viernes, 30 de marzo de 2012

Capitulo 8:)

Ismael.
No podía creerlo. Después de todo lo que había pasado entre nosotros, tenía la caradura de presentarse aquí. Y encima, de buenas. Me levanté y me fui, cuando estaba llegando a mi casa me alcanzó y me agarró por la cintura.
-¿Qué haces? ¡Suéltame!
-Quiero que hablemos.
-¿Sobre qué? Y además, yo no quiero. Déjame en paz.
-Venga Laura…No seas así.
¿Así como? No esperaría que después de lo ocurrido estuviera bien, ¿verdad? Mi mente viajó en busca de unos recuerdos recientes, de mí y de Ismael. De nuestra historia. Una historia de amor  por mi parte, pero llena de mentiras por  la suya.
De repente, fue como volver a vivirlo todo. La primera mirada y sonrisa, cuándo nuestras manos se juntaron y después me besó, como sentí que era suya y mi sueño de estar siempre juntos, el cuál al poco tiempo se rompió en mil pedazos, junto con mi corazón, el que, gracias a Alberto, volvía estar entero y mejor que nunca. Recordé el sabor de las lágrimas cuando me enteré de que había estado con Estefanía a mis espaldas durante tres meses de los seis que habíamos estado, como caían una tras otra y como ni mis amigas pudieron pararlas, lo mal que me sentí y como poco a poco el enfado fue sustituyendo la tristeza. Enfado que hoy, tras dos meses, no ha dejado de crecer. Ismael estaba fuera de mi vida y me iba a asegurar de que no volviera a entrar.
-No quiero hablar contigo, Ismael. Me engañaste, ¿no lo entiendes? No hay nada que hablar. Es muy tarde. Ahora estoy con otro, y me quiere de verdad.
-Sí, lo entiendo. Y lo siento mucho, en serio.
-No, no lo sientes. Y aunque fuera así, no te pondría perdonar, por lo menos, todavía no.
Aprovechando un momento de despiste, salí corriendo y me metí en casa. Llamé a mi madre tres veces, pero no contestó, lo que significaba que estaba sola. Menos mal. Subí a mi habitación y me tumbé en la cama. Cogí el móvil y me puse música, siempre que estaba mal o tenía algún problema, me relajaba escuchar a mis cantantes favoritos. Aunque no quería, ver a Ismael me había afectado bastante. Me levanté y cogí un libro de la estantería. Cuando lo iba a sacar se cayó al suelo otro. Me agaché para cogerlo y me di cuenta de lo que era. Mi regalo para el cumpleaños de Ismael. Un libro con todos nuestros recuerdos hasta ese momento. El último era del último mes que hicimos juntos antes de que rompiéramos. Una foto con una dedicatoria. La leí mientras recordaba el momento exacto en el que nos la hicimos. El 10 de marzo. Habíamos ido a pasar la tarde a un parque de las afueras muy bonito y grande. Tras dar un paseo y tomar algo, estábamos descansando enfrente de un lago. Me dijo que me quería y tras contestarle que yo también me dio un regalo. Lo abrí mientras no dejaba de sonreírle. Una cámara. La misma con la que la foto había sido tomada instantes después. Era una foto muy bonita, la verdad. El lago de fondo y él dándome un abrazo. La dedicatoria decía lo siguiente:

¿Qué puedo decirte? Ese día lo resumió todo. Gracias por tu regalo, cariño, pues estar junto a mí, por hacerme tan, tan feliz. Gracias por hacerme sentir única, especial, aunque solo sea más de las seis mil millones personas que hay en el mundo, gracias por cada momento y por todos los que nos quedan por vivir, gracias por 5 meses.  Simplemente, GRACIAS POR TODO.
Y solo me queda decirte:
Te quiero más que a nada Isma, y espero que lo sepas.
Durante todo este tiempo te lo he demostrado de mil maneras distintas, con miradas, son sonrisas, con palabras, de todas las formas que se me han ocurrido. Pero sé que aun así no podrás imaginarte cuánto es. Después de todo, dos palabras tan simples no pueden expresar realmente lo que es, ni siquiera se acercan a la realidad. En esta carta lo que intento es que te des cuenta. Quiero decirte que eres lo mejor de mi vida, que siempre realmente es mucho tiempo, pero me encantaría pasarlo contigo. Porque eres mi sueño, mi presente y espero que mi futuro. Porque eres una piza tan fundamental en mi vida, que sin ti no podría vivir, o sí, pero no quiero y espero que tu tampoco sin mí. Porque te quiero, por eso.
No lo olvides nunca.
Te quiero tanto, tanto…

¿Cómo podía haber sido tan ingenua? En esos momentos estaba con otra. No me quería y si lo hacía, lo demostraba muy mal. Romper con él era lo mejor para mí, no podía estar con alguien así. Y tenía a Alberto. Alberto…Me moría de ganas de hablar con él. Al momento, sonó mi móvil. Corrí a cogerlo, y cuando leí el nombre en la pantalla, no pode hacer otra cosa más que sonreír. ¡Era él!
-¡Hola, cariño!
-¡Hola, princesa! ¿Qué tal estás?
-Pues muy bien, pensando en llamarte. Quiero verte. ¿Puedes quedar?
-Sí, de pronto me han entrado unas ganas enormes de estar contigo. Ha sido extraño. Estaba repasando para el examen de Lengua, y de pronto, has ocupado toda mi mente. Será que te quiero… ¿no crees?-
Dios, ¿podía ser más perfecto?
-Jajaja claro. Yo también a ti. Bueno, entonces… ¿Cuándo quedamos? ¿Te parece bien a las ocho enfrente de mi portal?
-Vale, a las ocho estoy ahí.
-De acuerdo. No vengas tarde, ¿eh?
-Claro que no, ya sabes lo puntual que soy.  Por si no te acuerdas, eres tú la que llegaste tarde al cine.-
-Por culpa de mi hermano, no mía.
-Si, si, eso dices. Te dejo, que ya son más de las siete y media y tengo que vestirme. Un beso princesa, te quiero.
-Hasta ahora, te quiero.
Colgué sonriendo. Como siempre. Desde que estaba con él, sonreír era lo habitual en mí. Era tan increíble…
Ya estaba vestida así que fui al baño me arreglé un poco el pelo, me eché sombra y brillo de labios, me cepillé los dientes y tras comprobar que todo estaba en su sitio, fui a la cocina y deje una nota diciendo que había salido a dar una vuelta con unos amigos (todavía no le había dicho a mi madre que estaba con Alberto), que no iría muy lejos y que a las nueve y algo estaría en casa.
Cogí las llaves y salí de casa. Eran las ocho menos cuarto. Salí andando deprisa, no quería retrasarme. Cuando llegué, él ya estaba ahí. Llevaba una camiseta blanca y azul y unos vaqueros oscuros con unas deportivas blancas. Como siempre, guapísimo. Me acerqué a él por detrás intentando no hacer ruido, y le puse las manos sobre los ojos.
-¡Hola, guapa! Llegas un poco tarde, ¿eh?
-No… ¿Lo ves? Son las ocho en punto.  Soy muy…-No pude terminar de hablar. Mis labios se encontraron con los suyos y me fue imposible seguir. Al separarnos y ver su sonrisa, me di cuenta de no necesitaba más pruebas. Ismael era una parte importante de mi pasado, pero eso era todo. Necesitaba a Alberto , y nadie podría ocupar nunca su lugar.

2 comentarios:

  1. Buen capítulo, menos confuso que el que borraste. Haber si en el próximo nos hablas de Alistar. Cada vez se te da mejor. Sergio

    ResponderEliminar
  2. si, el próximo es de Alistar :)
    Gracias^^

    ResponderEliminar