viernes, 24 de febrero de 2012

CAPÍTULO 4 ^^

A la mañana siguiente me desperté tarde y sin ganas. Había vuelto a soñar con Alistar y su tienda. No dejaba de preguntarme cosas y para ninguna de ellas encontraba una respuesta a la que poder aferrarme. Necesitaba saber más, encontrar un porqué. Mientras luchaba delante del espejo con la maraña que ese día era mi pelo, decidí que iba a ir a su tienda y a preguntarle unas cuantas cosas. No podía seguir así. Bajé las escaleras de dos en dos, lo que hizo que más de una vez estuviera a punto de tropezarme con apenas treinta escalones. Salí corriendo, después de intentar dar una buena explicación a mi madre de a donde iba sin mucho éxito. En cuanto volviera me iba a caer una bronca increíble pero no importaba, tenía que hablar con él. Y no mañana o pasado. Tenía que ser en ese mismo instante. Abrí la puerta de la calle y empecé a andar en dirección a la papelería, notando como me ponía cada vez más nerviosa. Al llegar al muro volvió a pasar exactamente lo mismo que la última vez lo que por algún extraño motivo hizo que me tranquilizara. Con paso más firme y decidido, entré en la tienda. Alistar se encontraba de espaldas, colocando unos libros en una estantería de color baobab que recorría toda la tienda. Al oír el ruido de la puerta al cerrarse se giró sorprendido. Eran las diez y media de la mañana, seguramente no esperaba encontrar clientes tan temprano. Aunque la verdad era que yo no podía ser considerada un cliente normal, no iba con la intención de comprar algo.
-Hola, Alistar. Necesito hacerle unas preguntas.
-Ah, hola Laura. Espera un momento.
-No, lo siento. No puedo esperar más o me voy a terminar volviendo loca. Necesito respuestas ya. ¿Cómo es que el muro de la entrada aparece y desaparece? No, mejor aún. ¿Qué hace aquí esta calle? Hace apenas dos días no estaba. ¿Y su tienda? ¿Por qué reaccionó así al oír el nombre de Rubén? ¿Y como sabía que tengo un hermano, que además se llama Jorge? No entiendo nada. No puedo entender nada.
-Vaya, si que tienes curiosidad.
-No es solo eso. Usted no lo entiende. Tengo 16 años, hace mucho que dejé de creer en los cuentos de hadas y en todo lo que sale en ellos. Y ahora resulta que son reales, y no solo eso, sino que yo estoy participando en uno de ellos. Estoy viviendo en un mundo que hasta hace poco consideraba inexistente. Tengo un extraño don, que hace que todo lo que deseo se cumpla y, ¿porqué? No lo sé. Realmente no sé nada y no puedo, ni quiero seguir así. Necesito una explicación y sé que usted puede dármela. Por favor…
-Verás, Laura…Yo soy un… ¿como lo llamáis aquí? ¿Hechicero? ¿Mago? Sí, un mago.
Esa es la definición que más se acerca, aunque hay diferencias entre vuestra idea de mago y lo que yo soy. No tengo varita, mi magia surge de mis dedos. De todo mi cuerpo, en realidad. No soy inmortal, vivo más que los humanos gracias a un hechizo que nos aplican cuando somos pequeños. Gracias a eso, alcanzamos fácilmente los 500 años. Yo tengo 230, por lo que soy medianamente joven todavía. Bueno, no me enrollo, que si empiezo no paro. El muro que separa la calle en dos es una barrera mágica, un conjuro mío para que no entre quién no debe. Pero aparte, esta calle en si es invisible. Solo pueden verla determinadas personas que como yo, tienen el don de la magia. En realidad, era solo una trampa para atrapar a alguien.
-Espere un momento…No lo entiendo. Si la calle esta protegida… ¿Porqué poner una barrera para esconder esta parte en especial?  Y esa persona… no será Rubén, ¿verdad?
-Pues por que como te he dicho, es una trampa. Si por algún motivo esa persona que efectivamente es Rubén viera la papelería en seguida sabría que soy yo, mientras que al ocultarla, es más fácil atraparle.
-¿Y que pasa con Rubén? ¿Por qué quiere atraparle?
-Verás….resulta que él es un mago. Su verdadero nombre es Meanet.
-¿¿¿¿¿¿Qué?????? ¿Lo dice en serio?
-Sí, y uno de los más poderosos además. Deja que te cuenta la historia…Verás cuando yo nací, en ese mismo instante, nació otro mago. Ambos estábamos destinados a hacer grandes cosas, aunque completamente opuestas. Mientras su destino era destruir nuestro mundo, el mío era establecer de nuevo la paz. Ambos crecimos juntos y se convirtió en mi mejor amigo.
-¿Crecisteis juntos? No puede ser. Si él parece mucho más joven que tú. De hecho, dijeron que acababa de terminar la universidad.
-No seas tan inocente, Laura. Eso no es más que un simple hechizo. No es tan difícil de hacer y mucho menos para él. Sigo y por favor, no me interrumpas más.
Por aquel entonces ninguno sabíamos el que sería nuestro destino, y éramos felices. Aunque pronto empezaron a notarse nuestras diferencias, era cada vez más avaricioso, quería saber más y más hechizos, ser el más poderoso. Cuando cumplimos cien años se marchó, sin dejar ni una sola señal. Después de numerosas investigaciones, de búsquedas por todas partes, le encontramos aquí, en tu planeta. Me mandaron a mí para traerle de vuelta, ya que era el único capaz de hacerlo. Yo era joven, estaba sediento de aventuras, creía que seria algo fácil y estaba completamente equivocado. Cuando nos encontramos, luchamos y me ganó, me dejó por los suelos, intentando tragarme las lágrimas por haber sido tan ingenuo. Se había vuelto muy poderoso, más de lo que pensaba, mucho más. Ni podía ni quería volver a mi mundo, no así. Busqué una cueva y estuve en ella cien años preparándome, estudiando más hechizos para fortalecerme, ser así igual de poderoso que él y poder vencerle. No volvería a derrotarme. Cree una máquina capaz de localizar la magia que hubiera en cualquier parte del mundo y esperé pacientemente hasta que le encontré. En este pueblo. Pero no solo apareció una marca por su magia, tan bien apareció una por ti aunque claro, en ese momento no lo sabía. Soy un mago, tengo mi edad, pero aún así, soy muy curioso. No pude evitarlo y te estuve vigilando de cerca desde que naciste esperando que hicieras algo mágico. Pero aunque mi máquina te había detectado no ha sido hasta ahora cuando has utilizado tu don. He estado dieciséis años viendo como crecías, esperando que hicieras algo mágico. Y un día, por fin paso. Deseaste que tu compañera se cayera al suelo y lo hizo.
-Espere un momento… ¿¡Cómo que ha estado vigilándome todos estos años!? ¿Con qué permiso cree que puede hacerlo?
-Tranquilízate Laura. No te estaba vigilando las veinticuatro horas del día, ni mucho menos. Cada mes te observaba durante tres días. Siempre tres días. Como verás son solo 36 días al año. No es tanto, además nunca te has dado cuenta.
-Pero, ¡aun así! No puede hacer eso. -Increíble. Ese hombre me había estado vigilando durante toda mi vida, esperando a que desarrollara un estúpido don que no iba a causarme más que problemas. Lo que me faltaba por oír.
-Venga, Laura. No te enfades por algo así. Además, tengo algo más que decirte.
-¿El qué?
-¿Tú conoces a Rubén, no? Es muy probable que al igual que yo, él sepa que tiene poderes mágicos. ¿Has notado algo extraño en él respecto a ti?
-Bueno…la verdad es que no lo sé. El primer día de clase me miró como si pudiera leerme el pensamiento…pero aparte de eso nada. ¿Cree que podría haber sido de verdad?
-Es lo más probable. La mayor parte de los poderes de Rubén son con la mente.
-Pero entonces…lo sabrá todo sobre mí.
-Sí, no cabe duda de eso. Seguramente rastreo las mentes de toda la clase, aunque solo en la tuya encontró lo que esperaba. Me duele decirlo, pero nos lleva un poco de ventaja. Además, conociéndole, estará furioso de haber encontrado a alguien que también tienes poderes y que no solo eso, sino que es más fuerte que él.
-¿Cómo? ¿Yo soy más fuerte que él?
-Sin ninguna duda, Laura. Su poder tiene limitaciones, el tuyo no. Todo lo que deseas puede hacerse realidad. Hasta ahora solo has deseado cosas pequeñas, que fácilmente podrían haberse realidad sin la magia, pero tu poder llega mucho más lejos. Si desearás que la Luna fuera rosa, lo sería. O que no existiera esta ciudad. Absolutamente todo. Rubén no puede hacer eso. Eres mucho más fuerte que él y que yo. Y por eso mismo para él eres tan importante. No dudo en que intentará ir a por ti en cuanto pueda.
-No lo creo. Sí tiene limitaciones, cuando Rubén está cerca no funciona. Me parece que ya se lo he dicho antes.
-No seas ingenua. Basta con que desees cuando no estés cerca suya poder desear lo que quieras, cuando quieras, en cualquier situación. Así su hechizo se cancelaría. Aunque no sé, es un hechizo un tanto ridículo. No tiene sentido que haya hecho eso, en cualquier momento podría desaparecer, y de hecho, lo va a hacer. Basta con un simple hechizo, tanto tuyo como mío. No lo entiendo, pero bueno, que más da. Un momento.
-Vale, ¿pero un momento para qué?
-Para anularlo. Ya está.
-¿Ya? ¿No hay palabras mágicas, no dices nada?
Tss. Menudo mago. Claro que no es igual a los de las historias, esos molan más.
-Sí. No hace que formules un hechizo. Cuando estás en un combate sí, pero ahora no. Además, ¿para qué quieres oír el conjuro si a ti no te hace falta utilizarlo?
Pues por que sí. Por Quería ver si eran iguales a los de las películas y demás, si decía Abra Cadrava y esas cosas. Soso.
-Curiosidad. Es una de las características más comunes en los humanos, ¿no lo sabías?
-Sí. ¿Te has dado cuenta de que has dejado de llamarme de usted?
-Sí. Me cuesta tener tanto respeto a alguien que ha estado vigilándome- Lo decía de broma, pero hasta cierto punto. No me parecía bien que hiciera eso.
-¿Sigues enfadada? Eres un poco rencorosa, ¿verdad?-Encima. Como si la culpa fuera mía.
-No, pero es que…No sé, no me lo esperaba. Eso es todo. Que un mago haya estado vigilándome…Aunque a estas alturas no debería sorprenderme por nada. Después de todo, yo también tengo un don. No muy útil pero bueno.
-¿No muy útil? Laura, aún no lo entiendes. No te buscaba solo por ver cómo eras. Te buscaba por qué creo que puedes ayudarme con Rubén. No te haces una idea de lo útil que es tu don-
¿Útil? Sí, seguro. Bueno, alo mejor tenía razón. Aunque seguía sin saber que podía hacer yo con mi don, si él era un mago. Que había estudiado magia durante toda su vida. Y no me quedaba tiempo para hacerle más preguntas, mi madre a esas alturas tendía un enfado increíble. Uf.
-Bueno, me tengo que ir. Cuando pueda vengo y seguimos hablando. Tengo aún muchas preguntas, que conste. Adiós.
-Adiós, Laura.
Cuando llegué a la calle de mi casa me encontré a Alberto. Últimamente estaba en todas partes. Y cada vez me alegraba más el hecho de que lo hiciera. Iba con unos vaqueros ajustados, con una camiseta verde y azul y una americana vaquera encima. Sus preciosos ojos brillaron felices al verme. Cuando llegó a mi lado me saludó sin dejar de sonreír. Dios. Enseguida sonreí yo también, no hacerlo era algo imposible. Sería capaz de alegrar hasta a un sauce llorón.
-Hola. Te estaba buscando.
-¿Y eso?
-Si bueno…quería preguntarte si dabas una vuelta conmigo. Es que quería hablarte de algo.
-¿Ahora? Es casi la hora de comer…-Qué estupidez. Daba igual la hora que fuera, me moría de ganas de hablar con él. Pero no me podía gustar. Ya había terminado mal con otros chicos antes. Cuando el último, el que yo creía que sería el de verdad, me dejo por Estefanía, lo pasé fatal. No quería tener que volver a pasar por eso de nuevo. Y además, con Alberto….
-Sí, pero es importante. Venga, Laura. Es solo un momento.
-Bueno…Vale.
Miré el reloj disimuladamente. La una y cuarto. Mi madre estaría preocupada, aparte de enfadada. Pero me daba igual. Ante su sonrisa no podía negarme.
-La fiesta de Lucía… ¿Vas a venir?
-Sí, ya te lo dije en el cine.
-Bien…Pues, me preguntaba si…no sé, ¿querías venir conmigo…?
¿Ir con él? ¿A la fiesta? Dios, si, si, sí. Nada me apetecía más. Pero no podía. Me gustaba sí, pero debía olvidarle. Y si iba con él no lo iba a conseguir. Uf. No. No podía y punto.
-Lo siento, Alberto…No puedo. Prefiero ir sola.
-Lo entiendo. Bueno nos vemos en la fiesta.
Lo dijo sonriendo, pero se le notaba triste. Era una sonrisa fingida, estaba claro que no estaba lo que se dice feliz y yo tampoco, pero es lo que debía hacer.
-Bueno, nos vemos en la fiesta.
-Si…-Al menos podría haberlo echo un poco más fácil.
-Adiós, ya nos veremos el lunes.
-Hasta luego.
Empecé a andar sin mirar atrás, si le veía mirándome con esos ojos de cordero degollado me sentiría aún peor y seguramente mi negativa se vendría abajo.
Cuando llegué a casa me fui a mi habitación, no tenía ganas de comer, se me había revuelto todo después de hablar con Alberto. ¿Y si yo también le gustaba?
No, eso no podía ser.
Él, con su metro setenta, con su pelo, ni muy largo ni mi corto y siempre despeinado, con esos ojazos, con su sonrisa maravillosa…con su forma de ser…Amable, cariñoso, inteligente, romántico, con ese toque desenfadado… ¡Dios! Y luego estaba yo. Teniendo a gente como Lucía, la chica diez en todo, y a Estefanía, ¿como se iba a fijar en mí? No tenía posibilidades. 
You're beautiful like a dream come alive, incredible...”
En ese momento sonó mi móvil. No lo quería coger, pero si no, no iba a dejar de sonar. Uf. Me levanté sin ganas y cuando vi el nombre me dieron ganas de borrarlo sin leerlo. ¿Por qué me estaba haciendo esto? 
“¿Por qué no quieres venir conmigo?”
“Por favor, Alberto. No insistas. Somos amigos, ¿no?”
“Si, pero…Pensaba que dirías que sí. Después del cine…”
“Bueno, pero he dicho que no. Ya lo has visto.”
 “Sí, lo he visto. Y quiero saber el porqué. El otro día en el cine contigo me lo pase genial. ”
Y yo…Pero no podía dejar que eso fuera a más. 
“Ya sabes que yo también. Lo siento, tengo mis motivos. Y no puedo decirte exactamente el por qué, no lo entenderías. Por favor, no insistas más.”
Apagué el móvil y me dejé caer sobre la cama. No sabía que hacer ni que pensar. Quería ir con él, pero no creía que fuera lo correcto. 
Uf.  Cerré los ojos y al momento me quedé dormida. Tuve una pesadilla. Estaba encerrada en mi clase y cada vez se encogía más. Las ventanas estaban cerradas con candado, las puertas con llave y no había ningún agujero ni nada con lo que poder hacerlo. De pronto, aparecía Rubén. Cuando lo pedía ayuda, se reía y me miraba con crueldad en sus ojos verdes. Intentaba usar mi don pero no funcionaba. Entonces Rubén se reía más aún y desaparecía, dejándome ahí sola. 
Me desperté sudando, con imágenes aún en mi cabeza. Me levanté y fui al baño. Tenía todo el pelo alborotado y la cara colorada. Me eché agua, me hice una trenza y me volví a mirar. Mucho mejor. Cuando me giré vi la hora. Las doce de la noche. En ese momento lo recordé todo y noté como se me encogía el corazón. 
Grr. Llevaba sin comer desde el desayuno, desde entonces habían pasado trece horas y me estómago protestaba. No me apetecía comer, así que lo ignoré y me volví a acostar. Era la noche del viernes al sábado, y mañana tendría la fiesta de Lucía. Una fiesta a la que no me apetecía ir y en la que además, estaría Alberto. Alberto… ¿Por qué no le dije que sí? Quería decirle que sí. Daba igual que hubiera salido mal con otros chicos. ¿Desde cuándo era yo una cobarde? ¿Cuándo me había rendido tan fácilmente? Jamás. Siempre había luchado por mis sueños, había mantenido mi sonrisa. Siempre. Y ahora no iba a ser distinto. Iría a la fiesta, y Alberto me acompañaría. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario