé que era él y seguí con mi libro.
-Qué hay.
-Nada.
-Bien.
Así de expresivos y divertidos somos yo y Jorge. Bueno, no siempre, otras veces somos lo más divertido que te puedes encontrar, pero esta vez…No estaba de humor, y al parecer él tampoco.
Encendió la tele y puso una película, aunque casi ni había empezado cuando lo apagó y se levantó. Le seguí con la mirada preguntándome que qué le pasaría. Me levanté y fui tras él. Cuando llegamos a su habitación y se sentó en la mesa, se dignó por fin a hacerme caso.
-¿Porqué me sigues?
-¿Qué te pasa?
-Nada importante.
-Puedes contármelo.
-No, no merece la pena.
-De acuerdo…-Salí de su habitación sabiendo perfectamente que algo le pasaba, aunque no quería contármelo. No le iba a obligar, después de todo yo había sido igual.
Llegó la hora de la comida y comimos en silencio los cuatro. Después Jorge y yo vimos una serie a la que ninguno hizo demasiado caso y empecé a arreglarme a las cinco y media.
 A las seis en punto, Alberto llamó al telefonillo y tras despedirme de mis padres y de Jorge, me fui con Alberto. Como saludo nos dimos un beso y de la mano, empezamos a andar hacia su casa. Ninguno decía nada, y a pesar de que el silencio no era incómodo, me moría de ganas de que lo rompiera, pero hasta que no llegamos a su casa no habló.
-¿Quieres que subamos o prefieres que nos quedemos por aquí?
-Prefiero subir.
-Yo también. –Cogió las llaves y abrió la puerta de su casa. Nada más entrar me di cuenta de que era la primera vez que subía su casa. Cuando era pequeña si había estado, pero desde entonces había cambiado mucho. Después de enseñarme el resto de la casa, fuimos a su habitación. Se sentó en la silla y yo en su cama.
-¿Cuándo te vas a ir? –Estaba claro que no pensaba andarse por las ramas.
-Pues…No lo sé, lo antes posible…-Ya sé que era difícil no hablar de eso, pero si me quedaban dos o tres días a su lado, quería aprovecharlos lo mejor posible.
-Entiendo…-¿Entiendo? ¿No tenía otra cosa que decir?
-La verdad es que no lo sé. Cuánto tiempo me quede aquí más fácil será despedirme luego.
-Si tienes razón. Se levantó se la silla y se sentó a mi lado. Me acerqué a él y puse mi cabeza en su hombro. Noté como su cuerpo se estremecía.
-Te voy a echar muchísimo de menos. –Lo dije casi sin pensar.
-No.- Tardé unos instantes en reaccionar.
-¿Cómo que no?
-Pues eso, que no. No vas a poder echarme de menos. –Cada vez le entendía menos. ¿Cómo que no iba a poder? ¿A qué se refería?
-¿Cómo que no voy a poder?
-Sí, no vas a poder. Lo he pensado mucho. Quizás sea una locura. Pero sé que es una locura sin que la que no podría ser feliz.
-No te entiendo.
-Laura, es muy sencillo. No pienso dejar que te enfrentes tú sola a todo esto. Voy contigo, quieras o no. Aunque no tenga ningún don, te protegeré de todas las maneras posibles. Eres mi novia y te quiero más que a cualquier otra persona en el mundo, no pienso separarme de ti por esto. ¿Qué vas a Plutón, Marte o a dónde sea? De acuerdo, pero conmigo.

domingo, 21 de octubre de 2012

CAPÍTULO 18 :D (Pirmera parte)


Me desperté en medio de la oscuridad y miré a mi alrededor desorientada. Estaba en mi habitación, tumbada en la cama, pero por mucho que pensaba no recordaba como había llegado hasta ahí. Miré el despertador y vi que eran las cuatro y cuarto de la madrugada. Poco a poco iba recordando que había pasado y deseaba no haberlo hecho. Antes de volver a echarme a llorar, me levanté y vi que todavía estaba vestida.  Nada más llegar a casa debí irme a mi habitación y dormirme. Tenía hasta los zapatos puestos. Sin hacer ruido fui al baño, me lavé la cara y me recogí el pelo como pude. . Fui hasta mi habitación y me senté en la silla del escritorio. Cogí mi móvil y vi que tenía un mensaje de Alberto de hacía media hora. ¿Porqué estaba despierto? Lo abrí nerviosa.
“Hola, cariño. Supongo que estarás durmiendo,  pero yo no podía. No dejo de pensar que tarde o temprano tendré que decirte adiós. Y eso me está destrozando. Quiero que mañana hablemos,  te espero a las seis en mi casa. Te amo.”
Lo leí varias veces antes de responder. Iba a darle a enviar cuando me di cuenta de la hora. Aunque antes estaba despierto a lo mejor había conseguido dormirse y no quería despertarle. Guardé el mensaje en borrador, me levanté y me fui a la cama, sintiéndome la peor persona del mundo por hacer que se sintiera así. Me tumbé en la cama y cerré los ojos. Me puse en una postura, en otra, di varias vueltas, pero no conseguía dormirme. No dejaba de pensar en Alberto y en todas las demás personas que dejaría atrás.
Así iba a ser imposible dormirme….Me levanté y fui a la cocina sin hacer ruido. Me serví un vaso de agua que bebí a sorbitos y miré el reloj.  Las cinco menos cuarto. ¿Qué podía hacer despierta a esa hora?
Volví a mi habitación y cogí el móvil con los cascos. Me tumbé en la cama, puse música y cerré los ojos. A los cinco minutos me quité los cascos y suspiré. Al parecer lo de dormir iba a ser más un imposible que otra cosa. Dejé el móvil en la mesa y me volví a tumbar. Al poco tiempo oí como la puerta de mi habitación se abría. Cerré los ojos con fuerza como reflejo y me hice la dormida. Noté como alguien se sentaba en mi cama y me llamaba. Abrí los ojos y vi a Jorge.
-¿Qué haces aquí?
-Llevo un rato escuchándote y no me puedo dormir ya. Ya que me has despertado podrías decirme que te pasa, ¿no crees?
-Lo siento…-Me incorporé y me senté a su lado.
-No pasa nada, pero dime, ¿qué te pasa? –Le miré sin saber que decir. No sabía si podía saber algo, aunque claro, antes o después se terminaría enterando y necesitaba desahogarme. Pero, ¿qué podía contarle? ¿Que los magos existían y yo podía ser uno de ellos? Y no solo eso, también que me iba a Plutón para vencer a un poderoso y malvado mago al que ya se habían enfrentados otros magos, entre ellos nuestro abuelo. Si le decía todo eso podían ocurrir dos cosas. Una, que creyera que me lo estoy inventando todo y me considerara una loca y otra que con mucha suerte confiara en mí y me supiera decir que era lo mejor. Aunque conociendo a mi hermano, lo más posible es que no se lo creyera hasta que no se lo demostrara y no me apetecía demasiado y menos aún a esas horas.
-No me pasa nada, tranquilo. Vete a la cama. –Me miró con cara de incredulidad pero no quiso insistir más, se levantó y se fue. Después de todo era mi hermano y me conocía, sabía que si no se lo había contado ya, no se lo iba a contar por mucho que insistiese.
Miré de nuevo el reloj. Las seis menos cuarto. Me tumbé en la cama y cerré los ojos. Aunque no me fuera a dormir, no tenía nada mejor que hacer a esa hora que volver a intentarlo. Sorprendentemente, lo conseguí. Me desperté a las once y diez, por la luz que entraba en mi habitación. Me incorporé y vi que la almohada estaba mojada. Debía de haber estado llorando en sueños. Genial. Me levanté y me froté los ojos varias veces. Me escocían bastante. No quise ni mirarme al espejo, me daba miedo la pinta que pudiera tener. Baje a la cocina arrastrando los pies.  Pegada en la nota había una nota que ponía que mis padres y mi hermano habían salido y volverían a la hora de comer. Genial, toda la mañana sola. Me preparé la leche con cola-cao y cogí un croissant de chocolate. Me senté en la mesa para empezar a desayunar pero fui incapaz de comer algo. Mi estómago parecía haberse cerrado. Dejé cada cosa en su sitio y subí a mi habitación. Cogí el móvil y vi que tenía una llamada perdida de Alberto. Le llamé y en seguida me lo cogió.