viernes, 30 de marzo de 2012

Capitulo 9:)

Hace 130 años, en la habitación de Alistar.

Me levanté de un salto, después de pasar casi toda la noche en vela por los nervios que me invadían al pensar en el día de hoy, 3 de diciembre. Y tenía motivos para estarlo, ya que no era solo mi cumpleaños número 100 sino también el de mi mejor amigo, Meanet. Últimamente estaba distante y esperaba que con mi regalo volviera a ser el de siempre. Desayuné corriendo y me vestí con la ropa más elegante que encontré. Una túnica azul nueva y unos zapatos oscuros. Salí a la calle enseguida, tenía muchas ganas de ver a Meanet y darle mi regalo. Formulé un hechizo y al momento estuve enfrente de su casa. Me sacudí la túnica y me apresuré a llamar, pero no respondió nadie. Volví a llamar una y otra vez, pero siempre obtenía los mismos resultados. Empecé a preocuparme y tras formular un hechizo me encontré en su habitación.
Miré con sorpresa a mi alrededor. La cama estaba hecha, la habitación recogida y nada de ropa en el armario. Fui a la cocina, al salón y a las demás habitaciones, pero tampoco encontré a nadie ahí. Toda la casa estaba desierta. Hacía un día ahí vivía Meanet y su familia, y ahora no solo estaba completamente vacía, sino que parecía que hubiera pasado todo un siglo desde la última vez que alguien hubiera vivido ahí. Cada habitación hacía que me sintiera más triste. Salí al jardín y me quedé quieto, contemplando su casa. No podía creerlo. Se había ido. Y lo que era aún peor, sin decirme nada, a mí, Alistar, su mejor amigo.
Empecé a andar sin saber a donde iba exactamente. No me importaba.
-¿Alistar?- me giré sin prestar atención y vi a Alodia, tan sonriente como siempre. -¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar con Meanet?
-Sí, pero…-¿Qué podía decirle? ¿Qué se había ido y no sabía a dónde? No. Tenía que haber otra solución. Conocía a Alodia desde hacía mucho, casi tanto tiempo como a Meanet, y sabía que en el fondo, y aunque siempre hubiera intentado disimularlo, le quería. No podía dejar que lo pasara mal por él innecesariamente.
-Si aparece mañana, no pasará nada. –Pensé eso, pero algo dentro de mí me decía que no iba a ser así, que no iba a volver. Sonreí e intenté ocultar lo que había pasado.
-Hemos quedado en el río. Vamos a ir a pasar el día por el río y sus alrededores. Nos vemos esta noche, Alodia.
-Bueno, pasároslo bien. Hasta luego.
-Adiós.
Se despidió de mí con una sonrisa y siguió su camino. En ese momento reaccioné, me di cuenta de que no podía haber ido muy lejos, ayer por la noche todavía estaba ahí, estaba seguro.
Aunque claro, si había usado un hechizo podría estar en cualquier lugar. Lo mismo estaba en la otra punta del mundo como a cinco metros. Para asegurarme, formulé un hechizo de rastreo en un radio de 3 kilómetros. Nada. Ni rastro de Meanet. Lo formulé de nuevo con seis kilómetros más, pero de nuevo no encontré nada, o por lo menos no lo que esperaba. Ya no podía hacerlo más amplio a no ser que me acercará más. Me transporté hasta un bosque que había a cinco kilómetros y volví a empezar. Y otra vez, nada. Ya no tenía sentido seguir buscando. Estaba claro que se había transportado, quizás hasta había utilizado otro hechizo para parecer invisible y que no pudiera encontrarlo, yo o cualquier otra persona que lo buscara. Me transporté hasta mi habitación y abatido y triste, me tumbé en la cama y empecé a dar vueltas a su regalo.
Tanto esfuerzo buscando el regalo perfecto para nada, para que desapareciera. ¿Cómo podía haber echo algo así? Solté un grito de rabia y frustración y di un puñetazo contra la cama.
Sentía una sensación extraña, como si se me estuviera olvidando algo. Además algo importante.
¿El qué? Me puse de pie de un salto y empecé a dar vueltas por la habitación, hasta que conseguí acordarme. ¡La fiesta! Era a las seis y ya eran las cuatro. Aún no había comido y al no tener hambre no me había dado cuenta de la hora. Todo el asunto de Meanet me había dejado sin ganas de hacer cualquier cosa. En ese momento se me ocurrió una idea con la que quizás pudiera encontrarle. Salí de la habitación y fui a otra mucho más pequeña y oscura.
No encendí la luz, sabía que en unos instantes no la iba a necesitar.
Me acerqué a una mesa que había en el medio de la sala y quité con cuidado la manta que protegía lo que se encontraba dentro. Una pequeña fuente plateada y una masa azul en su interior, la cual al momento bañó la sala de ese mismo color. Sonreí satisfecho y me dispuse a empezar de nuevo la búsqueda de mi amigo.
Saqué de la parte baja de la mesa una caja pequeña de madera con adornos dorados.
La abrí y el resplandor que emitió no me dejo ver por unos instantes. Cuando recuperé la vista, cogí un frasco alargado que contenía un líquido amarillo. En la etiqueta ponía: “Líquido de la visión. Una sola gota y verás todo aquello que desees.” Nunca la había probado con otro mago, pero podría funcionar, por lo que me apresuré a echar una gota, y la habitación se bañó de un tono verdoso. La masa anteriormente azul, ahora presentaba un color verde oscuro debido a la mezcla de los colores. Cuando éste estuvo completamente definido susurré su nombre.
-Meanet.
Esperé unos instantes, mientras la masa se volvía más clara y pasaba a ser completamente transparente… En apenas unos instantes deberían aparecer unas imágenes que mostrarían el lugar exacto en el que se encontraba. Pero no fue así. Se quedó como estaba. Dije su nombre una y otra vez, pero seguía sin aparecer ni una sola imagen. No lo entendía…Que fallara el hechizo anterior tenía su lógica, pero éste… Salí de la habitación confuso y enfadado. ¿Dónde podía estar? Decidí que daba igual el lugar, estuviera donde estuviera, le encontraría. Aún tuviendo que recorrerlo a pie. No descansaría hasta conseguirlo.

2 comentarios:

  1. Ahora ya no hay ninguna duda. Podrías haber cambiado algunas cosas pero me gusta muxo. Un abrazo Sergio.

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    1. Me alegro de que ya no haya ninguna y de que te guste:D

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