Me
desperté en medio de la oscuridad y miré a mi alrededor desorientada. Estaba en
mi habitación, tumbada en la cama, pero por mucho que pensaba no recordaba como
había llegado hasta ahí. Miré el despertador y vi que eran las cuatro y cuarto
de la madrugada. Poco a poco iba recordando que había pasado y deseaba no
haberlo hecho. Antes de volver a echarme a llorar, me levanté y vi que todavía
estaba vestida. Nada más llegar a casa
debí irme a mi habitación y dormirme. Tenía hasta los zapatos puestos. Sin
hacer ruido fui al baño, me lavé la cara y me recogí el pelo como pude. . Fui
hasta mi habitación y me senté en la silla del escritorio. Cogí mi móvil y vi
que tenía un mensaje de Alberto de hacía media hora. ¿Porqué estaba despierto?
Lo abrí nerviosa.
“Hola,
cariño. Supongo que estarás durmiendo,
pero yo no podía. No dejo de pensar que tarde o temprano tendré que
decirte adiós. Y eso me está destrozando. Quiero que mañana hablemos, te espero a las seis en mi casa. Te amo.”
Lo leí
varias veces antes de responder. Iba a darle a enviar cuando me di cuenta de la
hora. Aunque antes estaba despierto a lo mejor había conseguido dormirse y no
quería despertarle. Guardé el mensaje en borrador, me levanté y me fui a la
cama, sintiéndome la peor persona del mundo por hacer que se sintiera así. Me
tumbé en la cama y cerré los ojos. Me puse en una postura, en otra, di varias
vueltas, pero no conseguía dormirme. No dejaba de pensar en Alberto y en todas
las demás personas que dejaría atrás.
Así
iba a ser imposible dormirme….Me levanté y fui a la cocina sin hacer ruido. Me
serví un vaso de agua que bebí a sorbitos y miré el reloj. Las cinco menos cuarto. ¿Qué podía hacer
despierta a esa hora?
Volví
a mi habitación y cogí el móvil con los cascos. Me tumbé en la cama, puse
música y cerré los ojos. A los cinco minutos me quité los cascos y suspiré. Al
parecer lo de dormir iba a ser más un imposible que otra cosa. Dejé el móvil en
la mesa y me volví a tumbar. Al poco tiempo oí como la puerta de mi habitación
se abría. Cerré los ojos con fuerza como reflejo y me hice la dormida. Noté
como alguien se sentaba en mi cama y me llamaba. Abrí los ojos y vi a Jorge.
-¿Qué
haces aquí?
-Llevo
un rato escuchándote y no me puedo dormir ya. Ya que me has despertado podrías
decirme que te pasa, ¿no crees?
-Lo
siento…-Me incorporé y me senté a su lado.
-No
pasa nada, pero dime, ¿qué te pasa? –Le miré sin saber que decir. No sabía si
podía saber algo, aunque claro, antes o después se terminaría enterando y
necesitaba desahogarme. Pero, ¿qué podía contarle? ¿Que los magos existían y yo
podía ser uno de ellos? Y no solo eso, también que me iba a Plutón para vencer
a un poderoso y malvado mago al que ya se habían enfrentados otros magos, entre
ellos nuestro abuelo. Si le decía todo eso podían ocurrir dos cosas. Una, que
creyera que me lo estoy inventando todo y me considerara una loca y otra que
con mucha suerte confiara en mí y me supiera decir que era lo mejor. Aunque
conociendo a mi hermano, lo más posible es que no se lo creyera hasta que no se
lo demostrara y no me apetecía demasiado y menos aún a esas horas.
-No
me pasa nada, tranquilo. Vete a la cama. –Me miró con cara de incredulidad pero
no quiso insistir más, se levantó y se fue. Después de todo era mi hermano y me
conocía, sabía que si no se lo había contado ya, no se lo iba a contar por
mucho que insistiese.
Miré
de nuevo el reloj. Las seis menos cuarto. Me tumbé en la cama y cerré los ojos.
Aunque no me fuera a dormir, no tenía nada mejor que hacer a esa hora que
volver a intentarlo. Sorprendentemente, lo conseguí. Me desperté a las once y
diez, por la luz que entraba en mi habitación. Me incorporé y vi que la
almohada estaba mojada. Debía de haber estado llorando en sueños. Genial. Me
levanté y me froté los ojos varias veces. Me escocían bastante. No quise ni
mirarme al espejo, me daba miedo la pinta que pudiera tener. Baje a la cocina
arrastrando los pies. Pegada en la nota
había una nota que ponía que mis padres y mi hermano habían salido y volverían
a la hora de comer. Genial, toda la mañana sola. Me preparé la leche con
cola-cao y cogí un croissant de chocolate. Me senté en la mesa para empezar a
desayunar pero fui incapaz de comer algo. Mi estómago parecía haberse cerrado.
Dejé cada cosa en su sitio y subí a mi habitación. Cogí el móvil y vi que tenía
una llamada perdida de Alberto. Le llamé y en seguida me lo cogió.
No esta mal pero es la primera parte, seguro k la segunda es mas interesante. Este nos sirve para meternos en contexto, pero esta bastante bn. Lo k no se es dónde esta lo bueno??
ResponderEliminarUn beso Sergio
jajaja todo está en la segunda parte:P la subo o en un rato o mañana, es que quiero que antes la gente se haya leído esta xD
EliminarUn beeso!