lunes, 17 de septiembre de 2012

CAPÍULO 17:) (PARTE 1)


 Nos terminamos los sándwiches y nos sentamos en el césped.  El sol empezaba a ocultarse entre las montañas que teníamos delante,  por lo que calculé que debían ser las ocho y algo. Miré el reloj y como había pensado, eran las ocho. En ese momento caí en que me había ido esta mañana y le había dicho a mi madre que llegaría en poco tiempo. Cogí el móvil temiéndome lo peor. Diez llamadas perdidas, todas del mismo número, mi madre. Bueno, no, todas no. Había una de Ismael de las siete y media. ¿Qué querría? Me dio igual, ahora lo importante era mi madre y la bronca que me echaría al llegar a casa. Por no hablar de lo preocupados que estarían todos. Marqué su número y esperé mordiéndome las uñas a que lo cogiera. En cuando lo hizo, me apresuré a disculparme.
-Hola, mamá. Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento. Perdona, he pasado todo el día con Alberto. No me he dado cuenta de la hora, debería haberte llamado.
-Hola, no pasa nada. No te preocupes. A mediodía llamó la madre de Alberto y dijo que ibas a pasar el día con él. –No supe que contestar. ¿En serio había llamado Luisa? Bueno, me había ahorrado muchos problemas. Sentí una inmensa gratitud hacia ella.
-¿Te parece bien si voy a las nueve? –Crucé los dedos para que me dejara. No quería que este día con él acabara nunca.
-Vale, pero no más tarde. A las nueve y media vienen los tíos a cenar.
-Bueno, a las nueve estoy ahí. Adiós.
-Adiós.
Cuando al colgué no pude evitar soltar un suspiro de alivio.
-Era mi madre. Creía que me iba a echar una bronca increíble por llegar tan tarde y sin avisar, pero al parecer tu madre ha llamado para decirle que estaba pasando el día contigo.
Albero me miró sorprendido.
-¿Mi madre ha dicho eso? Si ni siquiera sabe que estoy contigo. Le he  dicho solo que pasaría el día fuera.
-¿De verdad?- No tenía sentido. Entonces, ¿cómo le había dicho eso a mi madre?-¿Estás seguro?
-Claro. Te aseguro que sé lo que digo.
-Pues no sé, pero vamos, que da igual.  No me ha castigado y punto. Eso es lo importante,
-La verdad es que sí. ¿Vamos a dar una vuelta? Estamos bastante lejos de tu casa y si tienes que estar ahí a las nueve, lo mejor es que nos vayamos ya.
-Lo que tú digas, aunque la verdad es que no me apetece nada moverme. Quiero quedarme contigo.
-Y yo contigo,  pero si llegas tarde no habrá nadie para salvarte de la condena que te impondrá tu madre, y no me gustaría tener que secuestrarte para verte si te castigan.
Nos reímos los dos y nos levantamos. Llevábamos poco andando cuando vimos una parada de autobús. Decidimos ir así hasta mi casa, llegaríamos antes y no tendríamos que darnos todo el paseo. A los cinco minutos pasó el que teníamos que coger. Nos montamos atrás y me cogió la mano. Al momento empecé a sentirme mareada. Oía la voz de Alistar en mi cabeza, cada vez más alto, llamándome. Una y otra vez.
-¿Laura? –Alberto me cogió la mano pero al momento pasó algo increíble, inexplicable. Mi mano pasó a través de la suya. Todo mi cuerpo se estaba volviendo transparente y la voz de Alistar no dejaba de llamarme. Mi cabeza daba vueltas. Todo mi cuerpo parecía estar dando vueltas. Cerré los ojos y apoyé la cabeza en mis manos, deseando que todo esto parase. Cuando los volví a abrir, el dolor había cesado, pero ya no me encontraba en el mismo lugar que antes. Miré a mi alrededor asustada, a pesar de conocer ese sitio, no entendía porque había aparecido ahí de pronto. Había pasado de estar en un autobús con Alberto a estar en la papelería de Alistar en un instante. ¿Y porqué estaba ahí? Estaba claro que Alistar era quién me había llevado ahí mediante un hechizo. Pero, ¿dónde estaba él? Me puse de pie y fui a la entrada a ver si estaba ahí. Y en efecto, ahí estaba, inclinado en una mesa en la que se encontraban unos papeles.
-¿Alistar?–Se giró, hizo una mueca extraña, como de enfado, tristeza y sorpresa a la vez.
-Te he llamado porque tengo que hablar contigo. Cuando Meanet se presentó aquí, me di cuenta de algo.
-¿De qué? ¿Y no tenías otra manera de hacerme venir hasta aquí, una que no fuera raptándome? ¿Y si me ha visto la gente del autobús?
-No, es urgente. Y no te ha visto nadie, porque para el resto del mundo, sigues en el autobús. –Le miré boquiabierta.
-¿Cómo es eso? –Me dirigió una mirada que claramente significaba “Mira que eres ingenua.”
-Es muy fácil. Un simple hechizo de copia. En el autobús, al lado de Alberto hay una copia perfecta de ti. Nadie se dará cuenta de que no eres tú.
-¿Y no hubiera sido más fácil decirme que viniera?  Así no te hubieras tenido que complicar tanto.
-No estaba seguro de que fuera a venir y es muy importante. Cuánto antes lo sepas mejor. –Terminó la frase y se dio la vuelta.
-¿Muy importante? ¿Qué pasa, Alistar? –Me miró y tras suspirar, me contestó con voz débil.
-Me he dado cuenta de que mientras estemos aquí, mientras tú estés aquí, no nos dejará en paz. Y me temo que a tu novio, Alberto, creo, tampoco. –Le miré sorprendida. ¿Mientras estuviera aquí? ¿Y dónde iba a estar si no?
-¿Qué quieres decir?-Se dio la vuelta y buscó una silla, que me ofreció para que me sentara. Le hice un gesto para que se sentara él y tras sentarse y soltar un suspiro, empezó a hablar.
-Pues quiero decir que aquí no puedes estar mucho más tiempo. Meanet no va a dudar en ir a por ti y a por tu familia, a por tus amigos incluso. No puedes estar aquí mucho más tiempo.
-Pero, ¿y dónde voy a estar si no?
-Conmigo en mi planeta. Es lo más seguro. Además, te necesitamos para derrotar a Meanet. –Noté como palidecía, mi cabeza daba vueltas y necesitaba sentarme. Alistar pareció darse cuenta, ya que se levantó y me dio la silla. La cogí con la mano temblando y me senté.
-¿Cuándo? –No quería mirarle a los ojos. Bajé la cabeza y fijé la mirada en mis zapatos.
-Lo antes posible. Mañana, en una semana como mucho. Debemos conducirle a nuestro planeta lo antes posible, para poder vencerle definitivamente. Y para eso, como antes he dicho, necesitamos tu ayuda.
-Pe…Pero, ¿cómo voy a irme? Aquí tengo a toda mi familia, a todos mis amigos, toda mi vida ha sido aquí. No puedo irme así porque sí…
-No te voy a obligar, Laura. No tengo el más mínimo derecho a hacerlo. Pero piensa que si no lo haces, Meanet podrá hacer daño a todas las personas que tú quieres. A todas. Si te vas, no las verás en un tiempo, pero cuando vuelvas, todos tus problemas habrán desaparecido. -¿Qué debía hacer? Tenía que salir de ahí, pensarlo con tranquilidad. Me levanté y tras despedirme rápido de Alistar, salí de la tienda. No sabía a dónde ir, pero tampoco me importaba demasiado en ese momento. ¿Qué podía hacer? ¿Debía irme? ¿Qué sería lo mejor? Y si me iba, ¿Qué pasaría con todas las personas que quería? ¿Por qué todo era de pronto tan difícil? Antes de darme cuenta, estaba llorando otra vez. Paré de andar y me sequé las lágrimas, aunque no servía de mucho, ya que no dejaban de caer. Al momento me rendí y seguí andando, sin mirar a nadie, sin un solo pensamiento en mente que no fuera como iba a separarme de todo lo que quería, en cómo decirles adiós a todos. Porque sabía que  lo que debía hacer era irme con Alistar para que todo esto terminara. Cuando levanté la mirada, vi que había llegado a mi casa. No podía entrar y ver a mi familia. Quería hablar con alguien y desahogarme antes y sabía quién era la persona adecuada. Alberto. 

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