viernes, 16 de marzo de 2012

capítulo 7 :)

El domingo fue un día normal, lo cuál agradecí. Últimamente no podía disfrutar de uno de esos días aburridos y nada me apetecía más. Había hablado con Alberto por el móvil pero aparte de eso, no había hecho gran cosa. No usé mi don para nada, todavía me desconcertaba bastante. No terminaba de acostumbrarme a él, y aunque mucha gente se hubiera sentido muy afortunada de poder tenerlo y lo sabía, no podía sentirme así. Rubén lo sabía. Sabía que tenía un don, y según Alistar, muy pronto vendría a por mí, lo cuál era realmente inquietante. Alistar había dicho que era muy poderoso debido a su poder mental. ¿Podría desear que no fuera así, dejarle inválido respecto a esa cualidad? Si funcionaba, nosotros tendríamos ventaja. Me sorprendí a mi misma pensando en Alistar y en mí como en “nosotros”. Sin querer, me había incluido en su lucha, por así decirlo. Y no podía echarme atrás. Alistar había puesto en mí sus esperanzas, y no iba a decepcionarle. Pero al igual que en la tienda, seguía pensando en cómo iba a vencer a un mago. ¿Y vencer para qué? Alistar todavía no me había contado qué quería hacer aquí. Vale, que fuera detrás de mí era motivo suficiente pero no había hecho algo aún. Aunque claro, delante de mi clase…Uf. No sabía que pensar.
Cuando el lunes llegué a clase Lucía vino hacia mí sonriendo.
-¡Hola!
-¿Qué tal, Lu?
-Muy bien. Oye, tengo algo que contarte.
-¿Qué pasa?
Se puso roja y la miré sorprendida. La había visto así muy pocas veces. ¿Qué tendría que decirme?
-Pues es que…
-Venga, dime. -la sonreí y ella a mí, aunque seguía roja.
-Verás…
-¿Siii?
-Me gusta Javi. -No pude evitar reírme (no con maldad). ¿Lucía y Javi? Eran amigos desde siempre. La verdad, eran muy parecidos. Impulsivos, alegres, cariñosos, inteligentes y los dos parecían modelos. Hacían buena pareja, aunque no tenía muy claro que Javi sintiera lo mismo que Lucía.
-¿Y desde cuándo?
-Desde la fiesta. Como tú estabas con Alberto yo me aburría un poco, todos estaban bailando menos Javi, así que me acerqué a él. Empezamos a hablar y no sé…Surgió. Es tan simpático…Y tan guapo…Y siempre ha estado a mi lado ayudándome.
-Sí, en eso tienes razón. Siempre ha estado a nuestro lado, pero sobre todo al tuyo. Bueno, ¿y qué vas a hacer? ¿Se lo vas a decir?
-¡NOOOOO! ¿Cómo voy a decírselo?
-Mmmm…No sé. Entonces… ¿vas a seguir siendo solo su amiga?
-Sí…Supongo.
Sonrió con tristeza y bajó la mirada. La verdad es que sí le quería pero no quería decírselo, ser su amiga era lo mejor que podía hacer. Al menos así poco a poco, podría hacer que sintiera lo mismo que ella.
-Bueno Lucía, no te preocupes. Ten paciencia, ya verás como pronto cae. Además, yo voy a estar aquí para ayudarte.
Me sonrió y nos abrazamos.
-Muchas gracias, Laura. Eres la mejor, ¿lo sabías?
-No me las des. Bueno, voy a sentarme. Tiene que estar a punto de llegar la profe.
La sonreí por última vez y me dirigí hacia mi sitio. Nada más sentarme la puerta se abrió y entró Alberto.
Iba muy guapo, con unos vaqueros oscuros, una camiseta blanca con letras negras y unas converse a juego. El pelo lo tenía mojado, como cada mañana.
Llegaba tarde, por lo que solo me dirigió una sonrisa y se sentó.
Al minuto entró Paula, la profesora de Matemáticas.
-Buenos días, chicos. Espero que hayáis pasado un buen puente. Bueno, sacad los libros. Vamos a empezar con integrales.
-Jo, profe…-La voz de Pablo, un amigo de Alberto, llegó desde el asiento del lado de Estefanía.
-No te quejes, Pablo. Ya sabes que tenemos que avanzar.
Pablo agachó la mirada mientras suspiraba. Solté una risilla y saqué el estuche y los libros. Cuando iba a dejarlos me encontré con un avioncito en mi mesa. Lo desdoblé y leí lo que ponía.
“¿Qué te parece quedar esta tarde? Tengo que hablar contigo. A las siete en el parque de enfrente de tu casa. Responde: sí o no.
No ponía nombre, aunque supuse que era de Alberto. Me giré y miré hacia su pupitre. Cuando me vio le dije que sí con la cabeza y me dirigió un gesto de sorpresa. Moviendo solo los labios me preguntó que a qué me refería. Pensé que estaba tomándome el pelo, así que le seguí la corriente. Volví a mirar a la pizarra, en la que Paula había empezado a corregir los ejercicios que había mandado. Sentía la mirada de alguien en la nuca, así que me giré. Ismael. Mientras sonreía me saludaba con la mano. Imbécil. Tras dedicarle una mirada de todo menos amable, empecé a corregir. El resto del día transcurrió con normalidad. Los lunes no teníamos Física por lo que no vi a Rubén. Llegué a casa y me puse a leer.
A las siete menos cuarto me empecé a arreglar. ¡Qué ganas tenía de ver a Alberto! A las siete en punto llegué al parque y me senté en un banco que había enfrente de la puerta.
Siete y cinco.
Siete y diez.
A las siete y cuarto vi una sombra que salía de mi espalda. Me giré sonriendo, pensando que sería Alberto, pero no fue así.
No esperaba encontrármelo, no quería encontrármelo y sin embargo ahí estaba, con la mano sobre mi hombro y muy sonriente.
Ismael.


2 comentarios:

  1. Buen capítulo. Cada vez escribes mejor. Parece que la historia se vuelve cada vez más interesante. Espero con ganas el próximo viernes. Sergio

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  2. Muchas gracias^^
    jajaja claro, de eso se trata, de ir añadiendo emocion xD
    Si... alomejor teneis qe esperar a semana santa para el ocho..:S intentaré que no jaja

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