Nos terminamos los
sándwiches y nos sentamos en el césped.
El sol empezaba a ocultarse entre las montañas que teníamos
delante, por lo que calculé que debían
ser las ocho y algo. Miré el reloj y como había pensado, eran las ocho. En ese
momento caí en que me había ido esta mañana y le había dicho a mi madre que
llegaría en poco tiempo. Cogí el móvil temiéndome lo peor. Diez llamadas
perdidas, todas del mismo número, mi madre. Bueno, no, todas no. Había una de
Ismael de las siete y media. ¿Qué querría? Me dio igual, ahora lo importante
era mi madre y la bronca que me echaría al llegar a casa. Por no hablar de lo
preocupados que estarían todos. Marqué su número y esperé mordiéndome las uñas
a que lo cogiera. En cuando lo hizo, me apresuré a disculparme.
-Hola, mamá. Lo
siento, lo siento, lo siento, lo siento. Perdona, he pasado todo el día con
Alberto. No me he dado cuenta de la hora, debería haberte llamado.
-Hola, no pasa nada.
No te preocupes. A mediodía llamó la madre de Alberto y dijo que ibas a pasar
el día con él. –No supe que contestar. ¿En serio había llamado Luisa? Bueno, me
había ahorrado muchos problemas. Sentí una inmensa gratitud hacia ella.
-¿Te parece bien si
voy a las nueve? –Crucé los dedos para que me dejara. No quería que este día
con él acabara nunca.
-Vale, pero no más
tarde. A las nueve y media vienen los tíos a cenar.
-Bueno, a las nueve
estoy ahí. Adiós.
-Adiós.
Cuando al colgué no
pude evitar soltar un suspiro de alivio.
-Era mi madre. Creía
que me iba a echar una bronca increíble por llegar tan tarde y sin avisar, pero
al parecer tu madre ha llamado para decirle que estaba pasando el día contigo.
Albero me miró
sorprendido.
-¿Mi madre ha dicho
eso? Si ni siquiera sabe que estoy contigo. Le he dicho solo que pasaría el día fuera.
-¿De verdad?- No tenía
sentido. Entonces, ¿cómo le había dicho eso a mi madre?-¿Estás seguro?
-Claro. Te aseguro que
sé lo que digo.
-Pues no sé, pero
vamos, que da igual. No me ha castigado
y punto. Eso es lo importante,
-La verdad es que sí.
¿Vamos a dar una vuelta? Estamos bastante lejos de tu casa y si tienes que
estar ahí a las nueve, lo mejor es que nos vayamos ya.
-Lo que tú digas,
aunque la verdad es que no me apetece nada moverme. Quiero quedarme contigo.
-Y yo contigo, pero si llegas tarde no habrá nadie para
salvarte de la condena que te impondrá tu madre, y no me gustaría tener que
secuestrarte para verte si te castigan.
Nos reímos los dos y
nos levantamos. Llevábamos poco andando cuando vimos una parada de autobús.
Decidimos ir así hasta mi casa, llegaríamos antes y no tendríamos que darnos
todo el paseo. A los cinco minutos pasó el que teníamos que coger. Nos montamos
atrás y me cogió la mano. Al momento empecé a sentirme mareada. Oía la voz de
Alistar en mi cabeza, cada vez más alto, llamándome. Una y otra vez.
-¿Laura? –Alberto me
cogió la mano pero al momento pasó algo increíble, inexplicable. Mi mano pasó a
través de la suya. Todo mi cuerpo se estaba volviendo transparente y la voz de
Alistar no dejaba de llamarme. Mi cabeza daba vueltas. Todo mi cuerpo parecía
estar dando vueltas. Cerré los ojos y apoyé la cabeza en mis manos, deseando
que todo esto parase. Cuando los volví a abrir, el dolor había cesado, pero ya
no me encontraba en el mismo lugar que antes. Miré a mi alrededor asustada, a
pesar de conocer ese sitio, no entendía porque había aparecido ahí de pronto.
Había pasado de estar en un autobús con Alberto a estar en la papelería de
Alistar en un instante. ¿Y porqué estaba ahí? Estaba claro que Alistar era
quién me había llevado ahí mediante un hechizo. Pero, ¿dónde estaba él? Me puse
de pie y fui a la entrada a ver si estaba ahí. Y en efecto, ahí estaba,
inclinado en una mesa en la que se encontraban unos papeles.
-¿Alistar?–Se giró,
hizo una mueca extraña, como de enfado, tristeza y sorpresa a la vez.
-Te he llamado porque
tengo que hablar contigo. Cuando Meanet se presentó aquí, me di cuenta de algo.
-¿De qué? ¿Y no tenías
otra manera de hacerme venir hasta aquí, una que no fuera raptándome? ¿Y si me
ha visto la gente del autobús?
-No, es urgente. Y no
te ha visto nadie, porque para el resto del mundo, sigues en el autobús. –Le
miré boquiabierta.
-¿Cómo es eso? –Me
dirigió una mirada que claramente significaba “Mira que eres ingenua.”
-Es muy fácil. Un
simple hechizo de copia. En el autobús, al lado de Alberto hay una copia
perfecta de ti. Nadie se dará cuenta de que no eres tú.
-¿Y no hubiera sido
más fácil decirme que viniera? Así no te
hubieras tenido que complicar tanto.
-No estaba seguro de
que fuera a venir y es muy importante. Cuánto antes lo sepas mejor. –Terminó la
frase y se dio la vuelta.
-¿Muy importante? ¿Qué
pasa, Alistar? –Me miró y tras suspirar, me contestó con voz débil.
-Me
he dado cuenta de que mientras estemos aquí, mientras tú estés aquí, no nos
dejará en paz. Y me temo que a tu novio, Alberto, creo, tampoco. –Le miré
sorprendida. ¿Mientras estuviera aquí? ¿Y dónde iba a estar si no?
-¿Qué
quieres decir?-Se dio la vuelta y buscó una silla, que me ofreció para que me
sentara. Le hice un gesto para que se sentara él y tras sentarse y soltar un
suspiro, empezó a hablar.
-Pues
quiero decir que aquí no puedes estar mucho más tiempo. Meanet no va a dudar en
ir a por ti y a por tu familia, a por tus amigos incluso. No puedes estar aquí
mucho más tiempo.
-Pero,
¿y dónde voy a estar si no?
-Conmigo
en mi planeta. Es lo más seguro. Además, te necesitamos para derrotar a Meanet.
–Noté como palidecía, mi cabeza daba vueltas y necesitaba sentarme. Alistar
pareció darse cuenta, ya que se levantó y me dio la silla. La cogí con la mano
temblando y me senté.
-¿Cuándo?
–No quería mirarle a los ojos. Bajé la cabeza y fijé la mirada en mis zapatos.
-Lo
antes posible. Mañana, en una semana como mucho. Debemos conducirle a nuestro
planeta lo antes posible, para poder vencerle definitivamente. Y para eso, como
antes he dicho, necesitamos tu ayuda.
-Pe…Pero,
¿cómo voy a irme? Aquí tengo a toda mi familia, a todos mis amigos, toda mi
vida ha sido aquí. No puedo irme así porque sí…
-No
te voy a obligar, Laura. No tengo el más mínimo derecho a hacerlo. Pero piensa
que si no lo haces, Meanet podrá hacer daño a todas las personas que tú
quieres. A todas. Si te vas, no las verás en un tiempo, pero cuando vuelvas,
todos tus problemas habrán desaparecido. -¿Qué debía hacer? Tenía que salir de
ahí, pensarlo con tranquilidad. Me levanté y tras despedirme rápido de Alistar,
salí de la tienda. No sabía a dónde ir, pero tampoco me importaba demasiado en
ese momento. ¿Qué podía hacer? ¿Debía irme? ¿Qué sería lo mejor? Y si me iba,
¿Qué pasaría con todas las personas que quería? ¿Por qué todo era de pronto tan
difícil? Antes de darme cuenta, estaba llorando otra vez. Paré de andar y me
sequé las lágrimas, aunque no servía de mucho, ya que no dejaban de caer. Al
momento me rendí y seguí andando, sin mirar a nadie, sin un solo pensamiento en
mente que no fuera como iba a separarme de todo lo que quería, en cómo decirles
adiós a todos. Porque sabía que lo que
debía hacer era irme con Alistar para que todo esto terminara. Cuando levanté
la mirada, vi que había llegado a mi casa. No podía entrar y ver a mi familia.
Quería hablar con alguien y desahogarme antes y sabía quién era la persona
adecuada. Alberto.
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